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Alejandro Gaviria | Foto: Alejandro Acosta

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Alejandro Gaviria, un ministro de vanguardia

Las posiciones de Alejandro Gaviria sobre el glifosato y la eutanasia son solo algunas de una serie que lo está convirtiendo en un abanderado del país moderno.

2 de mayo de 2015

Cuando el Gobierno designó al economista e ingeniero civil Alejandro Gaviria ministro de Salud, muchos pensaron que le estaban cerrando la posibilidad de ser ministro de Hacienda o de Educación, los grandes temas que lo apasionan. Incluso, el gremio médico se molestó con el presidente Juan Manuel Santos por no haber escogido a uno de ellos en esa cartera.

Dos años y siete meses después, Gaviria se ha convertido en uno de los ministros más respetados dentro y fuera del gabinete, no solo por la labor que ha hecho para salvar el sistema, sino porque ha asumido posiciones vanguardistas que no siempre son las que quiere la galería pero que están muy bien ranqueadas en los círculos académicos. Desató la última polémica esta semana cuando decidió enviarle una carta al Consejo Nacional de Estupefacientes en la que recomienda suspender de inmediato el uso del glifosato en las operaciones de aspersión aérea para la erradicación de cultivos ilícitos.

Si bien consultó la decisión con el presidente, es claro que desde que Gaviria se enteró de que la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC), que hace parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS), clasificó al herbicida como probablemente cancerígeno, un dilema empezó a perseguirlo. Sus convicciones le imponían defender el bien común, pero un pronunciamiento como este era una carga de profundidad contra la estrategia más importante y persistente que ha tenido el Estado para luchar contra los cultivos ilícitos.

De hecho su carta generó divisiones dentro del gobierno pues el ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, así como varios comandantes de las Fuerzas Armadas estuvieron en contra de la solicitud.

Además de su posición frente al glifosato, Gaviria ha desatado otras polémicas nacionales e internacionales, precisamente por mantener posiciones radicales en defensa del interés general y el respeto de las libertades individuales. Sus posiciones vanguardistas van, en muchas ocasiones, en contra de lo que piensa la mayoría de una sociedad conservadora como es la colombiana, en la que temas como el aborto, la marihuana, la sexualidad y el derecho a morir dignamente son tabú.

La semana pasada, por ejemplo, Gaviria desafió al procurador general, Alejandro Ordóñez, a la Iglesia católica y parte del conservatismo al expedir una resolución que reglamenta la aplicación de la eutanasia.

Para Gaviria su decisión, que corresponde a lo ordenado por un fallo de la Corte Constitucional, organiza la ruta administrativa para el trámite de esos casos y las responsabilidades de los médicos, hospitales, EPS y demás actores involucrados. La resolución incluyó la imposibilidad de la “objeción de conciencia institucional” que algunos hospitales esgrimen para negar la aplicación de esos procedimientos a los pacientes.

Precisamente, estos enfrentamientos con el procurador, uno de los principales representantes de la sociedad conservadora colombiana, se han hecho cada vez más frecuentes y parecen que no van a terminar por lo menos mientras él esté al mando de la cartera de Salud. Uno de sus primeros roces con Ordóñez ocurrió solo seis meses después de haber ocupado el cargo de ministro. En mayo de 2013 defendió el aborto en los tres casos permitidos por la ley, frente a un proyecto avalado por el procurador que buscaba prohibir totalmente esta práctica. En ese momento dijo: “No tiene sentido que mientras discutimos el acceso a la salud como un derecho fundamental, ahora como Estado volteemos la espalda a una mujer que tiene un embarazo riesgoso”.

En cuanto al debate de la adopción de menores por parejas homosexuales en la Corte Constitucional y al proyecto de ley para el uso medicinal de la marihuana que cursa en estos momentos en el Congreso, Gaviria ha tomado una posición progresista. Como representante del Ejecutivo el ministro no objetó que los gais pudieran adoptar y respaldó la iniciativa de la marihuana medicinal, decisiones que no ha le han caído muy bien al procurador. Incluso ahora, cuando se habla de un proyecto que busca permitir en el aborto en cualquier situación, estaría dispuesto a apoyarlo.

Además de enfrentarse a los sectores conservadores, el ministro ha tomado polémicas decisiones como el doloroso caso de Camila Abuabara y la polémica que se armó en El Carmen de Bolívar contra el papiloma humano. La gran mayoría de la opinión pública del país consideró que había actuado sin corazón, y que los dramas de una joven con leucemia y de las niñas que supuestamente resultaron enfermas por la aplicación de la vacuna contra el papiloma no lo habían conmovido.

Sin embargo, estas actuaciones han tenido una razón: la protección de la salud y del patrimonio de la mayoría de los colombianos. En el asunto de Camila, se opuso al uso de recursos públicos en un tratamiento en el exterior, que puede ser prestado en Colombia y debe ser realizado por su EPS. Todo ese dinero debía ser usado en ese tratamiento o en el bienestar del resto de los usuarios del sistema de salud del país. Y frente a los efectos nocivos de la vacuna contra el papiloma, Gaviria salió en defensa de una política, que como la de vacunación, ha sido exitosa y ha evitado que miles de mujeres desarrollen cáncer de útero.

En su defensa por el derecho a la salud, el ministro Gaviria también ha desplegado posiciones audaces frente a la política farmacéutica que han causado el descontento de grandes laboratorios internacionales. En materia de medicamentos, intervino los precios de los fármacos. Además, Gaviria expidió un decreto que regula el mercado de los medicamentos biotecnológicos y permite fabricar o importar biogenéricos. Esa medida generó incluso una carta de preocupación del vicepresidente de Estados Unidos, Joseph Biden.

Esa decisión ha puesto a Colombia a la vanguardia en el mundo, tanto que actualmente la Organización Mundial de la Salud (OMS) está dividida. El caso será abordado en Ginebra por todos los países miembros de esa organización. Gaviria viajará a defender la posición del país.

La pregunta es por qué un funcionario público ha decidido nadar contra la corriente y defender principios que aunque no son del agrado de la mayoría de los colombianos sí los han beneficiado profundamente. Según él, su defensa de las libertades individuales y del bienestar común provienen de esos pensadores liberales radicales del siglo XIX, que buscaban romper con las cadenas del pensamiento conservador y establecer una sociedad en donde la razón y la evidencia empírica fueran sus guías.

En un país donde temas que en otros lugares del mundo ya han sido superados, como el consumo de marihuana, y donde el acceso a la salud todavía es precario, Gaviria no solo ha sido un ministro que administra la salud. Está en proceso de convertirse en un líder nacional que busca guiar al país hacia la modernidad.