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ALMAS BENDITAS

Lo que antes era un mal aguero, se ha vuelto una mala costumbre en el país: el asesinato de curas en el país

29 de junio de 1987

Si Jesucristo hubiera bajado a la Tierra en la década de los 80 y llegado a Colombia a predicar, muy seguramente no habría muerto crucificado sino ametrallado. Los representantes de Dios en la Tierra, que hasta hace poco pertenecían a una casta privilegiada de intocables, se han convertido--en este país del Sagrado Corazón-en uno de los blancos predilectos de las balas asesinas. Durante los últimos siete años, alrededor de veinte sacerdotes (ver recuadro) han entrado a engrosar, junto con jueces, militares, guerrilleros políticos y mafiosos, la interminable lista de "ajusticiados" que diariamente llenan las primeras páginas de los periódicos colombianos.

La semana pasada los asesinos de curas cobraron una nueva víctima. A las 10:30 de la mañana del lunes 25 de mayo, dos sujetos que se movilizaban en una moto dieron muerte a Bernardo López Arroyave cura párroco de Sincé, Sucre. El sacerdote había salido a comprarle verduras a un vendedor ambulante que pasaba en frente de la casa cural, cuando uno de los criminales le descargó tres disparos en la cabeza. El monaguillo, que presenció de cerca los hechos, subió entonces a la torre de la iglesia y echó al vuelo las campanas.

Los asesinos emprendieron la huida, pero el nerviosismo que produjeron los campanazos de alerta llamando a la población hizo que los sicarios se estrellaran contra una carretilla cargada de madera. Luego de tres horas de intensa persecución, y a pesar de los disparos que los criminales hacían contra la muchedumbre, los sincianos lograron capturarlos en las cercanias del pueblo, y de no ser por la intervención de la policía, que tuvo que pedir refuerzos para disputárselos a la población enfurecida, los dos sujetos habrían terminado linchados en el centro de la plaza de Sincé.

La reacción de los feligreses no era gratuita. Desde su llegada al pueblo, hacía tan solo cuatro meses, el padre López había logrado ganarse la simpatía de todos sus habitantes, hasta el punto de que "hizo que la gente que había dejado de ir a misa volviera", según dijo a SEMANA Gilberto Alvarez, habitante de Sincé. Para los lugareños el sacerdote, "con su política de entrega a los pobres y necesitados y su labor en pro de la justicia social", contrastaba abiertamente con la actitud del antiguo cura párroco, quien después de veinticuatro años de permanencia en el pueblo no llegó a ser para los sincianos más que un señor "agrio, repelente y temperamental" .

El hecho de que su permanencia fuera interina, programada solamente hasta el 31 de mayo de este año, hizo que los habitantes del pueblo se organizaran en comisiones para pedir al arzobispo de la diócesis de Sincelejo, Héctor Jaramillo, que "por favor no les cambiaran al cura". El sentimiento era recíproco, Bernardo López le había confesado a sus familiares que nunca antes se había sentido tan feliz en un pueblo como en este, y había incluso llegado a pedir a sus feligreses que cuando muriera lo enterraran en Sincé. Pero lo único que los 20 mil habitantes del pueblo pudieron hacer fue despedirlo con pañuelos blancos cuando su cadáver era trasladado a Medellín. Hoy solo conservan el recuerdo de las palabras del sacerdote en su última homilía dominical cuando, con lágrimas en los ojos, definió la muerte como "un estado de paz y descanso para el hombre".

EL CALVARIO
Y era un una premonición. El cura Bernardo López Arroyabe sabía desde hace mucho tiempo que lo iban a matar. Ya en 1972, mientras se de sempeñaba como párroco de Puerto Boyacá logró salvarse de la explosión de una bomba colocada en la casa cural, porque no se encontraba allí.
Tiempo después se vio obligado a abandonar la población antioqueña de Virginias al ser "boleteado" y amenazado de muerte por el MAS (Muerte a Secuestradores), para que suspendiera las permanentes denuncias que hacía sobre las actividades de estos grupos paramilitares en el Magdalena Medio. Fue entonces trasladado a Cocorná, Antioquia, donde en medio de una reunión para la conformación de una cooperativa de campesinos, llegaron veinte hombres armados que, disparando a diestra y siniestra, dieron cuenta de cinco labriegos mas no del padre López, quien se salvó milagrosamente.

