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EMBOSCADA SIN DUEÑO

La muerte de dos periodistas norteamericanos podría terminar en el desembarco de marines norteamericanos en Nicaragua.

25 de julio de 1983

Una vez más la situación centroamericana se ha vuelto a llenar de peligrosos elementos que amenazan con la declaratoria de un conflicto generalizado en la región. En esta oportunidad, las tensiones fronterizas entre Honduras y Nicaragua se acrecentaron notablemente ante la muerte de dos periodistas norteamericanos -Richard Cross y Dial Torgerson- en suelo hondureño cercano a la línea divisoria entre los dos países. El hecho deteriora aún más las ya pésimas relaciones que llevan ambas naciones. Como es conocido, el principal punto de desacuerdo nace de la ayuda que el ejército hondureño, asistido por la CIA, da a los insurgentes somocistas del FDN, los cuales, cuando son rechazados por las milicias sandinistas sólo necesitan cruzar la frontera para estar a salvo. Fue en una de esas ocasiones en la que presumiblemente el auto en el que se movilizaban los periodistas se vió alcanzado por una granada antitanque disparada desde el lado nicaraguense, según el comunicado oficial expedido en Tegucigalpa.
La descripción dada por un camionero que al parecer viajaba detrás del vehículo atacado señala que "el auto se levantó del suelo con la explosión y al caer al piso fue ametrallado con el fin de evitar que hubiera sobrevivientes".
Sin embargo, las contradicciones hicieron dudosa la versión. Mientras el ejército hondureño afirmaba que el lugar de los acontecimientos es un camino que corre paralelo a 20 metros de la frontera, el ministro hondureño de Relaciones Exteriores, Edgardo Paz Barnica, dijo que el incidente ocurrió tres kilómetros dentro del territorio de su país. Por otra parte, es confuso el hecho que de la hilera de vehículos que transitaba por la zona sólo uno haya sido destruido si, según Honduras, "la población civil era el objeto del ataque".
Estas y otras oscuridades similares fueron recogidas por el gobierno de Managua. En una airada protesta el canciller Miguel D'Escoto afirmó que todo formaba parte de un complot "para justificar una intervención militar contra Nicaragua", y señaló que los periodistas muertos eran reconocidos amigos de la revolución sandinista. "Se trata simplemente de un accidente o, por el contrario, los dos periodistas fueron llevados a una trampa cuidadosamente preparada" declaró el diplomático.
En cualquiera de los casos, lo cierto es que el suceso involucra aún más a la administración Reagan en la tirante situación de la región. El papel de los norteamericanos fue ratificado por el secretario de Estado, George Shultz quien advirtió poco después del incidente que su país tomaría "muy seriamente" una operación militar de Nicaragua contra Honduras.
El riesgo de un envío de tropas norteamericanas a la zona ha venido siendo denunciado en Estados Unidos por los candidatos demócratas en medio de la campaña electoral que allí se desarrolla. El último en hacerlo fue el ex vicepresidente Walter Mondale quien definió el hecho como "inevitable". La preocupación se refuerza con la muerte de los comunicadores, pues algunos observadores plantean que la actitud de repudio del pueblo norteamericano a cualquier tipo de intervención armada puede variar ante situaciones como ésta, tal como sucedió en época de Somoza cuando el corresponsal de la ABC en Managua fue ejecutado enfrente de las cámaras de la televisión. Si a lo anterior se agrega que la Casa Blanca ha iniciado oficialmente una campaña publicitaria para lograr apoyo popular en las estrategias escogidas para Centroamérica, se comprende que los mismos elementos que antecedieron al Vietnam vuelven a surgir semana a semana.