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BARACK OBAMA El presidente de Estados Unidos se jugó su legado histórico al atreverse a tomar una medida que podría costarle dolores de cabeza en el Congreso. | Foto: A.F.P.

INFORME ESPECIAL

“Todos somos americanos”: Obama

Con esas palabras, Barack Obama anunció el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba después de 54 años. Análisis de SEMANA.

20 de diciembre de 2014

El Muro de Berlín de América no cayó con el final de la Guerra Fría hace 25 años ni con el derrumbamiento de la Unión Soviética hace 23. Se vino abajo el miércoles de la semana pasada tras 18 meses de negociaciones secretas en Canadá entre la dictadura castrista y el presidente de Estados Unidos, auspiciadas por el papa,  en las que se pactó la puesta en libertad de cinco espías cubanos.

Ese miércoles, justo al mediodía, comparecieron en televisión simultáneamente el presidente norteamericano Barack Obama y el líder cubano Raúl Castro para anunciar el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba, rotas el 3 de enero de1961, hace casi 54 años.

“Hoy los Estados Unidos de América están cambiando su relación con el pueblo de Cuba. En el giro más significativo de nuestra política en más de 50 años, vamos a modificar una aproximación obsoleta que, durante décadas, ha fracasado en la defensa de nuestros intereses y, en vez de eso, vamos a empezar a normalizar las relaciones entre los dos países”, dijo Obama en el atril presidencial desde la Casa Blanca. Y agregó: “Le he dado instrucciones al secretario de Estado John Kerry de comenzar inmediatamente un diálogo con Cuba para reanudar las relaciones diplomáticas”.

Obama admitió con respecto a Cuba que “después de 50 años, el aislamiento no ha funcionado”, por lo cual “es tiempo de una nueva aproximación” y explicó que le ha pedido a Kerry analizar si la isla debe continuar en la lista de los países que promueven el terrorismo elaborada por el Departamento de Estado. También afirmó que en el futuro serán más flexibles las condiciones para que los estadounidenses viajen a Cuba, a donde podrán enviar más remesas, incluso para estimular pequeños negocios, y donde podrán usar sus tarjetas débito o de crédito.

En un momento especialmente emotivo se dirigió a los cubanos, y a través suyo al resto del continente, para decir una frase cargada de significado, sobre todo viniendo de un presidente de Estados Unidos: “Todos somos americanos”.  Y finalizó su discurso al señalar que los cubanos deben vivir con dignidad y gobernarse a sí mismos.

Sin embargo, terminadas todas las frases protocolarias, dejó muy claro que sus competencias en el acercamiento con Cuba solo le permiten reactivar los nexos diplomáticos con La Habana pues el embargo, es decir el bloqueo económico, seguirá en pie hasta que el Senado y la Cámara de Representantes aprueben su eliminación. Esa medida tuvo su origen en una ley decretada por las dos cámaras en los años sesenta como respuesta a las expropiaciones de empresas norteamericanas llevadas a cabo por el régimen triunfante de la Revolución. Por esa razón el margen de maniobra del presidente de los Estados Unidos para concretar su proyecto está sujeto a complicadas negociaciones con el Congreso.

Mientras él hablaba en Washington, el presidente cubano Raúl Castro, desde su escritorio y en uniforme militar verde oliva, hacía lo mismo a 90 millas de Florida, en La Habana. En un discurso centrado en la liberación de tres espías cubanos detenidos en ese estado, que según el dirigente cubano “merece el respeto y el reconocimiento de nuestro pueblo”, Castro introdujo en el texto una frase casi suelta que decía: “Igualmente, hemos acordado el restablecimiento de las relaciones diplomáticas”.

El líder cubano se refirió al bloqueo. Subrayó que las liberaciones y los nexos diplomáticos no significan que “el principal problema se haya resuelto” y aseguró que “el bloqueo económico, comercial y financiero, que provoca graves daños humanos y económicos a nuestro país, debe cesar”.

La puesta en libertad de espías gringos en Cuba y de cubanos en Estados Unidos fue un hecho clave en estos anuncios. Ese mismo miércoles, en horas de la mañana, se había conocido en Washington que las autoridades cubanas habían decidido liberar al estadounidense Alan Gross, un hombre de 65 años, subcontratista de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid por sus siglas en inglés), arrestado en el aeropuerto de La Habana el 3 de diciembre de 2009 cuando llevaba equipos de comunicaciones, y condenado a 15 años de prisión por “actividades contrarrevolucionarias”.

Antes de los discursos de Obama y Raúl Castro, Gross, flaco y desdentado pero de buen ánimo, aterrizaba en la base aérea de Andrews. Casi simultáneamente, Cuba había dejado libre a un espía norteamericano de primer nivel, Rolando Sarraff  Trujillo, encarcelado en la isla en 1995, experto en códigos secretos y del que pocos tenían noticia. Y les dio permiso de salir de prisión a 53 disidentes políticos contenidos en una lista presentada por Washington.

