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Los rescatistas trabajan en contra del tiempo para lograr sacar a los niños y su entrenador con vida.

TAILANDIA

Un milagro inconcluso

Aunque los familiares descansaron cuando aparecieron con vida los 12 niños y un adulto atrapados en una cueva de Tailandia, ahora los rescatistas luchan por sacarlos de ahí. Todas las opciones son igual de peligrosas.

7 de julio de 2018

Desde hace dos semanas los ojos del mundo están puestos en Tham Luang, una compleja red de cuevas en el norte de Tailandia convertida en el escenario de una de las operaciones de rescate más difíciles que se recuerden. Apenas a 700 metros de la entrada principal, 1.300 personas, entre socorristas y militares de varias nacionalidades, trabajan sin descanso para rescatar a los 12 niños de un equipo de fútbol y su entrenador, extraviados desde el 23 de junio cuando intentaban refugiarse de la lluvia.

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Luego de nueve días de búsqueda dos expertos buzos británicos lograron dar con su paradero 4 kilómetros adentro de la cueva. Sin embargo, la dificultad del terreno y los aguaceros e inundaciones que llegan con la temporada de monzones tienen con los nervios de punta a los rescatistas y a las decenas de familiares que esperan el regreso de sus hijos, especialmente después de la muerte de uno de los socorristas que se quedó sin oxígeno cuando regresaba de llevar provisiones a los niños.

Los expertos barajan tres posibilidades, pero ninguna es inmediata ni está exenta de riesgos. La primera opción consiste en esperar a que disminuya el nivel del agua. Aunque en los últimos días los rescatistas instalaron varias bombas para intentar drenar la cueva, y hasta el jueves habían extraído más de 120 millones de litros, los esfuerzos no han sido suficientes. Las fuertes precipitaciones inundaron varias de las cavidades de los más de 10 kilómetros de largo y en los próximos días el panorama será peor. Solo en octubre, cuando acabe la temporada de lluvias, los niveles de agua podrían parecerse a los que había cuando los niños entraron.

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Esta opción implicaría que el grupo permanezca hasta tres meses en la cueva. Las autoridades ya están preparadas con provisiones y equipos de primeros auxilios suficientes para este tiempo. En todo caso, la vida de las personas atrapadas seguirá en riesgo, pues el aumento de las inundaciones amenaza con cortar los canales de suministro de alimentos y el acceso del equipo de rescate. Eso y la disminución de oxígeno dentro de la cueva hacen que esperar sea cada vez menos una opción. Además, aunque no tienen lesiones físicas, es aún incierto el impacto psicológico de esta experiencia traumática en niños de apenas 11 a 16 años. Como dijo a SEMANA el experto rescatista colombiano Eric Velasco, “la oscuridad, la claustrofobia y la pérdida de sentido del tiempo podrían hacer que la recuperación dure años”.

La segunda posibilidad es enseñarles a los niños y al entrenador a bucear para que salgan por la misma ruta que siguieron los socorristas cuando los encontraron. Esta es tal vez la opción más rápida, pero más peligrosa. El buceo espeleológico es, incluso para los expertos, una de las especialidades más difíciles. A esa complejidad se suman los pasos estrechos donde niños que ni siquiera saben nadar tendrán que quitarse los tanques de oxígeno y movilizarse en total oscuridad durante un recorrido de casi seis horas. Y los rescatistas exploran una última opción consistente en perforar la montaña para encontrar otra salida. Sin embargo, la profundidad del sitio donde se encuentran hacen que esta operación sea aún más complicada que la idea de bucear.

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Hasta el cierre de esta edición, las autoridades aún no deciden el rumbo a tomar, pero todo indica que el tiempo se está agotando y cada vez aumenta más la presión. Después de la muerte del buzo, la caída de los niveles de oxígeno y la torrenciales lluvias, los expertos contemplan la posibilidad de sacar a los niños buceando uno a uno antes del domingo. Solo si el rescate resulta exitoso, el mundo podrá celebrar un verdadero milagro.