En 1983, estando a cargo de la parroquia de San Vicente de Chucurí, cumplió un papel determinante en la denuncia y posterior captura de los tres primeros acusados de pertenecer al MAS. De esta población pasó a la parroquia Las Granjas en Barrancabermeja, donde sobrevivió a otro atentado. Viajó posteriormente a Sincelejo y luego al municipio de Colosó Sucre. Fue entonces cuando se le destinó como párroco interino de Sincé, donde finalmente sus asesinos lograron lo que habían estado intentando desde hace quince años.

"Id por el mundo y predicad el Evangelio", parece haber sido la frase de la Biblia que mejor aprendió Bernardo López Arroyave, quien luego de una intensa actividad política en el Partido Conservador, que lo llevó a la Asamblea antioqueña en su época de estudiante de derecho en la Pontificia Universidad Bolivariana decidió inesperadamente, justo un día después de haber pronunciado un discurso en favor de la campaña de Guillermo León Valencia en la casa de Marco Fidel Suárez en Bello, ingresar al Seminario de Vocaciones Tardías en el municipio antioqueño de La Ceja. Tenía veintinueve años.

El deseo de perfeccionar sus principios conservadores lo llevó a buscar el (amino de la Iglesia. Pero sus convicciones políticas fueron desbordadas por su vocación de lucha en pro de la justicia social, ideales que fueron alimentados y compartidos con su compañero de celda, el sacerdote nicaraguense Ernesto Cardenal. Era la época de Camilo Torres, y como tantos otros clérigos de la Iglesia Católica en Colombia y Latinoamérica, Bernardo López también se vio afectado por el síndrome libertario y el compromiso social con los pobres que desató el cura guerrillero.

Fue muy cercano a los grupos de Golconda--movimiento de sacerdotes rebeldes surgido después de la muerte de Camilo Torres--, pero se identificó más con aquellos que rechazaban la lucha armada como opción cristiana. Fue siempre un pacifista de convicción, y en esto se identificaba plenamente con sus tres hermanos, también sacerdotes, Gonzalo, Jesús y Elí, quienes afirman que "somos cristianos y como tales rechazamos las dos clases de violencia, la institucionalizada y la guerrillera. Ambas son anticristianas y antievangélicas".

A principios de los 80 los curas López, en una situación que parece obra de la mano de Dios o quién sabe si del diablo, fueron destinados a conducir las parroquias de distintas poblaciones a lo largo de la convulsionada zona del Magdalena Medio; Bernardo en San Vicente de Chucurí, Gonzalo en Puerto Berrío, Jesús en Puerto Triunfo y Elí en Barrancabermeja.
Todos, desde sus púlpitos, f,ustigaban sin descanso a los culpables de la violencia que había puesto a los campesinos de la región en el medio de dos fuegos.

En 1983, cuando Puerto Berrío estaba convertido en la zona roja del Magdalena Medio, donde militantes de las FARC y miembros del MAS se habían trenzado en una guerra que cobraba por lo menos un muerto diario, el padre Gonzalo López dijo a SEMANA: "Si yo callo puede que salve mi cuerpo, pero no mi alma.
Uno sabe que cuando cumple con su deber se granjea enemigos, ya sea de los unos o de los tros". Y el padre Elí, en esa misma ocasión, aseguró: "Condeno la violencia, venga de donde viniere. Lo que pasa es que basta que uno esté defendiendo al pueblo para ganarse el apelativo de colaborador de la subversión".

Por su parte, Bernardo se declaraba un ferviente defensor de los derechos humanos y fue uno de los primeros en apoyar a Carlos Jiménez Gómez, procurador de la administración anterior, cuando este denunció la participación de miembros de las Fuerzas Armadas en las acciones de los grupos paramilitares. Esto le valió a él y a sus hermanos que en más de una ocasión fueran acusados de colaborar con los alzados en armas. Al respecto uno de los López acuñó una frase que todos ellos compartian: "Si hay alguien que sea anticomunista, esos somos nosotros. Pero si hay alguien que esté defendiendo los derechos humanos contra las balas de las FARC y del MAS, esos también somos nosotros".

