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Los equipos negociadores del gobierno y de las Farc se encontrarán en Oslo esta semana para dar inicio formal a las negociaciones. Por parte del gobierno asistirán Frank Pearl, Sergio Jaramillo, Humberto de la Calle y el general (r) Jorge Enrique Mora. No aparecen en la foto el general (r) Óscar Naranjo y Luis Carlos Villegas.

ABC

Así será la negociación

SEMANA contesta las diez preguntas que todo el mundo se hace sobre el proceso de paz entre el gobierno y las Farc que arranca esta semana.

13 de octubre de 2012

Este miércoles 17 de octubre empieza en Oslo, Noruega, el cuarto y, probablemente, el último intento en esta generación de llegar a un final negociado del conflicto armado con las Farc. Por primera vez, hay motivos para el optimismo.

Tres intentos anteriores con esta guerrilla fracasaron: entre 1983 y 1987, durante el gobierno de Belisario Betancur; entre 1990 y 1991, bajo el de César Gaviria, cuando se negoció con la Coordinadora Guerrillera, y entre 1999 y 2002, cuando el presidente Andrés Pastrana despejó El Caguán. Varias razones hacen distinto este proceso.

Por primera vez, las Farc se sientan a negociar en una situación de derrota estratégica de su proyecto de toma armada del poder, frente a un Estado con una contundente ventaja militar. Las conversaciones son secretas. La agenda se limita a cinco temas precisos y tiene como fin expreso la terminación del conflicto armado. Los diálogos tienen lugar en el extranjero y sin despejes territoriales en Colombia. Y el trámite, aunque su duración no se precisa, aspira a ser "expedito". Solo habrá cese al fuego cuando se firme un acuerdo final. Por primera vez, los uniformados han sido tenidos en cuenta desde el comienzo y hay dos generales en retiro en la mesa. Los gobiernos de Venezuela y Cuba, a los que la guerrilla escucha y que vienen insistiéndole en que el tiempo de la lucha armada pasó, pueden jugar un papel fundamental.

Hay obstáculos. Hay quienes se oponen a toda generosidad con las Farc e insisten en proseguir la guerra. Se teme que estas aprovechen las conversaciones para tomar aire. Aun si se firma, la paz con las Farc no será la paz de Colombia, cuya sociedad, más allá del conflicto armado, está marcada por el narcotráfico y la violencia cotidiana. Pero, por primera vez en una década, el país está ante la posibilidad de dar un paso definitivo para erradicar la violencia de la política, que es lo que en el fondo significa un final negociado del conflicto armado.

SEMANA presenta el ABC de este proceso cuyo anuncio oficial hace unas pocas semanas ha cambiado radicalmente la agenda del país y de la cual dependen los próximos años de la vida nacional y el juicio que la historia hará de este gobierno.

1. ¿Cuáles son los cinco puntos que se van a negociar?

Con cinco puntos de contenido y uno de procedimiento, la agenda es reducida y focalizada. En La Habana no estarán en cuestión, como ocurrió en El Caguán, temas como el modelo de Estado o de economía.

A •Desarrollo agrario. El gobierno llega con una ley de desarrollo rural -progresista y ambiciosa para la Colombia de hoy- y las Farc con el Programa Agrario de los Guerrilleros, que llama a expropiar los latifundios para repartirlos entre el campesinado pobre, programa tan viejo (1964) como actual en un país que no hizo reforma agraria y en el cual el despojo y la acumulación violenta de la tierra están en la base del conflicto armado. Las Farc fueron en sus orígenes una rebelión campesina y en las zonas rurales está su base social; por tanto consideran este tema decisivo.

B •Participación política. El proceso enfrenta un ambiente de opinión que es favorable a la paz pero hostil a la participación de las Farc en la política y a perdonar sus crímenes a cambio de su desmovilización. A esta contradicción se suman las dificultades jurídicas con las que habrá que lidiar. Mientras avanza la negociación, el país deberá definir cuáles delitos considerar conexos al delito político, qué hacer con los guerrilleros que tengan condenas (toda la cúpula de las Farc), cuya participación en política prohíbe la Constitución, y qué tratamiento dar a quienes hayan cometido graves violaciones del derecho internacional.

Una prueba ácida del proceso es la Marcha Patriótica, un movimiento de obvia raigambre en zonas de influencia histórica de las Farc y que aglutina a otros grupos de izquierda. Dado que este movimiento va a coexistir con la guerrilla armada mientras dure la negociación, las partes en la mesa tienen la responsabilidad de impedir que se repita la trágica experiencia de la Unión Patriótica: el gobierno, protegiendo a sus integrantes de los ataques de la extrema derecha; las Farc, absteniéndose de usar la recién creada agrupación como parte de su tradicional estrategia de "combinar las formas de lucha".

C •Fin del conflicto. Es la primera vez que la guerrilla y el Estado se proponen el objetivo explícito de poner fin a la guerra, un acuerdo sin precedentes. En el camino está pactar asuntos tan espinosos como un cese de hostilidades "bilateral y definitivo", la dejación de armas y la reintegración de las Farc, la situación de los presos de esta guerrilla y las reformas institucionales necesarias.

