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La Tatacoa es una zona conformada por los ecosistemas de bosque seco tropical. En sus tierras yace una incalculable riqueza paleontológica. | Foto: LYSHEV-GETTY IMAGES

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Desierto en peligro

En los últimos años, la Tatacoa se ha convertido en un epicentro turístico del país. Pero la falta de una reglamentación clara y un mayor control puede deteriorar esta joya paisajística.

25 de enero de 2020

Esta semana trascendió en los medios la orden de la Corporación Autónoma Regional del Alto Magdalena (CAM) de cerrar y demoler el Bethel Bio Luxury Hotel, ubicado en el desierto de la Tatacoa. Según el ente, el establecimiento violó normas del manejo ambiental como alterar la hidrología y construir infraestructura en zona de restauración.

La orden culmina un proceso que la CAM le abrió al hotel en enero de 2017. Por su parte, Frank Corredor, representante legal del mismo, dice que las medidas de este organismo son arbitrarias y que apelará la decisión. Desde que abrió sus puertas en 2015, el Bethel Bio Luxury Hotel estuvo en el ojo de un huracán relacionado con el desarrollo turístico en el desierto de la Tatacoa.

Más allá de la orden, el caso de este hotel apenas señala un problema mucho más grande que tiene que ver con que el desierto de la Tatacoa se ha popularizado como destino turístico. Desde 2016, ambientalistas y algunos pobladores de Villavieja y Baraya han denunciado que la llegada masiva de turistas ha empezado a afectar el ecosistema. “Los que visitan la Tatacoa creen que esta zona es un desierto, y no, aquí hay dos ecosistemas: el de bosque seco tropical y el de bosque muy seco tropical, ambos muy sensibles. Ellos creen que pueden hacer lo que quieran”, explica Francisco Olaya Olaya, líder ambiental del Huila.

A comienzos de la década de 2010 se contempló la idea de crear un parque natural. Sin embargo, esta medida implicaba evacuar cerca de 300 familias que vivían en la región, dedicadas, entre otras actividades, al pastoreo de cabras. Luego de discusiones de las comunidades y la CAM, convinieron que la mejor fórmula para proteger el desierto era crear el Distrito Regional de Manejo Integrado (DRMI).

De acuerdo con el Plan de Manejo Ambiental, el DRMI de la Tatacoa quedó conformado por 35.140 hectáreas, de las cuales el 22 por ciento quedó declarado zona de preservación, y el 49 por ciento, zona de restauración para preservación (es decir, aquellos espacios transformados total o parcialmente en sus valores naturales, y que por su importancia ecológica ameritan el restablecimiento de sus condiciones). Eso significa que casi en tres cuartas partes del desierto no se pueden desarrollar actividades que vulneren el ecosistema.

"La Tatacoa no es solo un ecosistema de bosque seco tropical, sino una importante zona paleontológica y para la investigación científica".

El meollo del asunto radica en que buena parte del desierto está en manos de privados. Y si bien los propietarios deben cumplir el Plan de Manejo Ambiental, algunos pobladores han denunciado que debido al auge del turismo, ha aumentado la compra de propiedades para desarrollar proyectos turísticos, muchos de ellos sin aprobación. Por otro lado, la CAM ha llevado a cabo su función de vigilancia, muestra de ello es la resolución que aplicó contra Bethel Bio Luxury Hotel y otras acciones regulatorias. No obstante, el tamaño del DRMI ha desbordado la capacidad de las autoridades de Villavieja y Baraya. Por ejemplo, todavía no cuentan con una regulación específica de actividades turísticas como el senderismo y las caravanas en vehículos; mucho menos hay personal suficiente para vigilar y controlar el desierto.

El turismo en la Tatacoa ofrece una gran oportunidad de crecimiento económico para la región, y así lo han visto los últimos gobernantes del departamento del Huila. Pero para que esta sea una experiencia satisfactoria, hay que solucionar los problemas en cuanto a normas y control, aumentar el personal de vigilancia en el DRMI y, sobre todo, formular una reglamentación más específica para las actividades turísticas. La Tatacoa no es solo un ecosistema de bosque seco tropical, sino una importante zona paleontológica y para la investigación científica. De una buena reglamentación depende que este sitio no se convierta en un nuevo Palomino, donde el desorden turístico ha puesto en peligro uno de los paraísos naturales más bonitos del país.