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De La Habana a Caracas, ida y vuelta

La extraña toma de posesión sin presidente confirmó que el chavismo controla todos los poderes, que la oposición está dividida y que Latinoamérica es cómplice o indiferente ante lo que pasa en Venezuela.

12 de enero de 2013

Hay un neologismo que a muchos en Venezuela les da escalofríos. Se lo inventó Fidel Castro en una visita de Hugo Chávez en 2005 cuando lanzó que ahora “somos venecubanos”. Venecuba, Cubazuel eran palabras que en ese entonces parecían casi un chiste. Ahora, muchos piensan que Fidel no estaba bromeando y que los hermanos Castro pesan demasiado sobre el destino de Venezuela.

Chávez lleva más de un mes en La Habana, sin que se conozca su diagnóstico y sin que casi nadie lo haya vuelto a ver o a oír. Han sido cuatro largas semanas en las que los vuelos VIP no han cesado de aterrizar en el aeropuerto de La Habana. A la isla han venido presidentes como Ollanta Humala y Cristina Fernández, el asesor internacional de Dilma Rousseff y todos los jerarcas del chavismo.

Todo ello, añadido al mutismo del régimen castrista, produjo un terreno fértil para que las especulaciones crezcan. Según algunos opositores, “bajo la atenta mirada de los Castro se cocinó un pacto para limar asperezas en la cúpula chavista y asegurar la continuidad del socialismo del siglo XXI”.

El oficialismo rechazó esos rumores, resaltando su unidad y su fe en la mejoría del presidente. Adolfo Taylhardatr, opositor, internacionalista y exembajador en Cuba en el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez, le dijo a SEMANA que “no creo que el pacto sea cierto en sus detalles pero estoy convencido de que hay un plan tejido con filigrana y convenido por Chávez con la dirigencia cubana para administrar la sucesión en Venezuela”.

Lo cierto es que sin Chávez La Habana tiene mucho que perder. Un 60 por ciento de la energía que consumen los cubanos es suministrada por Venezuela a precios preferenciales, ambos países tienen empresas conjuntas y los venezolanos son el socio número uno de los cubanos. El terror de los cubanos es que sin chavismo vuelvan los duros tiempos del “periodo especial” que siguió el colapso de la Unión Soviética.

A cambio de su generosidad, Cuba envía a Venezuela miles de médicos, enfermeros y entrenadores deportivos. Un programa exitoso gracias al cual se han realizado 745 millones de consultas en nueve años. Los isleños también asesoran al Ejército, la Policía, algunos ministerios e incluso fueron los encargados de modernizar el sistema de identificación. Pero tal vez lo mejor que La Habana le ofrece a Chávez y su enfermedad es el silencio. La cubana es una sociedad vigilada, controlada, aislada, una de las pocas en la región que garantiza que ningún secreto se filtre.

En Venezuela eso ha despertado un nacionalismo fuerte. El alcalde opositor de Caracas Antonio Ledezma denunció que hay ”una violación de la soberanía nacional” y que Chávez “está secuestrado por el gobierno cubano”. Aunque ese sentimiento domina en la oposición, se dice que en el chavismo y en el Ejército algunos lo comparten.

Entre tanto en La Habana se han multiplicado las plegarias de sacerdotes, santeros o rezanderos por la salud de Chávez. Más allá de su ideología saben que cualquier cosa que pase en Cuba se sentirá en todo el continente.