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CORONELES CONTRA GENERALES

¿Ha surgido una corriente nacionalista dentro del Ejército hondureño?

7 de mayo de 1984

Agitada, como había sido su gestión al frente de la jefatura de las Fuerzas Armadas, fue la caída del general Gustavo Alvarez Martínez. Lejos de ser una dimisión, como algunos medios informaron al principio, el retiro del militar revistiá el carácter de un suceso dramática con ruido de pistolas. El ex jefe de las Fuerzas Armadas --tras participar el viernes 30 de marzo en una reunión de la Asociación para el Progreso de Honduras (APROH), donde Alvarez criticó al gobierno de Roberto Suaza Córdoba sin descartar la posibilidad de una interrupción del régimen constitucional --fue objeto de una operación "comando" en San Pedro Sula bajo la dirección de los 27 coroneles que integran el Consejo Superior de las Fuerzas Armadas. En efecto, en la mañana del sábado siguiente, Alvarez (45 años) fue sorprendido en la base aérea de San Pedro Sula por el Mayor Israel Navarro y capturado ahí mismo. Navarro le colocó una pistola Browning en la sien derecha y luego lo esposó. El guardaespalda del General intentó oponerse, pero Alvarez lo disuadió de que hiciera nada. En medio de empujones y esposado, Alvarez fue llevado en avión a Tegucigalpa donde se le hizo firmar una renuncia redactada de antemano. De ahí salió para Costa Rica y luego a Miami, Estados Unidos.
¿Qué había causado la enérgica acción de los coroneles? Aparentemente dos cosas: la reunión con APROH --una organización de empresarios sindicalistas y profesionales, de férrea posición anticomunista-- donde se firmaron letras de 500 dólares para fortalecer al grupo con miras a un golpe de Estado durante la Semana Santa próxima. El otro elemento fue la intranquilidad ciudadana causada en el país por el secuestro, el 18 de marzo, del presidente del Sindicato de Trabajadores de la estatal Empresa Nacional de Energía Eléctrica (STENEE), Rolando Vindel, y del subdirector del Patronato Nacional de la Infancia (PANI), Gustavo Morales, en las calles de Tegucigalpa, por civiles fuertemente armados, así como la captura, 4 días más tarde, de casi 600 obreros de la Energía Eléctrica, en las instalaciones de esa entidad.
Los coroneles, enterados de las andanzas de Alvarez, habían sesionado el viernes en el aeropuerto de Toncontin, Tegucigalpa, en presencia del único General que sobrevivio al sacudón en el seno de las Fuerzas Armadas, Walter López Reyes. Este último fue quien informó al Presidente de lo que estaba sucediendo con Alvarez y de la opinión de los coroneles. Suazo Córdoba al principio estimó que sería "inconstitucional" remover a Alvarez, pero pronto se plegó a los militares rebeldes. Estos, miembros de la llamada quinta promoción de la Escuela Militar "Francisco Morazán", acusaron a Alvarez no sólo de estar maquinando el golpe, sino de corrupción, de un estilo duro de dirigir las Fuerzas Armadas, de irrespeto a los derechos humanos y de una política agresiva en Centroamérica.
Alvarez, de hecho, era un hombre de confianza de Estados Unidos. Ellos le dieron el respaldo que quizás nunca ha recibido ningún otro jefe militar en la región. Al ser designado jefe de las fuerzas armadas en enero de 1982, este militar asumió una postura represiva contra los grupos de izquierda legal y contra el gobierno de Nicaragua, al cual acusaba reiteradamente de ser el responsable de la crisis centroamericana. Meses después, Leonidas Torres, ex jefe de inteligencia militar hondureña, lo acusó desde su exilio en México de haber preparado un plan para aniquilar la oposición legal y promover una guerra con un "país vecino", supuestamente Nicaragua. Por otra parte, el médico Ramón Custodio, presidente de la Comisión de Derechos Humanos de Honduras, acusó a Alvarez de haber iniciado en el país "la era de los desaparecidos políticos" los que hoy ascienden a un centenar en todo el país.
La caída de Alvarez precipitó también la de otros 4 Generales. Además 45 oficiales de diversos rangos fueron arrestados preventivamente para evitar una rebelión. Entre los detenidos figuró el capitán Alexander Hernández, de quien se afirma que es el jefe de escuadrones de la muerte de Honduras. La población, cuando se enteró de la caída de Alvarez, comenzó a usar las emisoras de radio para denunciar los abusos del Ejército. Por su parte, el diputado demócrata cristiano Efraín Díaz pidió a los militares que asumirán la jefatura del Ejército que "desmantelen toda la infraestructura de terror levantada por Alvarez".
Estas exigencias tienen algunas posibilidades de ser logradas. El general Walter López Reyes (44) quien asumió el cargo de jefe de las Fuerzas Armadas es considerado como un militar moderado y respetuoso de los derechos humanos. Como un "hombre honesto que vive de su sueldo" fue la calificación que de López Reyes hizo Modesto Rodas Bacca, diputado del gobernante Partido Liberal.
¿Tendrá este remezón castrense consecuencias para la política norteamericana en Centroamérica? Aunque la notable presencia militar estadounidense en Honduras dificultaría un viraje militar hondureño en estos momentos, no puede descartarse el hecho de que con la caída de Alvarez parece emerger una cierta posición nacionalista en el seno de las Fuerzas Armadas. Por lo pronto, diversos sectores sociales hondureños se inclinan por creer que habrá una apertura en el Ejército, un cambio en política exterior y que hasta se hará una revisión del adiestramiento de tropas salvadoreñas en Honduras por 120 asesores militares norteamericanos.--