Una de las críticas que se le hacen a la agenda es que habla de "dejación de armas", no de entrega de las mismas. La diferencia no es semántica: una cosa es rendir los fusiles para ser destruidos; otra, muy distinta, sería simplemente dejar de usarlos, sin entregarlos, lo cual haría fútil el acuerdo. Otro gran interrogante es la magnitud de las eventuales disidencias de las Farc que prefieran mantenerse activas y profundizar su vínculo con el tráfico de drogas, en lugar de desmovilizarse.

D •Drogas ilícitas. La agenda habla de "solución" a este problema, imposible de resolver sin un consenso internacional por ahora improbable. Sin embargo, es un hecho que de la negociación deben salir fórmulas alternativas para las cerca de 63.000 familias cocaleras, parte esencial de la base social de las Farc. Que estas renuncien a su profunda dependencia de las áreas de cultivo de coca y a su control de laboratorios y rutas de tránsito (nadie les cree ya que se limiten a un ‘impuesto‘ al cultivo, según insisten sus voceros) es determinante, no solo para el fin del conflicto sino para que Estados Unidos, que les pidió en estos días cortar su relación con el narcotráfico, no se atraviesen en el proceso.

E •Víctimas. La inclusión de este tema es un gran avance, pero esconde una inmensa paradoja. Cuando se esperaba que las Farc reconocieran a sus víctimas y pidieran perdón a secuestrados, mutilados por explosivos o muertos y damnificados por tomas de pueblos, fue toda una sorpresa que sus voceros declararan a las Farc "las primeras víctimas" del conflicto armado. Lo que empezó como un movimiento campesino de autodefensa frente a un Estado avasallador y latifundista, se volvió una máquina de guerra que ha cometido todo tipo de atrocidades contra civiles inermes. Desde ya se anuncia que la gran polémica que Colombia enfrenta es la de definir el balance de verdad, justicia y reparación que haga posible, a la vez, una desmovilización exitosa de las Farc y el respeto de los derechos de las víctimas.

De ahí, uno de los grandes interrogantes de la negociación: el Estado, por su voluntad u obligado por las cortes o la presión popular, ha venido aceptando su inmensa responsabilidad en el conflicto, pero ¿aceptarán las Farc que han sido perpetradoras de toda clase de violaciones al derecho internacional y que están en la obligación de pedir perdón, contar la verdad (por ejemplo, decir dónde están los secuestrados que nunca volvieron) y reparar a sus víctimas?

2. ¿Quiénes son los negociadores?

En la mesa solo estarán sentados el gobierno y las Farc, cada uno con una delegación de hasta 30 personas. Hasta diez representantes por cada parte pueden participar en la mesa. Cinco de ellos serán plenipotenciarios.

Por el gobierno estarán el jefe de la delegación, Humberto de la Calle, exconstituyente y político veterano; Sergio Jaramillo, alto comisionado para la Paz; Frank Pearl, titular de este cargo en la administración Uribe; Luis Carlos Villegas, presidente de la Asociación Nacional de Industriales, y los generales en retiro Jorge Enrique Mora, del Ejército, y Óscar Naranjo, de la Policía. La inclusión por primera vez de ex miembros de las Fuerzas Armadas, con las que siempre han querido hablar las Farc directamente, es una ventaja.

Encabeza la delegación de las Farc Iván Márquez, de quien se ha dicho que es escéptico frente al proceso; completan los plenipotenciarios Marco León Calarcá, de la Comisión Internacional, Andrés París, exnegociador en El Caguán, y Ricardo Granda, también en labores internacionales. Las Farc han pedido la presencia en la mesa, así sea virtual, de Simón Trinidad, preso en Estados Unidos. No está claro si el gobierno estudia fórmulas para buscarla. Los negociadores están entre los 50 y los 60 años y son la generación urbana y universitaria de las Farc, casi todos provenientes de las filas de la Juventud Comunista de los años ochenta. El único histórico es el llamado sargento Pascuas, fundador de esta guerrilla junto a Tirofijo.

3. ¿Cuál es el estatus de los negociadores de la guerrilla?

La Fiscalía ha levantado las órdenes de captura que pesan en su contra y se ha procedido a pedir lo mismo a la Interpol. Los guerrilleros tienen estatus de "miembros representantes" de una organización armada ilegal que negocia con el gobierno, de acuerdo a la Ley 418.

4. ¿Cómo está diseñado el proceso?

En tres fases. La primera tuvo lugar entre febrero y agosto de este año en La Habana, Cuba, y llevó a una agenda común para terminar el conflicto. La segunda, que se inicia en Oslo y se traslada al cabo de un par de semanas a La Habana, es la negociación propiamente dicha. Esta debe conducir a un acuerdo sobre los cinco grandes temas en discusión y sobre los mecanismos para que cese la guerra. En la fase final, de implementación, cesarían las hostilidades, las Farc se desmovilizarían y se aplicarían los acuerdos alcanzados y los mecanismos de verificación acordados.

