Natalia Jiménez Aristizábal

Opinión

¿Y si el éxito ya no tiene sentido?

En esta época hiperconectada, donde todo es inmediato y sin fricción, la productividad se volvió el nuevo opio. Nos programaron para ejecutar, cumplir, responder. Y nos vendieron la idea de que si hacemos más, valemos más.

Por: Natalia Jiménez Aristizábal
19 de septiembre de 2025

Hace unos días leí un post en LinkedIn que decía:

“Me encanta trabajar los domingos porque nadie me molesta.”

Lo leí tres veces. Lo compartía un emprendedor como si fuera un life hack: aprovechar el único día sin interrupciones para producir más. Pero detrás del tono victorioso, algo me dolió. ¿Desde cuándo trabajar sin que nadie te hable es sinónimo de libertad? ¿Y desde cuándo estar solo con tu calendario abierto es motivo de orgullo?

En esta época hiperconectada, donde todo es inmediato y sin fricción, la productividad se volvió el nuevo opio. Nos programaron para ejecutar, cumplir, responder. Y nos vendieron la idea de que si hacemos más, valemos más.

Pero, ¿cuál es el sentido de ser tan productivos si no puedes disfrutar del valor que generas? ¿De qué sirve ‘tener éxito’ si no hay espacio ni para uno mismo?

Estamos tan ocupados que se nos olvidó habitarnos.

No pensamos, reaccionamos.

No creamos, replicamos.

No sentimos, entregamos.

Nos programaron como esclavos modernos. Sin látigo, pero con apps. Sin cadenas, pero con deadlines. La palabra trabajo viene del latín tripalium, un instrumento de tortura. Y en algún punto lo aceptamos como estilo de vida.

Según Harvard, estamos en la era de la “fatiga cognitiva colectiva”. La OMS confirma que la depresión es ya la principal causa de discapacidad laboral en el mundo. Y más del 60 por ciento de los trabajadores creativos confiesan no tener tiempo para pensar.

No para producir.

Para pensar.

Y es que la inteligencia real, la humana, no la artificial, es un acto creativo. Y la creatividad no ocurre en sprint (un tiempo corto para realizar un conjunto de tareas). Necesita pausa. Necesita espacio. Necesita aburrimiento.

Crear es permitir que algo nuevo nazca. Y lo nuevo no llega por correo.

No se planifica. Se cultiva.

Por eso yo no trabajo. Tengo una acción creativa. Mi acción creativa no me exprime: me expande. No me enferma: me vitaliza. No me exige resultados para validarme: me invita a explorar quién soy, incluso si no entrego nada hoy.

Pero claro, vivimos en un sistema que no sabe qué hacer con alguien que se detiene.

El que descansa parece sospechoso.

El que no está ocupado, parece fracasado.

El que se toma un tiempo para sí mismo, parece débil.

Entonces seguimos corriendo.

Aumentamos entregas, bajamos sentido.

Respondemos mensajes, pero ya no sabemos responder a la pregunta más básica:

¿Qué me da ilusión?

Porque sí: en algún momento, lo olvidamos.

Olvidamos que el tiempo no es solo para producir.

También es para vivir.

Y aquí está el verdadero colapso:

Estamos tan programados para rendir que ya no sabemos disfrutar lo que logramos.

Tan llenos de tareas que no hay espacio para el asombro.

Tan bien posicionados, que no podemos movernos.

¿Y si el éxito ya no tiene sentido?

¿Y si es momento de replantear todo?

No para abandonar, sino para reconstruir.

Volver al juego. Al arte. A la creación sin KPI.

A la pausa como acto político.

Al descanso como tecnología interior.

Porque si la IA nos va a reemplazar, como dicen por ahí, que al menos nos encuentre vivos.

No productivos. Vivos.

Natalia Jiménez Aristizábal es estratega, emprendedora y diseñadora de futuros. Fundadora de Lulo X, XAIA Labs y Women of the Future, explora cómo la tecnología puede regenerar sistemas y amplificar lo humano. Cree que el descanso es una forma de inteligencia y que la creatividad necesita espacio para florecer.