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REAGAN: SEXO Y POLITICA

¿Hubo funcionarios del gobierno implicados en orgías, o fue tan solo un truco publicitario?

15 de agosto de 1983

"Las cintas muestran gente prominente en el gobierno y en los negocios... gente que el presidente conoce". Con las anteriores palabras el abogado Robert Steinberg soltó ante los periodistas lo que constituyó la bomba noticiosa de la semana pasada en los Estados Unidos: la presunta existencia de videocintas tomadas en el desarrollo de orgías en las que estarían implicados varios funcionarios de la administración y del congreso. El efímero affaire duró escasamente una semana larga, mas en tan poco tiempo puso a temblar a la Casa Blanca que ya se encuentra en una posición difícil debido al sonado caso de los papeles de Carter, bautizado ahora como "Debategate" (ver recuadro). Coincidencialmente, el suceso encontró a la opinión pública especialmente receptiva debido a la condena hecha a dos senadores acusados de haber tenido relaciones con menores de edad.

COMO PARA HAROLD ROBINS
Todo comenzó con la sorpresiva noticia de que la ex modelo Vicki Morgan había sido asesinada el pasado 7 de julio en su apartamento de Los Angeles. Sin cumplir todavía los 31 años, la Morgan había protagonizado uno de los más grandes escándalos de la década cuando hace exactamente un año presentó una demanda por 10 millones de dólares contra el millonario Alfred Bloomingdale, -propietario de los almacenes del mismo nombre y fundador del Diners Club-, como supuesta contraprestación a los servicios sexuales que durante 12 años la mujer le había prestado al magnate al auspiciarle sus complejos sado masoquistas. La revelación produjo estupor entre la sociedad norteamericana pues Bloomingdale no sólo era tenido como una de las personas más respetables del país, sino que además era confidente del presidente Reagan, y su esposa, Betsy, una de las mejores amigas de la primera dama.
Según Morgan, el potentado le había prometido sostenimiento de por vida una vez que éste se acostumbró a girarle sumas superiores a los 16.000 dólares mensuales con el fin de pagar los gastos que tan particular aberración exigía. En palabras de la demandante, ella se limitaba a darle a Bloomingdale la "terapia necesaria" y por ello sus servicios requerían reconocimiento.
Sin embargo, tales argumentos no lograron convencer el juez Christian Markey quien a principios del pasado octubre descalificó la petición de Morgan al llamarla "nada más que una amante bien pagada", dejando intacta la fortuna de Bloomingdale quien había muerto al anterior mes de agosto a la edad de 66 años. Al comentar la decisión del magistrado la ex modelo se declaró "decepcionada" y recordó que ella, como confidente del millonario, sabía "detalles ignorados" sobre varias personalidades.
Lo que parecía ser una amenaza sin fundamento alguno, tomó cuerpo repentinamente en los días siguientes a la muerte de Vicki Morgan. Según lo difundido, Robert Steinberg, defensor de Marvin Pancoast -quien es el acusado de asesinar a Morgan con un bate de bélsbol mientras ésta dormía- recibió de una mujer no identificada tres video cintas tomadas durante varias orgías en las que, además de Morgan y Bloomingdale, aparecían cuatro miembros de la administraci6n Reagan y un congresista.
En opinión de los medios sensacionalistas, la conexión entre las filmaciones y el asesinato de la mujer estaba clara. La hipótesis lanzada habló de que la Morgan habría intentado extorsionar a quien apareciera en las cintas, motivo por el cual se ordenó su muerte. En resumen, un caso con todos los elementos de una novela del best-seller norteamericano Harold Robbins.
La increíble versión se volvió aún más inverosímil cuando, al otro día de haber dicho que tenía las cintas, el abogado Steinberg afirmó que le habían sido robadas y procedió a acusar de la sustracción a un misterioso personaje de los medios de comunicación, asegurando que había más copias de las películas. La confusión continuó al saberse que Steinberg había intentado negociarlas con el editor de la revista pornográfica Hustler. Consecuentemente, la atención deparada a las cintas disminuyó encaminándose a considerar la personalidad de Steinberg, de quien un colega opinara que "no ha manejado este asunto nada bien, pero ciertamente no está loco... al menos no lo estaba la semana pasada". Lo cierto es que no hay motivo aparente para que el abogado de 46 años, quien en 1969 fue candidato a alcalde de Los Angeles, haya optado por montar una patraña a costa de su prestigio personal .
No obstante, algunos de sus enemigos sostienen que Steinberg siempre ha buscado publicidad y para ello citan que cuando el constructor de automóviles John DeLorean fue detenido, el abogado de Beverly Hills mintió a un par de publicaciones locales diciendo que la había sido ofrecida la defensa del acusado. En otros medios, el movimiento fue interpretado como un intento de desprestigiar al gobierno con fines puramente electorales. Con la campaña política prendiendo motores, la administraci6n se vería afectada si algunos de sus miembros son acusados de inmorales.
Como si lo anterior fuera poco, el nuevo abogado de Marvin Pancoast, Arthur Barens, no solo negó la versión de Steinberg, sino que lo acusó de hacerse aparecer ante la prensa como el defensor de Pancoast sin haberlo sido nunca en forma oficial. A cambio, Barens insistió en la existencia de grabaciones en las que la Morgan denunciaba a las personas con quienes tuvo relaciones.
Semejante maraña de relatos fue perdiendo fuerza en las postrimerías de la semana. Si bien las declaraciones de la Morgan cuando estaba viva alientan la posibilidad de que algun material haya permanecido oculto, las contradicciones de los eventuales testigos han sido tantas que la gran prensa ha optado por esperar a ver si alguna prueba concreta se presenta. De haber un último capítulo, este se escribirá el próximo 25 cuando tanto Pancoast como Steinberg han sido citados por el tribunal que investiga la muerte de Vicki Morgan, con el fin de que aclaren su respectiva relación con el suceso. Mientras tanto la calma regresa al seno del gobierno. Después del sacudón que ha recibido este verano, lo último que le falta al presidente Reagan es comprobar que, efectivamente, varios de sus colaboradores eran compañeros de juerga de Alfred Bloomingdale.