A cambio, Estados Unidos autorizó el regreso a la isla de tres de los famosos Cinco Cubanos –o los Cinco de Miami–, quienes se habían infiltrado en las organizaciones anticastristas de esa ciudad y habían sido capturados a finales de los años ochenta.

Para las negociaciones Obama había nombrado a dos de sus asesores más confiables: Ben Rhodes y Ricardo Zúñiga, de origen hondureño y encargado en la Casa Blanca de la política hacia América Latina. El sigilo predominó en esas conversaciones. Tanto, que solo ahora puede entenderse que el amable estrechón de manos hace un año entre Obama y Raúl Castro en el funeral de Nelson Mandela en Sudáfrica era producto de seis meses de diálogo bilateral. Ambos líderes volvieron a hablar 45 minutos por teléfono, horas antes del anuncio el pasado miércoles.

Un viraje problemático

La noticia constituye un cambio de fondo en la geopolítica de América y del mundo. Cierra un capítulo turbulento en el que sobresalen episodios como el desembarco en Bahía de Cochinos, cuando en abril de 1961 casi 1.500 combatientes entrenados por la CIA trataron infructuosamente de invadir Cuba. Recuerda la crisis de los misiles, que durante 13 días de octubre de 1962 tuvo al mundo a un paso de un desastre nuclear, resuelta cuando el líder soviético Nikita Kruschev se doblegó ante las presiones del presidente John F. Kennedy y regresó a su país los cohetes que pensaba instalar en Cuba.  Y recuerda el respaldo de Fidel Castro a distintos grupos guerrilleros en América Latina y  África.

¿Dio en el clavo Obama con su decisión? A juicio de Hillary Clinton, sí. La más probable candidata demócrata a las elecciones de 2016, manifestó que Obama había acertado. “Respaldo la decisión del presidente, sin perder de vista que el objetivo es alcanzar la libertad que busca el pueblo de Cuba”, dijo. No era raro. Cuando era secretaria de Estado, la exsenadora, cuyo esposo, Bill Clinton, firmó en 1996 la Ley Helms-Burton que castigaba a algunas empresas extranjeras que hicieran negocios con Cuba, le sugirió a Obama descongelar las relaciones con Cuba, tal como consta en su reciente libro de memorias Hard Choices (Decisiones difíciles).

¿Pero, quién gana y quién pierde con la decisión de Washington y La Habana? “Sin duda alguna el gobierno cubano porque no ha adquirido mayores compromisos”, le dijo a SEMANA el académico Eusebio Mujal-León, profesor de Ciencia Política de la Universidad de Georgetown. El triunfo de la isla obedecería a que los Estados Unidos siempre habían condicionado el restablecimiento de relaciones y el levantamiento del embargo a avances concretos hacia una democracia en Cuba, cosa que si bien está en el espíritu de la nueva relación no ha sucedido aún.

De la misma opinión es Carlos Gutiérrez, exsecretario de Comercio de George W. Bush y uno de los dos cubanoamericanos que han ocupado un puesto en el gabinete ministerial de Estados Unidos –el otro es Mel Martínez–. “Aquí ganó Cuba”, le dijo Gutiérrez a esta revista tras argumentar las pocas obligaciones adquiridas por Raúl Castro, una tesis compartida por el diario The Washington Post, que en el editorial del jueves, titulado ‘Distensión con los Castro’, criticó a Obama por haberle lanzado un salvavidas al régimen y porque, según el periódico, el presidente se equivoca al creer que la llegada de dinero y turistas estadounidenses promoverá la democracia en la isla. Las relaciones diplomáticas con el régimen de Vietnam desde hace dos décadas, dice el Post a manera de ejemplo, “no han producido una mejora en el respeto a los derechos humanos en ese país”.

Ahora la pregunta es si Obama tendrá éxito en su intento de persuadir al Congreso estadounidense de que levante el bloqueo, una decisión adoptada en los meses últimos del gobierno de Dwight Eisenhower en 1960 y ampliada en 1962 cuando John F. Kennedy cumplía su primer año en la Casa Blanca. No parece fácil. Tanto el Senado como la Cámara pasarán desde el próximo mes de enero a manos del Partido Republicano que le hace una cerrada oposición al presidente. La elección legislativa del 5 de noviembre no solo aumentó la mayoría republicana en la Cámara, donde ahora controlará 247 escaños contra 188 de los demócratas, sino que por primera vez en ocho años les dio a los republicanos la mayoría en el Senado, donde contarán con 54 de las 100 curules. Eso le complicará la vida a Obama en lo que se refiere al embargo y en el nombramiento de su embajador en Cuba –conviene recordar que tales designaciones requieren la luz verde de los senadores–.

