Tras los últimos ataques del ELN, el Ejército intensificó las operaciones militares. | Foto: Ilustración SEMANA

PAZ

Gobierno y el ELN: ¿para dónde va la negociación?

Mientras las conversaciones de La Habana avanzan rápidamente, el proceso con el ELN parece descarrilado. Los pocos avances en la fase exploratoria y los últimos ataques impiden que la negociación avance.

9 de febrero de 2016

Cuando en el ambiente gravita un aire de incertidumbre por cuenta del rumbo que tome la negociación con el ELN, unos sucumben con la idea de que ese proceso no tiene rumbo y los más optimistas se aferran a la creencia de que “nunca es más oscura la noche que cuando va a amanecer”.

El incremento indiscriminado de los ataques de esa guerrilla contra la fuerza pública y la infraestructura petrolera les hacen un profundo daño a la confianza y la voluntad que el ciudadano de a pie le ve a ese grupo insurgente para sentarse a negociar.

Nadie se explica por qué el ELN juega a doble vía. Mientras por un lado le da vuelo a la posibilidad de instalar la mesa de conversaciones e insiste en un cese bilateral del fuego para crear un “clima favorable”, por el otro intensifica sus operaciones militares.  

La respuesta del Gobierno ha sido tajante e incluso repetitiva: “al ELN lo está dejando el tren de la paz”, dijeron el presidente Juan Manuel Santos y el jefe negociador del Gobierno, Frank Pearl, dos veces en menos de una semana.

¿Qué ocurre?

Para analistas como Pedro Medellín, “estas acciones obedecen a un acto que es parte del proceso normal de negociar bajo condiciones de conflicto, donde el ELN da unas muestras de fuerza y en ese sentido hay que entenderlas”.

Desde cuando los diálogos en La Habana avanzan viento en popa, hay presiones de muchas partes para que los elenos empiecen a discutir el grueso de la agenda, entre ellos las FARC.  “Las declaraciones de Iván Márquez buscando forzar al Gobierno para llegar a la Mesa de negociación son muestra de que están buscando también el doble mecanismo: mejorar la posición en la mesa y forzar al Gobierno para que inicie el componente público de los diálogos con el ELN”, agregó.

Pero explicarles a los colombianos que se trata de una estrategia de guerra en la que las partes muestran sus fuerzas para mejorar su posición no es fácil. De hecho, se complica aún más con el cruce de anuncios entre Gobierno y ELN y las acciones de esa guerrilla, que se sienten a gran escala.

Tan solo en la última semana el grupo insurgente dinamitó un tramo del oleoducto Caño Limón-Coveñas, lanzó ocho tatucos contra la Brigada 18 del Ejército en Arauca, un francotirador asesinó un policía en Cauca y secuestró al cabo segundo Jaír de Jesús Villar Ortiz, que se suma al plagio –hace cinco meses– del alto consejero de la Gobernación de Norte de Santander, José Cabrales.

“Yo creo que matando soldados o policías al final de la guerra, eso no le quita ni le pone. Eso no hace al Gobierno más débil. Ni lo otro, matando más guerrilleros se debilita al ELN. Este tipo de ecuaciones en las que se cree que uno llega más fuerte y otro más débil es el camino equivocado”, le dijo a este portal Carlos Arturo Velandia, exmiembro de la dirección nacional del ELN.

Punto muerto

Pese a las críticas, los enfrentamientos tienen en un punto muerto la fase exploratoria de la negociación, que desde cuando empezó, en enero del 2014, no recibe una inyección que reviva el interés de buscarle una salida al alzamiento armado que este grupo insurgente mantiene  desde 1962.

La negociación, por lo pronto, está estancada. El tiempo pasa, aumenta la expectativa mediática, pero no se conoce la agenda para comenzar a discutir los temas de fondo. Según revelaron fuentes a Semana.com, la dejación de armas sigue siendo el palo en la rueda de la fase exploratoria.

Como se ha dicho, esa guerrilla no está dispuesta, por lo menos en estos primeros encuentros, a firmar una agenda que hable de manera directa de que dejarán los fusiles, como sí lo hicieron en un principio las FARC.

El problema es que esa es una condición para el gobierno Santos: que el horizonte sea el desarme, sin ambigüedades. Pero el ELN sigue sumido en un dilema: su intención de querer la paz, pero su terquedad para aceptar que deben dejar las armas.

Pero eso no es lo único que ha postergado la posibilidad de formalizar los acuerdos. En estos dos años, también han aflorado divergencias en torno a la logística de la negociación: ¿dónde instalar los diálogos?

Por consenso, según manifestó una fuente a Semana.com que pidió el anonimato por no estar autorizada para hablar, las partes habrían acordado negociar en Quito con el apoyo del gobierno ecuatoriano, uno de los países acompañantes de esta fase confidencial.

Sin embargo, esa guerrilla insiste en que Venezuela juegue un papel importante en toda la negociación. Han manifestado su interés para que ese país ayude  “a viabilizar la salida de los elenos”.

Aunque Venezuela ha sido uno de los mediadores, ellos quieren comprometer mucho más su participación. Incluso, en agosto del año pasado, el presidente Nicolás Maduro actuó como facilitador para que el ELN, y en particular Antonio García, llegara con posiciones más flexibles y realistas a las reuniones exploratorias.

“El ELN y el Gobierno a la mayor brevedad tienen que mirarse a los ojos y reencontrarse para tomar las decisiones que correspondan darle continuidad a la mesa, instalarla y empezar a trabajar”, agregó Velandia.

¿Paz sin el ELN?

El peor escenario que le espera al proceso de paz con las FARC es que el ELN siga en armas. Faltan poco más de 43 días para que en La Habana se firme el acuerdo para poner fin al conflicto y los elenos aún no ponen su proceso a andar.

La indecisión por concretar algo es un fuerte desgaste para la opinión, que en medio del desescalamiento del conflicto por parte de las FARC, también espera hechos significativos de los hombres que comanda ‘Gabino’.

Aunque estas conversaciones también comenzaron con la idea de separar la mesa del campo de batalla, en este momento, cuando la violencia alcanza mínimos históricos, se vuelve insostenible mantener la fase exploratoria con los ataques. Este es un momento en el que se requiere un gesto grande de buena voluntad de la guerrilla para recuperar el terreno perdido.

Las mismas FARC lo saben. “El ELN no se puede quedar por fuera del proceso de paz”, dijo este lunes Iván Márquez sobre los comentarios aparentemente desobligantes que ha tenido el Gobierno con la otra guerrilla.

Sin embargo, mientras los negociadores intentan destrabar la fase exploratoria, se dieron cuenta de que el enemigo se les ‘creció’ y se está convirtiendo en una verdadera piedra en el zapato.

“También está la forma tan tardía como empezaron la negociación con el ELN. Enviaron un mensaje. Algo así como ‘ustedes están en un segundo lugar’ o ‘ustedes no son importantes’ para el proceso de paz y eso de cierta forma ha lesionado y ha herido ese honor del ELN”, puntualizó Velandia.