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Cauca: Un día de furia y vergüenza en Berlín, el cerro de Toribío

La montaña donde se encuentra una antena de comunicaciones sirvió de escenario a las agresiones de los indígenas a militares. “Nos equivocamos”, dicen voceros de la comunidad. Crónica de una jornada que aún no termina y que deja muchos interrogantes.

Luis Ángel Murcia, enviado especial de SEMANA a Toribío
18 de julio de 2012

Como cualquier olla a presión a la que no se le permite que salga el vapor, la situación de tensión entre militares e indígenas en el Cauca tenía que explotar.

Y ocurrió ayer martes a las 10:00 a.m. cuando medio millar de integrantes de la guardia indígena subieron hasta el cerro conocido como Berlín, zona rural de Toribío, con la intención de obligar a la retirada del centenar de soldados que custodia una antena de comunicaciones instalada en ese sector, y porque para ellos esa montaña es sagrada. Cabe advertir que además de la antena, el cerro brinda una posición militar estratégica que permite tener una visual de 360 grados sobre la zona; en especial sobre Toribío.

Con el careo entre militares e indígenas se armó la de troya en el cerro. Primero, porque los indígenas le exigían a los soldados que se fueran del lugar, mientras que los militares respondían con timidez que de ese sitio los tenían que sacar cargados. Y así fue; por la fuerza varios indígenas cogieron de pies y manos a los militares para retirarlos, pero en algunos casos esa acción se mezcló con empujones y el llanto de uno de los soldados que impotente reclamaba respeto. “Debo reconocer que allí nos equivocamos”, dijo Feliciano Valencia, líder de la guardia indígena.

El momento más tenso se vivió cuando la guardia rodeó al oficial que estaba a cargo de esa unidad militar; de inmediato sus hombres respondieron con disparos al aire para dispersar a los indígenas, pero la acción solo sirvió para causar más confusión.

Luego la operación de los indígenas se concentró en el material de intendencia y las provisiones que tenían los militares en el lugar. Al respecto hay varias versiones; por un lado los militares afirman que les saquearon y quemaron el alimento, pero por el otro los indígenas aseguran que por el contrario estaban ayudando a cargar los paquetes.

Finalmente, la convulsionada jornada dejó una victoria a medias para ambas partes. Los indígenas ganaron parcialmente porque lograron que el ejército se moviera del sitio donde está la antena; pero los militares también ganaron porque técnicamente siguen presentes en el cerro, ya que solo se replegaron unos cuantos metros del lugar, “para evitar enfrentamientos con los indígenas”, dijo el comandante del ejército el general Sergio Mantilla.

Y lo que realmente produjo el incidente es que ambas partes endurecieran sus posiciones. El presidente Juan Manuel Santos respondió con un enérgico rechazo y pidió a las autoridades abrir una investigación para judicializar a quienes llevaron a cabo el ultraje a los soldados. “No vamos a permitir ataques contra quienes nos defienden”, tras recordar que la fuerza pública no cederá un centímetro del territorio.

Mientras que los indígenas por su parte replicaron su cruzada de desalojo en otros municipios como Miranda, Corinto y Caloto, donde el ejército tiene otras bases militares y además desde ya coordinan otra minga que involucra la movilización de miles de integrantes de sus resguardos.

Un par de horas después de los hechos en el cerro Berlín, campesinos e indígenas bloquearon simultáneamente la vía que une a Caloto, Corinto y Toribío. Dos puntos estratégicos de control militar (El Palo y Guasanó) fueron ocupados. A su vez, en Miranda se repetía la misma acción en otra de las bases.

El Ejército siguen defendiendo la tesis de que todas esas acciones lo que buscan es bajar la presión que los militares tienen sobre la zona, para que los narcotraficantes puedan sacar la coca represada debido a los controles.

Los indígenas insisten en que lo único que buscan es sacar de sus territorios a los actores armados, tanto legales como ilegales, y que en ningún momento buscan favorecer a narcos.

Además, recuerdan que decenas de indígenas han pagado con sus vidas el precio de vivir en medio de la guerra. Lo que sí es probable y así ha ocurrido en otras zonas del país, es que la guerrilla y los narcos estén aprovechando el río revuelto para cumplir sus metas mafiosas y sin duda la cruzada indígena les cayó como anillo al dedo.

Buscan diálogo

En medio de las escaramuzas entre indígenas y militares varios delegados de la Defensoría del Pueblo de Cauca, la Procuraduría y funcionarios ministeriales intentaban entablar un diálogo con las autoridades indígenas.

Se supo que esa comisión solo llegó hasta Santander de Quilichao, porque el bloqueo de la vía les impidió arribar a Toribío, su destino final, donde aspiran a establecer canales de comunicación para un diálogo directo entre el Gobierno Nacional y los indígenas. Feliciano Valencia manifestó su interés en ese diálogo, pero advirtió que el mismo solo será posible con la intervención directa del presidente Juan Manuel Santos.

Por ahora es incierto el rumbo que pueda tomar la cruzada indígena y dónde pueda parar. Según ellos, lo que pretenden es sacar de sus territorios a los actores armados en conflicto; lo malo de ese propósito es que por lo menos hasta la fecha el único expulsado ha sido el ejército, mientras que la guerrilla continúa escondida en la zona.

Al respecto, las autoridades indígenas han dicho que la próxima semana se dirigirán hacia uno de los campamentos de las FARC para desmantelarlo; lo que muchos se preguntan es, ¿por qué no sacaron primero a la guerrilla?