La posición adoptada por los hermanos López ha sido tan neutral que, cuando en septiembre de 1984 SEMANA volvió al Magdalena Medio, Gonzalo no tuvo reparo en afirmar que gracias a la presencia del coronel Yanine al mando de las acciones cívico-militares emprendidas por la XIV Brigada, "las cosas cambiaron sustancialmente en Puerto Berrío y los campesinos comenzaron a ver a los soldados como alguien que les colaboraba"

PERDONALOS SEÑOR
Pero su neutralidad política no ha alcanzado a extenderse tanto como para neutralizar la beligerancia temperamental de los López. Y a pesar de lo avanzado de sus edades (Gonzalo 64 años, Jesús 61, Elí 59 y Bernardo 54), no han sido pocas las ocasiones en que han asumido actitudes de abierto desafío frente a quienes los han amenazado. En una ocasión, cuando un piquete militar llegó a merodear por la casa cural de Puerto Boyacá, Bernardo le dijo al comandante: "¿Están buscando mis armas? Aquí están, pero mi hermano se llevó las llaves". Los soldados procedieron entonces a tumbar la puerta a patadas y efectivamente encontraron las armas del sacerdote: el cáliz, los copones, sus hábitos y la Biblia. Al día siguiente el cura instauro una demanda contra el comandante de la operación.

En otra oportunidad, cuando le informaron al padre Bernardo que un mayor del Ejército había dicho que "a esos curas guerrilleros lo que hay que daríes es bala", el párroco madrugó al batallón y, delante de soldados y campesinos, retó al militar a que "si me va a matar, hágalo ahora y aquí, delante de todo el pueblo".
Sus diálogos catequizadores incluían la explicación a los campesinos de la división del mundo en clases sociales.
Alguna vez, cuando dibujaba en un tablero la conocida pirámide, fue sorprendido por un jefe militar que lo acusó de estar dictando cátedra comunista, ante lo cual el cura respondió: "Qué clases comunistas ni qué ocho cuartos, ¿no ve que es el triángulo de la Santísima Trinidad?".

Pero si en todas estas ocasiones el padre Bernardo contó con la suerte suficiente para mantenerse vivo, el Angel de la Guarda resolvió abandonarlo el pasado 25 de mayo, cuando quedó demostrado una vez más que, en la guerra sucia desatada actualmente en Colombia, los sacerdotes también están en medio de los dos fuegos. Y las declaraciones del propio secretario de la Conferencia Episcopal Colombiana, monseñor Guillermo Melguizo, en el sentido de que el padre López venía siendo acosado por grupos paramilitares, permiten deducir que en este caso particular los fuegos siniestros vinieron de la extrema derecha.--

LOS SACRIFICADOS

NOMBRE FECHA LUGAR AUTORES
Francisco Ramirez Sept. 9 de 1980 Medellín Paramilit.
David Arango M. Mayo 10 de 1981 Antioquia Desconoc.
Celedonio Cardona Agos. 22 de 1981 Medellín Guerrilla
Alfredo Robles Dic. 25 de 1983 Medellín Guerrilla
Pedro Pablo B. Enero 2 de 1984 Medellín Del. com.
Ulcué Chocué Nov.10 de 1984 Santander Paramilit.
Pablo Emilio Ariza Feb. 24 de 1985 Barranq. Guerrilla
Daniel Guillard Abril 9 de 1985 Cali Ejército
Iner García D. Mayo 9 de 1985 Palmira Paramilit.
Mario Martínez Agos. 28 de 1985 Medellín Desconoc.
Raúl Cuervo Oct. 21 de 1985 Arauca Guerrilla
Alfonso Velásquez Mayo 5 de 1986 Medellín Del. com.
Gilberto Serrano Mayo 15 de 1986 Bmanga Desconoc.
Javier Alvarez Marzo 22 de 1987 Medellín Paramilit.
Roque Gil Mayo 3 d3 1987 Cali Del. com.
Rubén Vallejo Mayo 6 de 1987 Medellín Desconoc.
Luis Angel Ochoa Mayo 22 de 1987 Necoclí Mafía.
Bernardo Lopez Mayo 25 de 1987 Sincé Paramilit.

La lista anterior no incluye a los guerrilleros caídos en combate.