Los republicanos ya han dejado saber que le van a hacer la vida imposible a Obama, y al frente de esa cruzada está Marco Rubio, joven senador de Florida. “El anuncio de hoy de la Casa Blanca es profundamente decepcionante. Lo que va a producir es que el régimen cubano se aferre más al poder en las siguientes décadas”, dijo el miércoles por la tarde. Y remató: “Este presidente ha demostrado que su mirada no es solo ingenua sino ignorante del modo en el que funciona el mundo. Ha sido el peor negociador que hemos tenido en la Casa Blanca en lo que llevo de vida. Le ha dado al gobierno cubano todo lo que ha pedido”.

Rubio, apoyado por el presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner, y por Mitch McConnell, que será el líder de la mayoría republicana en el Senado, le advirtió a la Casa Blanca que va a recibir con las espadas en alto a quien Obama quiera enviar como embajador a La Habana. “Yo seré el presidente del subcomité de Relaciones Exteriores para el Hemisferio y anticipo que vamos a tener una discusión muy interesante sobre cómo nombrar a un embajador y cómo financiar una embajada”, dijo con sarcasmo.

Hola, América Latina

Pero hay un detalle que puede darle la vuelta a todo esto: la bienvenida que al anuncio de Obama le dio la Cámara de Comercio de Estados Unidos, el lobby económico más poderoso del país. Ese organismo, muy cercano al Partido Republicano, se mueve no tanto por ideología como por negocios y  para los empresarios gringos, la reapertura del mercado cubano ofrece enormes oportunidades a 90 millas de la Florida.

Más allá de la lucha entre republicanos y demócratas cuando faltan menos de dos años para las elecciones presidenciales, Obama ha tomado frente a Cuba una decisión política de fondo. Ha dado un timonazo drástico en las relaciones de Washington con América Latina –incluida Venezuela– y ha sepultado a la Guerra Fría en la región. Ha obrado con pragmatismo, pues para nadie es un secreto que la ruptura de las relaciones diplomáticas y el embargo no han logrado su cometido, que era acabar con el régimen castrista. Los Castro siguen ahí, viejos ya y en el poder, mientras que por la Casa Blanca han desfilado 11 presidentes: Eisenhower, Kennedy, Johnson, Nixon, Ford, Carter, Reagan, Bush I, Clinton, Bush II y Obama.

Como le dijo a SEMANA Héctor Schamis, profesor del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Georgetown, las relaciones entre Estados Unidos y América Latina  se han modificado. “El anuncio del miércoles remueve un obstáculo que existía entre los dos y ha quitado su principal grito de batalla a varios presidentes de la región como Nicolás Maduro en Venezuela, Cristina Fernández de Kirchner en la Argentina o Rafael Correa en Ecuador”.

Obama, hasta ahora reflexivo y cauto, ha pisado el acelerador de tal manera, y se ha dado un lapo de tal magnitud, que el restablecimiento de los nexos diplomáticos con La Habana le ha costado caro con las generaciones más viejas del exilio cubano en la Florida y con miembros de su propio partido. Aunque según una encuesta reciente de la Florida International University el 68 por ciento de la comunidad cubanoamericana quería la restauración de esos nexos, tiene mucho más peso político la minoría opositora.

Vale la pena agregar que la noticia de la semana pasada tiene importantes repercusiones en el proceso de paz en Colombia. Al tener los Estados Unidos más ascendiente sobre Cuba del que ha tenido hasta ahora, se presentará un cambio en el ascendiente que la isla tiene sobre Venezuela. No solo le quedará difícil a Nicolás Maduro seguir permitiendo que su país siga convertido en un refugio de guerrilleros, sino que habrá presión para que el gobierno y las Farc aceleren el ritmo del proceso. En la visita del secretario de Estado Kerry a Colombia la semana pasada, ese fue el mensaje.

Todo lo anterior deja claro que el timonazo que acaba de dar el presidente Obama tendrá repercusiones muy importantes hacia el futuro. A pesar de los riesgos políticos que asumió, el viraje que le dio a las relaciones de Estados Unidos con Cuba puede erigirse en su mayor legado, incluso por encima de la reforma a la salud. La decisión de Obama fue un acto de realpolitik que rectificó una aberración histórica. Estados Unidos soltó dos bombas atómicas en Japón en 1945  y diez años después ese país era su principal aliado en el Asia. También tuvieron los gringos una guerra con Vietnam en la cual murieron 3 millones de vietnamitas y desde finales del siglo XX hay una relación cordial entre esos dos antiguos enemigos. ¿Qué sentido tiene entonces que con un país con el cual no ha habido conflicto armado haya una guerra económica implacable durante más de medio siglo?