5. ¿Cómo será la fase de negociación?

Las negociaciones, que comienzan en Oslo y continúan en La Habana, serán "ininterrumpidas" y las discusiones de la Mesa "no se harán públicas", aunque habrá mecanismos para informar periódicamente sobre su evolución. Se empezará por el tema agrario. Luego se acordará en qué orden discutir los otros cuatro puntos (es probable que el de drogas ilícitas venga enseguida y que el más difícil, el del fin del conflicto, sea el último). Se definió que "nada está acordado hasta que todo esté acordado", es decir, la negociación solo será válida cuando termine con un acuerdo completo.

Al final, se discutirá cómo implementar los acuerdos. Los puntos más delicados serán los mecanismos de verificación y de resolución de diferencias que puedan surgir al aplicar lo acordado. Se prevé acompañamiento internacional y la posible participación de la sociedad en esos mecanismos (comisiones y otras instancias).

6. ¿Cuánto tiempo puede durar la fase de negociación?

El gobierno aspira a entre ocho y doce meses; las Farc han insinuado que ese lapso puede ser muy corto. Hay riesgo de que la negociación se superponga con la campaña de 2014, que empieza a fines del año entrante. Colombia cuenta con funestos precedentes de la paz como tema electoral. La agenda no menciona plazos, pero dice que se debe concluir el trabajo "de manera expedita y en el menor tiempo posible".

7. ¿Cuál es el papel de los países participantes?

Hay una evidente simetría en los compañeros de viaje foráneos, que no son mediadores, pero pueden ser claves. Como "garantes", el gobierno comunista de Cuba y el de Noruega, con una honorable tradición de mediación en conflictos armados; en calidad de "acompañantes", el venezolano Hugo Chávez y Sebastián Piñera, de Chile y centro derecha. Cuba aporta el escenario y la logística -y una voz de izquierda cercana a las Farc-. El papel de Chávez ha sido reconocido por las partes como "fundamental". Por los cambios en las condiciones internacionales y en la relación bilateral, el coronel puede ser el primer interesado en un proceso que lo libre de las incomodidades de albergar un grupo armado extranjero en su territorio y que convierta eventualmente a las Farc en un movimiento legal y desarmado, afín al ideal bolivariano.

8. ¿Cuándo habrá cese al fuego y de hostilidades?

Está acordado que el proceso de cese de hostilidades y desmovilización solo se iniciaría después de la firma del acuerdo final y que tomará "un tiempo prudencial acordado por las partes". Sectores de derecha e izquierda coinciden en criticar el proceso por que va a tener lugar en medio de todos los fuegos, y las Farc mismas están pidiendo cese de hostilidades (propusieron cesar sus atentados a cambio de que los militares paren los bombardeos contra sus campamentos). Negociar en medio de la guerra puede plantear trastornos al proceso. Sin embargo, no ocurrió así durante las conversaciones en La Habana, e iniciar las negociaciones discutiendo cómo se verificaría un cese de hostilidades con 67 frentes de las Farc regados por medio país y cuál es la definición de ‘hostilidades‘ podría empantanar todo el proceso.

9. ¿Cómo participará la sociedad en la negociación?

Mientras el gobierno y las Farc han acordado que en la mesa solo estarán ambos, innumerables personajes y organizaciones, dentro y fuera del país, están pidiendo pista para participar. La ausencia de la sociedad civil en la mesa es la otra gran crítica que, desde izquierda y derecha, se hace al proceso. Hay reuniones, foros, movilizaciones pidiendo su inclusión. De los indígenas al Congreso, pasando hasta por las propias Farc, hay toda clase de propuestas para que la sociedad civil participe. En la mesa se están diseñando mecanismos para recibir esas propuestas. El gobierno y las súbitamente revitalizadas comisiones de paz del Congreso acordaron una serie de mesas regionales, este año y a comienzos del próximo, para que representantes de la sociedad discutan y presenten sus aportes. Paralelamente, se desarrolla un amplio proceso de movilización popular y campesina en respaldo de la paz. Pero el caso es que, al menos en la fase de negociación que ahora empieza, la sociedad estará representada, a lo sumo, por los expertos que las partes convoquen a la mesa para la discusión de los temas, y la negociación se hará, exclusivamente, entre el gobierno y la guerrilla.

10. ¿Estará EL ELN?

Por ahora no. Aunque el Ejército de Liberación Nacional ha manifestado su interés y ha hablado de conformar una mesa única, esto no solo no se ha acordado sino que cabe preguntarse si sería lo más indicado. A diferencia de las Farc y pese a ser mucho más débil militarmente, el ELN mantiene sin cambios su idea de hacer una convención nacional para discutir el fin del conflicto, un modelo muy distinto del acordado ahora con las Farc. Sin embargo, los hombres de Gabino, que han negociado sin resultado con cuatro gobiernos desde 1991, quizás terminen aceptando que este es el último bus en el que pueden subirse. Un proceso con ellos es importante pero hay mucho escepticismo dentro del gobierno dado que ese grupo guerrillero es muy dado a la retórica y podría empantanar las negociaciones con las Farc.