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Tras su muerte, la figura de Alberto Fujimori sigue dividiendo a los peruanos. ¿Revivirá el fujimorismo en las elecciones de 2026?
El expresidente de Perú Alberto Fujimori falleció este miércoles después de una larga lucha contra el cáncer. Luego de más de 20 años de su salida del poder, su figura sigue dividiendo a la sociedad peruana.
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Hay pocos mandatarios tan polémicos en la historia reciente latinoamericana como lo fue Alberto Fujimori en Perú. El expresidente falleció a los 86 años en su casa de Lima esta semana, mientras se recuperaba de una larga batalla contra el cáncer de lengua.
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Con su muerte, vuelven a salir a la luz debates sobre si fue una persona que cambió la historia de la nación inca para bien o si, por el contrario, es un criminal al que no se debería rendir homenaje.La historia del político de origen japonés empezó cuando llegó al poder en 1990, siendo el primer hijo de inmigrantes en ser elegido presidente del Perú, esto en medio de una insólita jornada electoral en la que venció al escritor Mario Vargas Llosa, quien durante toda la campaña partía como gran favorito, pero fue arrasado en la segunda vuelta.
En ese momento, el país vivía los años más violentos de la lucha contra el grupo terrorista Sendero Luminoso, el cual asolaba a ese país con atentados terroristas y masacres de población civil. Esta organización al margen de la ley buscaba tomarse el poder, pero Fujimori prometió mano dura. A los pocos meses de llegar a la presidencia, empezó a capturar y dar de baja a los líderes de esa guerrilla.
“En el país en los años noventa tú caminabas y podrías tener un coche bomba a una cuadra, a 100 metros tuyos o ser víctima directamente. Tenías que estudiar con lámparas porque volaban las torres de alta tensión con bombas. Eso es parte de lo que él enfrentó en su gobierno”, dice a SEMANA César Candela, experto en Gobierno y Políticas Públicas de Perú, sobre el mandato de Fujimori, que en 1992 logró la captura del líder de Sendero Luminoso, Abimael Guzmán.
Pero hay otra cara de la moneda. Fujimori también fue una figura oscura desde muchos ámbitos. Por ejemplo, en el mismo 1992 ordenó el cierre del Congreso por más de un año en un denominado autogolpe de Estado. En 1995, en medio de un supuesto programa de política anticonceptiva, fueron esterilizadas unas 300.000 mujeres sin su consentimiento, la mayoría en poblaciones muy pobres.
Y también se cuestiona la toma de control de medios de comunicación opositores.Su mandato llegó a su fin en el año 2000 por un escándalo de corrupción de compra de líderes políticos para que apoyaran su segunda reelección. Pero fue hasta 2009 que fue acusado y tuvo que responder ante la justicia por las masacres de Barrios Altos y La Cantuta, en las que 25 personas fueron asesinadas por grupos paramilitares que respondían a órdenes directas del mismo Fujimori.
En total, las condenas por sus crímenes sumaban más de 39 años de pena. Sin embargo, varias veces fue liberado y vuelto a encarcelar por distintas razones.“Yo no soy fujimorista, pero eso no significa que no hay que reconocer las cosas positivas que pudo haber hecho cualquier líder o presidente.
Hemos tenido un gran crecimiento con él muy importante y es de lo más significativo de la historia”, asegura Candela, que también dice que no hay que olvidar a las víctimas por las que fue condenado el mandatario.
Ahora, se cree que su muerte podría convertirse en una especie de resurrección del fujimorismo con la figura de su hija Keiko, quien ha sido candidata en tres ocasiones, pero no ha logrado ser presidenta al perder por estrechos márgenes. Las elecciones serán en dos años, y a pesar de que también está manchada de escándalos de corrupción, como el de Odebrecht, su nombre sigue sonando como una opción fuerte para la jefatura de Estado.