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MORIR DE PIE

Conmoción en España por el asesinato de Gregorio Ordóñez, el irreductible enemigo desarmado de ETA.

27 de febrero de 1995

EN EL PAIS VASCO únicamente hay tres alternativas: vivir como un cobarde, irse o quedarse y hacer frente a la violencia separatista", estas palabras y una decidida actitud en contra de la banda terrorista ETA le costaron la vida al portavoz del conservador Partido Popular en el País Vasco, Gregorio Ordóñez.
El martes de la semana pasada Ordóñez encontró la muerte, mientras almorzaba, cuando un encapuchado armado con una pistola Parabellum de nueve milímetros le descerrajó un tiro en la cabeza. Unos días antes el propio presidente del Partido Popular, José María Aznar, le había elegido como candidato de los conservadores a la alcaldía de San Sebastián. Para asombro de muchos, y sobre todo de sus mortales enemigos, las encuestas de opinión señalaban que Ordóñez se perfilaba como casi seguro ganador en las elecciones del 28 de mayo.
Muchos vecinos de Donosti (el nombre vasco de San Sebastián) elogiaban la valentía y la honradez con que este joven político de 37 años condenaba al terrorismo de ETA y a su brazo político, la coalición independentista Herri Batasuna. Su posición irreductible al respecto hizo que sus enemigos no dudaran en dejarle mensajes amenazadores en su contestador automático. Textualmente uno de ellos decía: "Gregorio estamos hasta las narices de ti, cabrón... lárgate de Euskadi" (nombre en vasco del país). Pese a este tipo de mensajes, Ordóñez siempre rechazó el uso de guardaespaldas, y esto al final le representaría morir sin poder defenderse.
Ordóñez había nacido en Caracas, Venezuela, donde vivió los primeros tres años de su vida. Posteriormente sus padres decidieron regresar a su tierra. Estudió periodismo en la Universidad de Navarra, en Pamplona, y muy pronto se enroló en las filas del Partido Popular, con el que fue concejal en el ayuntamiento de San Sebastián desde 1991.
En una de sus últimas intervenciones, precisamente durante su elección como candidato a alcalde de San Sebastián, respondió a los políticos de Herri Batasuna, que catalogaron de provocación la visita de José María Aznar a la capital de Guipúzcoa el día del santo patrón de ésta, diciendo que "aquí cabemos todos menos la basura de Herri Batasuna, que debía circular por las cloacas, porque en las calles sobran".
Ordóñez dijo las que serían sus últimas palabras en público en el pueblo de Portugalete, cercano a Bilbao, y allí manifestó que "la paz significa la desaparición de ETA, aunque por desgracia tendremos ETA para rato porque este no es un problema que se solucione de la noche a la mañana. Con posturas de debilidad de sacar a la calle a los asesinos, de preocuparse más por ellos que por sus víctimas, lejos de cortar con la violencia de ETA estamos alimentándola, animándola y fortaleciéndola".
Para terminar, el político concluyó: "Que sea ETA la que deje las armas y se dará cuenta que la sociedad será generosa, incluso con sus propios verdugos".
Ordóñez deja una viuda y a un hijo, el que según un político que asistió al funeral del ex candidato a la alcaldía de San Sebastián, "esperamos que pueda recordar a su padre como uno de los gestores de la paz en Euskadi, en la que vivirá en unos años".
Ordóñez se había opuesto radicalmente a que se negociase con ETA el futuro del País Vasco como condición para que los separatistas abandonaran las armas. Sin embargo estaba a favor de que se buscaran salidas individuales para aquellos activistas que se mostraran dispuestos a renunciar a la violencia para lograr sus objetivos políticos. El triunfo de Ordóñez en las elecciones del 28 de mayo hubiera significado un duro golpe para ETA, ya que San Sebastián es considerada por los independentistas como su feudo.
Este atentado ha provocado nuevamente la repulsa popular en contra de ETA y de todos los círculos que apoyan directa o indirectamente a la organización terrorista. Hace precisamente un año cerca de un millón de vascos se manifestaron en contra de la violencia de ETA por las calles de Bilbao, con lo que se inició una ruptura del silencio que hasta hace poco más de dos años y medio se había instalado en la sociedad vasca y que permitía a los miembros de la banda terrorista circular sin miedo por las calles de las ciudades más importantes del País Vasco, Navarra y las provincias euskaldunes del sur de Francia.
La muerte de Ordóñez tuvo el efecto de desatar una crisis en el entorno de los independentistas vascos, algunos de los cuales se sumaron -por primera vez- al coro unánime de protestas contra el atentado. Quizás la más significativa corrió por cuenta de Julen Madarriaga , fundador de ETA y desde hace unos años integrado a la legalidad como miembro de Herri Batasuna: "Si ETA cometió el atentado y HB está de acuerdo, yo dejaría de ser de HB.
En medio de la conmoción, un favorecido indirecto parece haber sido el presidente del gobierno, Felipe González, porque el asesinato mandó a segundo plano las dificultades parlamentarias que atraviesa, basadas en la supuesta participación del Ejecutivo en la organización de los comandos antiterroristas ilegales que desataron la guerra sucia contra los sospechosos de ser miembros de ETA.
Pero el asesinato parece tener connotaciones que trascienden el tema puramente político. Según la periodista Carmen Gurruchaga, del diario El Mundo, de Madrid, Ordóñez le había comentado que estaba investigando presuntas conexiones por narcotráfico entre la policía municipal de San Sebastián y la organización terrorista. "He dado con algo muy gordo, en el momento en que lo tenga cerrado te lo cuento", le dijo Ordóñez para terminar la conversación telefónica. Unas cuantas horas más tarde yacía en el suelo de esa vieja tasca como un nuevo mártir de la paz en el País Vasco. -