SIGUE EL "DEBATEGATE"
Con menos elementos apasionantes, pero con una mayor trascendencia política el escándalo de los papeles de Carter sigue constituyéndose como el talon de Aquiles de la administración Reagan. Nuevas revelaciones han hecho público que no sólo estrategias de campaña salieron a escondidas de la Casa Blanca en 1980. También se han encontrado memorandos del Consejo de Seguridad Nacional y reportes confidenciales sobre la economía. Sin embargo la duda mayor sigue flotando en el ambiente: ¿quién fue el "topo" que hizo el robo?
Las hipótesis sobre la manera en que pudieron ser obtenidos los papeles abarcan las imaginaciones más febriles pero todavía no se ha identificado él canal por medio del cual los asesores del candidato Reagan pudieron conseguir tanta información. Lo más probable es que los republicanos tuvieran un amigo en el campo de Carter y tal es la afirmación de Dan Jones, un oscuro funcionario dentro de la campaña republicana, quien sostiene que recibió los documentos del llamado "topo" pero desconoce su identidad. "Nunca supe el nombre en ese entonces no lo sé todavía", agregó Jones. Las contradicciones entre el persona de la administración que supuestamente estuvo implicado en el evento sólo han contribuido a hacer más confusa la versión. Los dos principales antagonistas son James Baker jefe de Staff de la Casa Blanca, y William Casey, director de la CIA, quienes nunca han congeniado y representan las dos alas de poder en el gobierno: los moderados y los reaganianos. Ambos personajes se han desautorizado uno al otro en publico y se han acusado en privado de mutuos intentos de desprestigio. Sea cualquiera el curso que tome la investigación, desde ya se asegura que uno de los dos debe salir del gobierno.
Lo que si es indudable es que alguien miente de los antiguos colaboradores del candidato Reagan. Parece incomprensible que información de tanta trascendencia haya pasado desapercibida por la mitad de los asesores, mientras la otra parte asegura tener conocimiento del hecho. En todo ello, el único nombre limpio es el del presidente quien no ha desmayado para demostrar a la opinión pública que desea esclarecer el asunto y, si es necesario, destituirá a quien sea. No obstante, la figura del jefe del Estado no ha sido suficiente para detener la desconfianza pública. En una encuesta realizada por la revista Newsweek, el 61% de los interrogados contestó que pensaba que los ayudas de Reagan estaban envueltos de algún grado en el escándalo y un 59% se inclinó a pensar que el evento tendrá implicaciones políticas. Opiniones así pueden influir para que el próximo 6 de septiembre, cuando debe anunciar su posición frente a la reelección, Ronald Reagan decida conjurar las pérdidas para su partido al tomar el camino del retiro.