Opinión
¿Innovar o evolucionar la innovación?
La historia empresarial está llena de casos de organizaciones que dominaron su industria hasta que un modelo más ágil, más rápido y más cercano las superó.
La palabra innovación se ha pronunciado tantas veces en juntas directivas, conferencias y planes estratégicos que parece gastada. A veces se convierte en un adorno retórico más que en una práctica real. Sin embargo, la verdadera innovación no es un discurso: es causar impacto en la forma en que vivimos, trabajamos y consumimos. Si miramos la historia reciente, descubrimos que los grandes cambios no siempre nacieron en los laboratorios de investigación, sino en la vida diaria.
Antes, mercar implicaba destinar horas de la semana, desplazamientos largos y poca flexibilidad. Hoy, la forma de abastecernos cambió radicalmente: aplicaciones que entregan en minutos, tiendas de conveniencia que acercan lo esencial a pocos pasos de distancia y modelos de bajo costo que ampliaron el acceso a productos básicos.
Los números lo confirman. En Colombia, las tiendas de bajo costo ya concentran más del 30% del mercado de retail, un porcentaje impensable hace apenas una década. Las aplicaciones de domicilios superan los 30 millones de usuarios activos en la región, demostrando cómo la inmediatez dejó de ser un lujo para convertirse en estándar. Las cadenas de conveniencia superan las decenas de miles de puntos de venta en América Latina, marcando un cambio profundo en la manera de consumir.
Lo que cambió no fue únicamente la forma de comprar. Cambió la expectativa del consumidor: hoy exige cercanía, rapidez y accesibilidad. Y el mercado premia a quienes logran responder con agilidad a esas nuevas demandas.
Un llamado a los ejecutivos C-Level
Para quienes lideramos desde la alta dirección, este escenario trae una advertencia clara: el liderazgo de mercado no es garantía de permanencia. La historia empresarial está llena de casos de organizaciones que dominaron su industria hasta que un modelo más ágil, más rápido y más cercano las desbordó.
En Colombia y en el mundo, lo hemos visto en el retail, en la logística, en la educación y en los servicios financieros. Los jugadores que parecían inamovibles vieron cómo nuevas propuestas desplazaban sus ventajas tradicionales en cuestión de años.
El error más común es pensar que la posición de liderazgo es sinónimo de estabilidad. Pero la realidad es que ningún sector está blindado. La velocidad con la que cambian los hábitos de consumo, impulsada por la tecnología, la urbanización y las nuevas generaciones, obliga a la búsqueda permanente de evolución.
Una nueva mirada a la innovación
Hablar de innovación hoy no debería reducirse a productos llamativos o campañas creativas. Innovar es rediseñar la manera de servir, de relacionarse y de crear valor. Es pasar de ver al cliente como receptor a entenderlo como protagonista.
Algunas claves para lograrlo son interpretar señales del mercado más que aferrarse a fórmulas exitosas del pasado, conectar con la rapidez, accesibilidad y cercanía como factores esenciales e integrar propósito y sostenibilidad, porque el mercado no solo exige inmediatez, también responsabilidad.
La innovación, entonces, no se trata solo de “qué” hacemos distinto, sino de “cómo” logramos que ese cambio mejore la vida de las personas que servimos. Para mí, hablar de innovación es hablar de vida. Es recordar que cada avance tiene sentido solo si mejora la manera en que trabajamos, servimos y nos relacionamos.
He aprendido que no basta con estar en la cima de una industria. Lo que realmente marca la diferencia es mantener la capacidad de sorprendernos, de aprender y de seguir escuchando al mercado con humildad. La innovación no vive en un plan estratégico, vive en las conversaciones diarias con los equipos, en la escucha atenta al cliente y en la decisión de no conformarnos con lo que ya funciona.
Mi invitación a quienes hoy ocupamos cargos directivos es que no dejemos que la innovación se quede en un discurso. Hagamos que sea una práctica que acerque, que aligere la vida de las personas y que nos recuerde por qué elegimos liderar.
Porque al final, más que transformar empresas, la verdadera innovación transforma vidas. Y ese, para mí, siempre será el mayor propósito.
Por Angélica De la Peña, vicepresidenta comercial – TC Logistics