Home

Nación

Artículo

CON LOS FIERROS OTRA VEZ

El M-19 inaugura su nueva etapa de guerra con un sangriento asalto.

29 de julio de 1985

El primer zarpazo de la nueva guerra, tras la ruptura de la tregua decidida por el M-19, vino el viernes 28 de junio. Una columna de cien hombres muy bien armados y comandados al parecer por Libardo Parra, Jairo Peña y Rodrigo Pérez (aunque otras versiones hablaban de Chalita, de Boris y del propio Carlos Pizarro) se tomó la población de Génova, en el sur del Quindío, casi en el límite con el Valle del Cauca y sobre la carretera troncal. Los combates entre los guerrilleros y la policía duraron todo el día, hasta que ésta recibió refuerzos del ejército y aquellos emprendieron la retirada rumbo a las montañas del Tolima. Quedaron en el campo al menos doce policías, cinco guerrilleros y dos civiles muertos, incluyendo a un niño, y numerosos heridos de ambas partes. Y al cierre de esta edición los guerrilleros perseguidos seguían manteniendo choques con tropas de la Octava Brigada en la región de Guacas.
Se trata de la primera de las "acciones militares urbanas y rurales, y en todo el país" que el miembro del Comando Superior del M-19 Gerardo Ardila anunció unos días antes, cuando SEMANA pudo ponerse en contacto con él tras la declaración de ruptura de la tregua hecha por Carlos Pizarro en el Valle y el paso a la clandestinidad de todos los representantes del movimiento, a raíz del paro nacional. Es la guerra otra vez. Pero -matiza Ardila- esta vez es la guerra para lograr la paz, asi como la tregua antes, no era un fin en sí misma, sino un medio para llegar a la paz. "No renunciamos a dialogar, y si el gobierno quiere volver a hacerlo, sabe en dónde buscarnos. Pero ya no queremos hablar sobre tregua ni sobre diálogo. El Ministro de Defensa acabó con la tregua, y el de Gobierno con el Diálogo Nacional. Ahora aceptamos negociar sobre un proyecto político que tiene por eje, naturalmente un nuevo gabinete como el que hemos propuesto nosotros, un gabinete para la paz".
No están muy claras las razones por las cuales el M-19 escogió este momento para romper la tregua, lo cual lo deja tan enfrentado al gobierno actual como al que venga. Ellos explican que su paciencia había llegado al máximo ante el incumplimiento de los acuerdos por parte del gobierno. "No hubo sinceridad -dice Ardila-. La tregua sólo podía salvarse en la medida en que comenzara la paz, y esa paz son las reformas. Nosotros no pedimos, ni esperamos, grandes reformas: conocemos la situación económica del país y la fuerza de la reacción. Pero es que no se ha hecho nada. Como dice Fayad, que los gestos se conviertan en hechos".
Según Ardila, la tregua está rota desde la batalla de Yarumales, a principios del año. Y enumera los hostigamientos militares contra su grupo desde entonces, tanto en el campo como en los campamentos urbanos. "Estábamos manteniendo un proceso de paz ficticio, y eso no le conviene al país. Tan agotado está el espacio político, que si no es con las armas no vamos a ninguna parte".
Los observadores piensan que la ruptura de la tregua anunciada por Pizarro constituyó un gesto precipitado del M-19, basado en una previsión equivocada de lo que iba a ser el paro nacional, que ellos esperaban casi insurreccional o al menos muy violento con mucha represión y muchos muertos, como un sello final al desprestigio del gobierno de Betancur. De ahí que se apresuraran tanto a hacer viajar a Navarro Wolff a México (en donde acaban de amputarle finalmente la pierna). Hay incluso versiones según las cuales la precipitación vino autónomamente, del sector más guerrerista del M-19, encabezado por Pizarro, y la ruptura se hizo a espaldas del Comandante en Jefe Alvaro Fayad, que se encontraba en Bogotá. Ardila niega que en su movimiento haya una "línea dura" y otra "blanda", y explica que el anuncio, ordenado por Fayad, lo hizo Pizarro por razones de decorado: el monte, y no un apartamento en Bogotá.
Sea como sea, no parece fácil que al M-19 le vaya muy bien con su declaratoria de guerra abierta, aunque sea cierto que la tregua le estaba saliendo cara, desde el asesinato de Toledo hasta el atentado contra Navarro Wolff en Cali, pasando por las decenas de bajas sufridas en las incesantes escaramuzas con el ejército. Pero tampoco será tan fácil para los militares barrer con la insolente guerrilla en un dos por tres, como la piensan algunos frotándose las manos. Pues no sólo se ha fortalecido el M-19, pese al hostigamiento, sino que ahora está tácitamente aliado con todos los demás grupos guerrilleros del país, salvo las FARC, para actuar conjuntamente (aunque con el Ricardo Franco, tras su atentado contra el dirigente comunista Hernando Hurtado, las relaciones estén rotas otra vez, según Ardila).
El meollo central del asunto sigue estando en saber para dónde va la guerra. El proyecto político que tiene el M-19 detrás de su acción militar. "Ser gobierno", decían en el congreso de Los Robles, sin que quedara muy claro en qué consistía eso.
La propuesta de ser al menos parte del gobierno, que parecia implicita en su sugerencia de "gabinete de paz" fue recibida, inevitablemente, como una simple fantochada de "esos loquitos del M-19". "Es que aquí no se toman en serio las propuestas políticas -explica Gerardo Ardila- si no van respaldadas por la fuerza". La reanudación de la guerra es, pues, para mostrar esa fuerza, y entonces volver a negociar. Sólo que para entonces la confianza del país en que las treguas y los pactos sirvan para algo estará considerablemente disminuida, mucho más aún que ahora. Y no le servirá de mucho ni al M-19 ni al país el haber demostrado que la guerra abierta puede ser infinitamente más sangrienta que la paz.