Home

Mundo

Artículo

"CUESTE LO QUE CUESTE"

La respuesta norteamericana a los atentados contra sus embajadas en Medio Oriente podría ser más enérgica de lo previsto

16 de enero de 1984

"La fuerza de paz norteamericana ya no es de paz sino de guerra". Con las anteriores palabras el corresponsal en Beirut de la compañia norteamericana de televisión CBS abrió el miércoles de la semana pasada la descripción de lo que hasta ahora es el último eslabon en la cadena de acontecimientos en el Medio Oriente: la participación directa del navio de guerra USS ."New Jersey" en el bombardeo a posiciones sirias el 14 de diciembre, lo que parece ser el símbolo definitivo de que los Estados Unidos han sido atrapados por el juego del "toma y daca" que desde hace años impera en el Libano.
Lejos de ser un actor imparcial en lo que debía ser la restauración de la paz y el orden, el potencial norteamericano se ha constituido en una facción más, intensificando el odio entre los bandos rivales. Pese a que el presidente Reagan dijera en una rueda de prensa concedida horas después de conocerse la noticia de los disparos del New Jersey que los avances hacia la paz han sido "más de lo que parecen", la verdad es que son pocos los optimistas sobre el destino de la intervención norteamericana en el Líbano.
El lunes de la semana pasada, por ejemplo, dos naves de guerra de la sexta flota norteamericana, el crucero "Ticonderoga" y el destructor "Tantnal", abrieron fuego contra baterías antiaéreas sirias, al noreste de Beirut, poco después de que dos cazabombarderos estadounidenses fueran atacados durante un vuelo de reconocimiento. Tal bombardeo correspondió a la decisión norteamericana de castigar todo ataque contra sus aviones de combate. Pero el lanzamiento de misiles rusos "Sam-7" tierra-aire contra los cazas norteamericanos cumplió también con la advertencia del ministro de Defensa sirio, Mustafá Tlas, de que cualquier fuerza aérea que volase sobre sus posiciones en Líbano sería interceptada.
En esta oportunidad, los misiles sirios erraron el tiro, pero días antes, el 4 de diciembre, dos cazas norteamericanos fueron derribados, en el primer hecho de esta naturaleza desde la guerra en Vietnam. De los cuatro pilotos abatidos, dos murieron, uno fue tomado prisionero y otro escapó cayendo al mar mientras veía cómo su avión "Corsario" se estrellaba contra una casa al norte de Beirut, hiriendo a sus seis ocupantes. El teniente Robert Goodman quedó en poder de los sirios quienes informaron que lo liberarían sólo hasta cuando los norteamericanos se retiren del Líbano.
Por otra parte, la eventualidad de un conflicto se hace preocupante no solo por lo que pueda suceder en el área, sino también porque tanto la URSS como Estados Unidos pueden verse peleando directamente. Sólo basta que los sirios ataquen a los marines en Beirut o que los judíos bombardeen las baterías Sam-5 sirias, manejadas por personal soviético, para que cualquiera de las superpotencias decida tomar directamente cartas en el asunto.
Otro asunto de el de la seguridad misma, no ya de las tropas estadounidenses, sino del personal diplomático norteamericano en la zona. Apenas el lunes 12 la embajada norteamericana en Kuwait fue bombardeada por terroristas que utilizaron el mismo patrón de los ataques previos a los marines en octubre y a la embajada en Beirut, en abril. Si bien en el último atentado terrorista no se produjeron bajas estadounidenses, el hecho generó un sentimiento de histeria a lo largo de las diferentes instituciones del gobierno dentro y fuera de los Estados Unidos.
Además de presentarse un refuerzo en la seguridad, de las embajadas en diferentes puntos del globo, los edificios del departamento de Estado del FBI y demás organismos en Washington y Nueva York han sido protegidos con barricadas capaces de detener carros-bombas como los usados en Beirut. Fuera de lo anterior, la Casa Blanca ha instalado puertas reforzadas y, en caso de ataque por avión, plantado nuevos misiles tierra-aire para garantizar la seguridad del Presidente.
La ola de atentados parece tener origen en el gobierno iraní a través de un grupo auto llamado Jidaa Islámico (Guerra Santa Islámica) compuesto de miembros de la secta shiita que creen en la salvación eterna si mueren en el desarrollo de una misión. Con tal ideología, es claro que por más precauciones se hace casi imposible detener a un terrorista. En particular si este comparte el punto de vista de Teherán de "impedir a los Estados Unidos entrar en la región y dejar a sus aliados vivir ahí y dominar a otros y vender petróleo". Para los servicios secretos norteamericanos el blanco mas frágil será la celebración de los juegos olímpicos en los Angeles el verano del próximo año, aunque no se descuenta que los ataques a embajadas sigan propagándose más allá del Medio Oriente.
Lo que sí es un misterio es la proporción de la respuesta norteamericana a los atentados. Varios miembros del gobierno, empezando por el Presidente, han sido enérgicos en subrayar que la réplica norteamericana se producirá sin importar lo que cueste. Por ese motivo se hace dudoso que los marines sean retirados sin importar la presión interna, Inclusive los rumores sobre una salida del Líbano planeada para hacerse efectiva días antes de las convenciones políticas del próximo año, fueron desmentidas por el mismo Reagan quien aseguró que en este tema son las consideraciones militares "y no las electorales" las que entran en discusión. Poco después completaría su pensamiento al decir en un discurso ante la Sociedad de la Medalla de Honor que los días de "debilidad terminaron" para su país. "De Granada al Líbano, de la zona de demarcación en Corea a las líneas de la Otan en Europa, los jóvenes norteamericanos cumplen con su papel en la mejor tradición", agregó.

NO VOLVERE A BEIRUT
La base militar en Carolina del Norte a donde llegaron el 7 de diciembre los 1.700 marines que durante siete meses estuvieron acantonados en Beirut, estaba llena de cintas amarillas de bienvenida. Sin embargo, casi 250 hombres del grupo original no volvieron. El atentado terrorista de hace dos meses, al igual que el fuego continuo de francotiradores diezmaron la compañía sustancialmente. La cálida recepción brindada, no logró ocultar los horrores de la guerra. Un soldado entrevistado afirmó que "Si pidieran voluntarios para ir de nuevo a Beirut yo sería el último en salir al frente. Si me lo ordenaran es mi deber. Pero si me dan a escoger no volveré a Beirut jamás"