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CITA EN EL SALON ELIPTICO

Sobreponiéndose a la derrota sufrida en mayo, la clase política liberal se agrupa y fija sus condiciones.

16 de agosto de 1982

El regreso a Bogotá del presidente electo, el mismo día en que se jugaba la final del Mundial de Fútbol tomó una vez más de sorpresa a los colombianos. Enigmático, como ha sido desde su elección, Betancur mantuvo al país en suspenso hasta el 14 de julio cuando, con ocasión de recibir la credencial como Presidente dio a conocer su primer documento político. El tema de fondo fue el artículo 120 que había monopolizado las discusiones de la clase política en las últimas semanas. Gabinete paritario fue la fórmula salomónica con que el presidente resolvió el conflicto. El planteamiento que bien recibido y nadie parece haber quedado sorprendido, con excepción de la Anapo que recibió como premio de consolación la promesa de que "habría miembros de otras formaciones políticas en los distintos niveles de la administración " Sinembargo, quedaron algunos interrogantes.

PLATO FUERA
La Junta de Parlamentarios libera les que se reunió en Bogotá el sábado pasado, se encargó de darles a estos interrogantes la repercusión del caso. Con excepción de los elegidos en las listas del Nuevo Liberalismo, todo el país político liberal representado en las cámaras estaba en el recientemente remodelado Salón Elíptico del Capitolio, estrenando a la vez alfombra (de un suave color habano) y, hasta cierto punto, legislatura. En las flamantes curules, agrupadas de manera de formar tres triángulos reunidos en el vértice, habían tomado asiento los notables de provincia, dueños de votos, canas y kilos, al lado de uno que otro novel representante elegido en los comicios de marzo.
El plato fuerte de la jornada quedaba, en su condición de jefe único del partido, a cargo de López Michelsen, y no se hizo esperar. Fue servido a las doce del día, en un discurso sobrio, leído sin énfasis pero, sin duda, madurado largamente bajo el sol de Florida y en su "Pent House" de Bogotá. La pieza en cuestión parecía orientada a darle peso y estructura a un partido al que la reciente derrota, dejó momentaneamente disperso y desconcertado.
Vestido con un traje gris claro y hablando bajo el resplandor de reflectores de notiarios de televisión, López Michelsen expuso sus puntos de vista sobre la eventual colaboración liberal en el próximo gobierno:
a) El partido sólo decidirá si colabora o no, únicamente después de conocer la composición del gabinete ministerial y la distribución de las gobernaciones.
b) Si el partido resuelve participar, esto no significa en forma alguna que comparte el programa conservador, ni que pierde su derecho de crítica. Se trataría, simplemente, de facilitar la tarea de gobierno al Presidente.
c) Descarta como cuota del partido liberal a quienes hicieron parte del movimiento nacional y apoyaron a su candidato.
Después de López, llevaron la palabra el senador Balcázar Monzón y Alberto Santofimio.
Hubo un punto en el que los dos mostraron una sorprendente coincidencia: el tratamiento respetuoso al movimiento encabezado por Luis Carlos Galán. Balcázar, quien tuvo a su cargo los primeros contactos, dio un parte más bien alentador sobre eventuales acuerdos entre los dos sectores liberales. Aunque no dejó de señalar que Galán sólo había permanecido diez minutos en el encuentro, ciertos puntos quedaron en claro:
1.) El Nuevo Liberalismo estaría dispuesto a realizar acuerdos con el sector oficialista, si se respeta su condición de minoría parlamentaria.
2.) Entre los acuerdos posibles mencionados, estaría una reforma de la Televisión y de la Contraloría.
3.) Los galanistas aspiran a que el próximo Procurador salga de su grupo, pero estarían dispuestos a apoyar un candidato liberal que reuniera altas calidades morales.

MANO TENDIDA
La intervención de Santofimio puso en el público la nota de calor y entusiasmo que suscita en una plaza de toros la aparición de un buen ejemplar de lidia. En el hemiciclo, hasta entonces atento y relativamente silencioso, estallaron los primeros aplausos cuando el senador tolimense sacudió los tristes humores dejados en el país político liberal por la derrota del 30 de mayo, proclamando con arrogancia que el liberalismo "no tenía nada de qué arrepentirse" Resultó sorprendente que Santofimio, cáustico impugnador de Galán en la pasada campaña, hablara de tenderle una mano al Nuevo Liberalismo.
Virtualmente, las tesis sostenidas por Santofimio fueron las mismas sostenidas por López que, por cierto, no había tenido ocasión de conocer previamente: eventual participación en el gobierno con derecho de crítica y desconocimiento de los liberales belisaristas como formando parte de la cuota de participación liberal.
La proposición presentada por el senador tolimense dándole a López plenos poderes para negociar con el conservatismo y con el nuevo gobierno, sólo tuvo un impugnador vivaz. Senador por el norte del Cauca, muy próximo a Mosquera Chaux, Humberto Pélaez no se anduvo con rodeos para exponer sus objeciones al ex-Presidente liberal. Su tesis: a) un candidato derrotado no podía ser candidato del partido; b) el momento es de unión, y López Michelsen no daría garantías para lograrla.
Pese a estas disensiones, el país político liberal, obedeciendo a un fuerte instinto de conservación, parece agruparse en torno a una autoridad central. La legislatura que se ha iniciado este 20 de julio tiene desde el lado liberal propuestas de cierta repercusión política. Una de ellas, es la que se relaciona con las propuestas de la Comisión de Paz. Carlos Lleras Restrepo, en un programa de televisión (ver entrevista pág. 22) reiteró su opinión de que los acuerdos a que preliminarmente se había llegado eran aún viables. López Michelsen recogió en la Junta de Parlamentarios estas propuestas, informando acerca de un proyecto de ley en dicho sentido, que sería presentado en las próximas reuniones del Congreso.
La iniciativa se apoya también en declaraciones del propio Presidente electo, favorables a la gestión de la Comisión de Paz. La incógnita en este sentido son, desde luego, las Fuerzas Armadas y el sector tradicional del conservatismo. Los altos mandos militares no parecen haberse movido de su conocido punto de vista según el cual el M-19 es un movimiento militar mente derrotado que busca la amnistía sólo como tabla de salvación. Las Farc, único movimiento en armas que los militares toman en consideración, no aceptarían negociación alguna. Un consenso liberal, en torno a un punto de vista distinto, no dejaría de implicar, en el umbral del nuevo gobierno, importantes definiciones.