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CELADA MORTAL

La muerte de William Bedoya parece demostrar que los tentáculos de la mafia han llegado hasta la propia Procuraduría.

23 de abril de 1984

Increíble como parecía, la mafia había logrado extender sus tentáculos hasta la propia Procuraduría. El jueves 22 de marzo, William Bedoya Vélez, de 26 años, secretario privado del Procurador, se suicidó en su apartamento, aparentemente acorralado por acusaciones de vinculación a los dineros del narcotráfico.
El martes anterior a su muerte, el Movimiento Latino Nacional, encabezado por el capo Carlos Lehder, convocó a una rueda de prensa en Armenia, para denunciar que el funcionario Bedoya le había pedido a Luis Fernando Mejía ("el Poeta", candidato presidencial por dicho movimiento) la suma de 30 millones de pesos a cambio de que un consejero presidencial intercediera en favor de Lehder en relación a su extradicción. El "cuerpo del delito" era un cassette, que permitieron escuchar a los asistentes, y que contenía la charla supuestamente realizada entre Bedoya y el Poeta Mejía.
El miércoles, el Procurador Carlos Jiménez habló de un retiro de su secretario hasta tanto el caso no quedara aclarado. El propio Bedoya declara que le encontraba la razón al Procurador, pero niega de plano las acusaciones. El jueves, sin embargo, se suicidaba.

ANTECEDENTES
William Bedoya, nacido en Neira, Caldas, había trabajado como periodista en varios medios, como La Patria, Caracol y Telediario, y a partir de noviembre del año pasado reemplazó a Fabio Castillo en la Procuraduría. Nadie le conocía ningún incidente con la mafia, salvo en una oscura ocasión.
Dos meses atrás, la prensa registró un atentado contra Bedoya, aclarando que no se sabía de quien provenía. La opinión pública lo interpretó como una advertencia del MAS para el Procurador. Sin embargo, SEMANA averiguó que el asunto venía por otro lado. Bedoya, aficionado a la rumba, se encontraba esa noche en una fiesta del Movimiento Latino Nacional en Bogotá, donde, al calor de los tragos, se armó furrusca. En ella se vio involucrado Bedoya, quien optó por abandonar el lugar cuando subió demasiado el tono de la discusión. Tras él, salieron algunos hombres que, posiblemente más por amedrentarlo que por herirlo, hicieron unos disparos al aire. Nunca se supo de ninguna otra vinculación. Por el contrario, varios de sus colegas atestiguan que se trataba de un hombre recto y de un profesional competente.
Después vino el cassette y el suicidio, y entre los dos, una advertencia hecha públicamente por Bedoya, de que el Movimiento Nacional lo iba a asesinar.
Al momento del cierre de esta edición, estaba prácticamente comprobadó que efectivamente la voz del cassette era la de Bedoya. El Movimiento Latino Nacional "volanteaba" las ciudades con una hoja membreteada e impresa a mimeógrafo, con la desgración del diálogo en el cual Bedoya, aunque aparentemente no pedía plata para él, lo hacía a nombre de dos supuestos funcionarios del gobierno, Mario Calderon y Juan Carlos Maya. Javier Ocampo Upegui, recientemente elegido diputado en Armenia por el movimiento de Lehder, anunciaba a la prensa que próximamente ventilaría nombres de más funcionarios públicos involucrados en el escándalo.
Se repetía, a menor escala, el caso de Rodrigo Lara, sólo que esta vez con resultados trágicos. Las celadas de la mafia, contra sus persecutores, que no habían logrado tumbar al Ministro, ahora llevaban al suicidio un funcionario del propio Ministerio Público.