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| Foto: partidoconservador.com/

POLÍTICA

Conservadores: una división que supera los 1.000 días

Los congresistas y las bases conservadoras vuelven a marcharse divididos de una Convención Nacional. Aunque cambiarán directivos, los primeros seguirán junto al gobierno Santos, los otros críticos frente al acuerdo de paz

28 de noviembre de 2016

El 25 de enero del 2014, la mayoría de senadores del Partido Conservador se fueron rechiflados del Centro de Convenciones Gonzalo Jiménez de Bogotá. Ese fue el día en el que las llamadas bases conservadores dieron una suerte de ‘golpe de Estado’ a sus parlamentarios, quienes promovían apoyar la reelección de Juan Manuel Santos. Les dieron la espalda, y por el contrario decidieron tener aspirante propio. Marta Lucía Ramírez se adjudicó la candidatura presidencial y se enfrentó a Santos en la primera vuelta, donde sacó cerca de 2 millones de votos.

Desde aquel momento hay una línea que tiene dividido al conservatismo. Si el país se ha polarizado en dos tendencias frente al proceso de paz, los conservadores andan igual desde el 2014. Pero su división es muy particular.

Todos dicen estar con la paz, no en vano, recuerdan que el primer gobierno que buscó una negociación con las FARC fue conservador, el de Belisario Betancur. Pero también cargan con el lastre del frustrado proceso del Caguán, con Andrés Pastrana de presidente.  

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Ahora, cuando el gobierno Santos y las FARC firmaron un acuerdo definitivo, de las voces más críticas frente a las consecuencias del acuerdo son el propio expresidente Pastrana, el exprocurador Alejandro Ordóñez y Marta Lucía Ramírez. En cambio, la mayoría de los 17 senadores y los 27 representantes apoyan el proceso, sus votos han sido claves para la aprobación del acto legislativo para la paz en el Congreso y, según el senador Hernán Andrade, seguirán acompañando la refrendación y la implementación de los acuerdos, como lo han venido haciendo estos dos años.

Los azules completaron 1.037 días divididos. El domingo 27 de noviembre, dos años, 10 meses y dos días después de aquella tarde en que el veterano Roberto Gerlein se fue silbado del Gonzalo Jiménez de Quesada, los conservadores volvieron a reunirse en su Convención. Resultó multitudinaria. Cerca de 5.000 personas se registraron en Corferias, cuando la organización esperaba entre 2.000 y 2.500. Fueron convocadas no solo a escoger la nueva cúpula del partido, sino a fijar posturas, por ejemplo la implementación de la paz, la reforma tributaria y las elecciones del 2018.

Pero se marcharon sin ninguna decisión tomada. La única votación que se produjo fue la compleja fórmula para escoger a los delegados del Directorio Nacional, en cuya composición hay una estrecha mayoría a favor de los voceros de los congresistas frente a los de las bases. Fueron varias las listas sometidas a consideración, y en la noche del domingo se conocieron los nombres de los nuevos directoristas. Las decisiones de fondo fueron aplazadas, como el nombre del nuevo presidente del Partido y el proceso de paz. Esta semana, en teoría, cuando los nuevos cuadros directivos se instalen, deben ser resueltos.

En la Convención las posturas quedaron sobre la mesa en los discursos de sus principales dirigentes. De lado de la paz, el exministro Juan Camilo Restrepo, actual jefe negociador del gobierno con el ELN, reivindicó el papel del Conservatismo en la búsqueda de la paz, y sugirió que no es el momento de alejarse de ese camino.

“El partido Conservador no debe, no puede, estar ausente de ese formidable desafío histórico de la construcción de una Colombia en paz, donde la política no convoque a las armas y se haga con la razón y la sana emulación democrática”, dijo.

El exprocurador Alejandro Ordóñez, en cambio, señaló que un gobierno conservador estará dispuesto a extraditar a los miembros de las FARC que incumplan lo pactado en La Habana, y que el próximo presidente de Estados Unidos estará dispuesto a recibirlos.

“Les prometo que llegará un gobierno que no le temblará la mano para extraditarlos a los Estados Unidos por narcotráfico si incumplen los acuerdos, con la absoluta seguridad de que el señor presidente Trump los recibirá con sus cárceles abiertas”, declaró Ordóñez en una intervención que como era de esperarse fue acogida por la mayoría de asistentes a Corferias.

El menaje del representante David Barguil, quien se despedía de la presidencia del partido, trató de ser un llamado a la unidad azul. Primero lamentó que por las divisiones “no hayamos sido capaces de permanecer unidos para mantener la Procuraduría General de la Nación”.

Insistió en buscar una fórmula alternativa para refrendar popularmente el nuevo acuerdo de paz. “El país está dividido y no podemos protocolizar esa división y debilitar la estabilidad futura de los acuerdos por la intervención del Congreso”. Barguil también pidió la renuncia del ministro de Defensa, Luis Carlos Villegas, al señalarlo de dejar un  país con 200 mil hectáreas de coca (el 2015 se cerró con 96.000, de acuerdo con el Simci, la medición oficial).  Sin embargo, las palabras de quien fuera el jefe conservador no entusiasmaron, por el contrario fueron acompañadas con algunos pitos.

Marta Lucia Ramírez, quien en una convención tan revuelta como la del 2014 encontró la candidatura presidencial, en esta también generó división de opiniones. La excandidata cuestionó la refrendación del acuerdo de paz por la vía del Congreso porque no brinda seguridad jurídica ni estabilidad a largo plazo. Le propuso al partido “solicitar la disección del acuerdo para que se vote cada tema de manera independiente y ojalá con voto público y nominal”.

Frente a la implementación, otra de las batallas de Ramírez como vocera del No, se opuso al mecanismo ‘Fast – Track’ y pidió a los congresistas que todas las reformas y proyectos se discutan por la vía ordinaria en el Congreso. Y que las votaciones, igualmente, sean nominales y públicas.

La división conservadora completa 1.037 días, y probablemente se extienda por otros mil días, hasta el momento en que escojan al próximo candidato presidencial.