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Los japoneses, cansados de la crisis económica y la corrupción del PLD, votaron por el cambio.El partido de Yukio Hatoyama, el PDJ, fue el gran vencedor de la jornada electoral. Por cada escaño ganado, Hatoyama colgaba una rosa

JAPÓN

¡Sí se pudo!

La victoria del partido de oposición liderado por Yukio Hatoyama acabó con la hegemonía del Partido Liberal Democrático (PLD), con más de 50 años en el poder. Aunque prometió cambios, el camino no será fácil.

5 de septiembre de 2009

Como no hubo grandes manifestaciones ni algarabía cuando se conocieron los resultados de las elecciones japonesas, nadie habría pensado que se trataba de la revolución política más radical desde la Segunda Guerra Mundial. Pero, en efecto, el cambio llegó al país del sol naciente. Los nipones, cansados de la crisis económica y de un partido desgastado amigo de la corrupción y culpable del estancamiento, salieron en masa a votar por la única alternativa viable, el Partido Democrático de Japón (PDJ).

El PDJ, liderado por Yukio Hatoyama, miembro de la elite japonesa y heredero de la fábrica de llantas Bridgestone, logró una mayoría apabullante mientras que el PDL del primer ministro Taro Aso sufrió una derrota catastrófica al perder más de 200 escaños en el Parlamento. "No se trata de un simple cambio de mando. Es un momento histórico para Japón y mi esperanza es que esto sea la base para una democracia más vibrante", afirmó a SEMANA Daniel Sneider, director del Centro de Investigación sobre Asia-Pacífico de la Universidad de Stanford. En Japón la democracia había estado restringida a un solo partido y el poder estaba concentrado en un "triángulo de acero" compuesto por las grandes corporaciones, la monumental burocracia y el partido hegemónico, a quienes todos culpan por el mal manejo de la economía, estancada desde los años 90. Una de las promesas más reiteradas de Hatoyama es romper ese triángulo para devolver el poder a los políticos.

Para ello le ha declarado la guerra frontal a la inexpugnable burocracia que domina el país, pero será difícil, en especial para un partido inexperto como el DPJ. Más de 143 escaños serán llenados por primíparos que necesitarán la ayuda de los burócratas,quienes monopolizan temas tan importantes como el presupuesto y manejan una experiencia y saber técnico difícil de replicar. "Su batalla no será fácil, pero si logra su propósito cambiaría toda la estructura de la política japonesa", declaró a SEMANA desde Tokio Kosaku Dairokuno, decano de ciencia política de la Universidad Meiji.

Además de prometer aumentar el gasto social, tema espinoso si se piensa que Japón acaba de salir de una recesión severa que duró más de una década y que el déficit fiscal del país dobla el producto interno bruto, Hatoyama ofrece dar un viraje en las relaciones exteriores. Como afirmó en un comunicado, "no debemos olvidar nuestra identidad como nación localizada en Asia y para eso nos esforzaremos por buscar una cooperación económica estable y reforzar la seguridad nacional en la región." Buscará, según expertos, acercarse a sus vecinos con quienes tiene asuntos contenciosos, como China y Corea del norte. Para ello está dispuesto a cambiar la actitud histórica de Japón, que nunca se ha disculpado por las invasiones, colonizaciones y atrocidades cometidas en tiempos de guerra.

Otro enigma es cómo afectará el cambio de gobierno la relación con Estados Unidos. Aunque Hatoyama ha criticado el capitalismo rampante y ha afirmado que buscará pasar de subordinado a socio de la potencia mundial, nadie espera un cambio extremo. Como comentó a SEMANA Jun Saito, director del programa de Estudios Asiáticos de la Universidad de Yale, "la relación con Estados Unidos seguirá igual en los temas clave aunque puede haber un debate sobre seguridad y las bases norteamericanas. El PDJ trabajará por firmar un acuerdo de libre comercio, pero el cambio grande se dará en su relación con Asia."

Hatoyama, miembro de un importante y antiguo linaje político en Japón, no desbaratará el país para volver a armarlo. Buscará reavivar una democracia que se había olvidado de los ciudadanos. Al crear competencia electoral, quitarles poder a los burócratas, poner a los ciudadanos en el centro y mejorar las relaciones con sus vecinos más próximos, fortalecerá un país estático y envejecido. La revolución no será radical, pero sí era necesaria.