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EL MUNDO DE MAQUIAVELO

En un polémico libro, Alan García pasa al contraataque y denuncia un complot en su contra.

27 de junio de 1994

EN JULIO DEL AÑO PASADO, el ex presidente peruano Alan Garcìa firmó un contrato con la editorial parisina Plon para escribir unas memorias a publicarse en 1995, en las que denunciaría las maniobras en su contra del actual presidente Alberto Fujimori y sus aliados. "Pero al iniciar la redacción -dice- encontré un gran obstáculo. Lo cercano de los hechos me impedía reducir los temas y experiencias a la frialdad de un análisis sociológico".

García, exiliado en Colombia desde junio de 1992 por las acusaciones que se hicieron en su contra en Lima, comenzò a escribir pequeños diálogos y a novelar las circunstancias. En diciembre, algunos amigos colombianos los leyeron y lo animaron a publicarlos. El libro es un abrebocas del previsto para 1995. Allí, García se ocupa de la forma como escapó de las fuerzas de seguridad enviadas en su búsqueda por el nuevo presidente, Alberto Fujimori, del complot en su contra, de su exilio y del gobierno autoritario de su sucesor.

Pero tal vez la parte de los ataques en su contra es la más reveladora. Si bien ante las acusaciones de enriquecimiento ilícito García y sus abogados habían mantenido una postura defensiva, en la que sostenían que todo el asunto no era más que un complot político, nunca antes habían mostrado pruebas que sustentaran esa afirmación. Los defensores de García -especialmente sus compañeros del partido Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA)- argumentaron que todo era una venganza de los banqueros peruanos, pues durante el gobierno de García éste había limitado los pagos de la deuda externa, lo que había llevado a duros enfrentamientos de la banca con las instituciones internacionales de crédito. A este argumento se sumaba el hecho de que el joven parlamentario Fernando Olivera había forjado una meteórica carrera política a costa de atacar a Alan García. Las revelaciones de García parecen ahora confirmar todas sus defensas.

LOS HECHOS

El día que Alan García asumió la Presidencia del Perú, el 28 de julio de 1985, hizo un anuncio sorprendente: reduciría a la mitad su sueldo de presidente, que equivalía a un poco más de mil dólares. Con los escasos 500 dólares mensuales a los que limitó sus ingresos, García logró mantener a su familia, al tiempo que se trasteaba de un pequeño apartamento de clase media a una residencia cara y espaciosa en una zona elegante de Lima. Después sumaría a esta propiedad otra casa en el balneario de Naplo.

En medio de una popularidad que se incrementaba, estos eventos de bienes raíces pasaron casi inadvertidos, y de hecho nunca se han explicado suficientemente. Lo cierto es que el 27 de abril de 1991 -un año después de haber terminado su período- una comisión de la Cámara de Diputados, creada para investigar su presunto enriquecimiento ilícito, lo encontró responsable de transacciones ocultas e ingresos enmascarados por un total de 509.915 dólares.

Según Olivera, el ex jefe de Estado tenía además 50 millones de dólares en cuentas en el Banco de Crédito y Comercio Internacional, y otras a nombre de sus familiares y de su propia esposa.

Tras una larga investigación, la Corte Suprema de Justicia del Perú exoneró a García de enriquecimiento ilícito. Pero con el autogolpe de estado del presidente Alberto Fujimori, ocurrido el 5 de abril de 1992, revivió ese tema que parecía enterrado. Tropas del gobierno golpista allanaron la casa de García y éste tuvo que esconderse durante dos meses en la casa de un vecino.

El proceso por enriquecimiento ilícito fue reabierto por una nueva Corte Suprema de Justicia, nombrada por Fujimori, y a García se le acusó de nuevos cargos, entre ellos el recibo de sobornos por parte de una compañía italiana encargada de construir el tren eléctrico de Lima. El parlamentario Olivera volvió a acusarlo y, como resultado, García terminó en Colombia.

EL COMPLOT

El Maury, viejo hotel limeño, ya no tiene la exclusiva elegancia por la que hace 50 años fue un lugar de moda. A 100 metros de la Plaz de Armas y del Palacio de Gobierno, ahora es parte del centro de la ciudad, populoso y desprestigiado. Sin embargo, el hotel, situado a 200 metros del Congreso, fue comprado por un grupo financiero y ahora es de nuevo el centro de importantes concentraciones políticas. En este lugar, se reunieron en febrero de 1991 dos prestigiosos banqueros -a los que García identifica como 'La Muñeca' y 'Ojo de Plata'- para planear la treta en contra suya.

Según el relato, los dos acordaron llevar a cabo una idea de Mike Ortiz -enemigo de García- que consistía en falsear pruebas para acusarlo de enriquecimiento ilícito. Para armar el plan, se contrató al cubano Rafael García, encargado de la seguridad del estadio Jai Alai, de Miami. "Por 30.000 dólares -dijo 'La Muñeca'- es capaz de firmar lo que sea. Y ya aceptó". Olivera fue el encargado de hacer el negocio y de entregarle el dinero al cubano. Ortiz, por su parte, se encargó de falsificar cuentas bancarias y otros documentos en Estados Unidos.

Los documentos falsos se hicieron llegar a la Cámara de Diputados a través del propio Olivera, y el 15 de agosto de 1991 -seis meses después de urdirse el complot-, Alan García fue acusado formalmente de enriquecimiento ilícito. Para hacer más creíble la acusación, Olivera mostró los resultados de una investigación adelantada por una oficina de detectives de Miami que revelaba los negocios clandestinos del ex presidente.

Según los datos aportados, Alan García había consignado grandes sumas de dinero en el Banco de Crédito y Comercio Internacional a instancias del general panameño Manuel Antonio Noriega. Lo que todos desconocían era que esa oficina de detectives, Larc Investigative Service, había sido creada por el cubano Rafael García para hacer el montaje. Del resto se encargó la prensa peruana que reveló las supuestas consignaciones de García en los bancos Western Savings, de Dallas; Bank of New England, y el Chase Manhattan Bank, de Nueva York.

De acuerdo con el relato, la reta era perfecta, pues esos bancos -al momento de la acusaión- ya no existían: el Western y el Savings fueron intervenidos en 1989, y el BCCI "era tan desordenado en Panamá que no existían ni funcionarios ni documentos".

La tesis de 'La Muñeca' era que mientras se aclaraba el asunto pasarían varios meses y hasta años, y el perjuicio político a Alan García sería irreversible e irreparable. Pese a que se descubriò que Garcìa nunca hizo consignaciones en el BCCI y, por tanto, nunca poseyó 50 millones de dólares en cuentas bancarias, ahora se le acusa de haber sobornado a una empresa italiana por un millón de dólares para entregarles la construcción del tren eléctrico de Lima.

El epílogo de esta historia no puede ser más elocuente. Rafael García -el cubano contratado por 'La Muñeca' y 'Ojo de Plata- fue enjuiciado y condenado por las autoridades de la Florida "por presentar informaciones sin investigar ni verificar". Confesó que nunca había investigado nada, y que las fechas y datos le fueron entregados por el abogado de un grupo económico peruano. El Fiscal General del Perú ordenó abrir una investigación contra los responsables de la falsificación difamatoria. Pero fue separado de su cargo por Fujimori.