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Dicen que Diego Montoya luce hoy más delgado y tiene bigote. Sus más reconocidos sicarios han sido Luis Pineda, alias ‘Pispi’, asesinado; Gildardo Rodríguez, quien huye con él, y ‘Capachivo’, quien sembró el terror en Jamundi

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El desespero de ‘Don Diego’

Al capo Diego Montoya Sánchez le cambió su suerte después de la masacre de Jamundí, justo cuando estaba en pleno trámite para negociar su entrega a la justicia norteamericana.

11 de junio de 2006

El mundo se le vino encima a Diego Montoya Sánchez, el capo más buscado por los gobiernos de Colombia y Estados Unidos. Lleva seis años huyéndole a la justicia. Desde febrero de 2004 figura, al lado del saudita Osama Ben Laden, en la lista de los 10 terroristas más buscados en el planeta por el FBI. Ofrecen una recompensa de cinco millones de dólares a quien dé información que conduzca a su captura. Su brazo armado está fuertemente golpeado. Revivió la guerra a muerte contra su rival, Wílber Varela, alias 'Jabón'. Perdió la protección de los paramilitares para camuflarse en las desmovilizaciones de Ralito. Hace dos años, el FBI descubrió a su familia viviendo en Florida. Y para completar, ahora es señalado de ser el autor intelectual de la masacre ocurrida el pasado 22 de mayo en la vereda Potrerito de Jamundí, en el norte del Valle del Cauca, en donde miembros del Batallón de Alta Montaña del Ejército fusilaron a 10 hombres de la Dijín y a un informante, en una operación antinarcóticos.

La semana pasada, el capo, nacido en Trujillo, Valle, hace 48 años y a quien se le conoce en la mafia como 'Don Diego', dijo a través de una carta que nada tuvo que ver con los hechos y que estaba dispuesto a presentarse ante un juez para controvertir las pruebas. "No puedo permitir que se siga usando mi nombre para desinformar sin pruebas ni elementos de juicio y, al contrario, lanzando temerarias aseveraciones en mi contra sobre hechos magnicidas en los que no tuve nada qué ver y, de hecho, manifiesto mi rechazo de plano". Negó conocer a Omar Valencia García, alias 'Capachivo' y al paramilitar William García Albán, alias 'El Indio', quienes han sido nombrados por las autoridades como lugartenientes que actuaron en Jamundí bajo sus órdenes, y ofreció ayudar en el esclarecimiento de la masacre. La carta se la envió al presidente Álvaro Uribe y a algunos organismos del Estado. Lo malo para el capo es que las autoridades no le creen para nada su versión. Primero, porque conocen al dedillo el poderío de 'Don Diego', su lucha salvaje y hasta los propios errores que puede llegar a cometer. Segundo, porque miente cuando desconoce que 'Capachivo' trabaja bajo su mando, pues viene de ser un antiguo militante del fallecido narcotraficante Iván Urdinola, aliado de 'Don Diego' .Y tercero, porque si se llega a comprobar su participación en la masacre, se le complica la eventual negociación que planea para entregarse a la justicia norteamericana.

Según conoció SEMANA, sus abogados han adelantado varias reuniones en Bogotá para coordinar cómo sería su entrega. La idea es que su abogado en Estados Unidos les proponga a dos jueces de Nueva York y a uno en la Florida, que el capo está dispuesto a entregarse y a colaborar dentro de los procesos en que lo sindican como el narcotraficante internacional más buscado por los organismos de seguridad federales. La tarea no es para nada fácil. Bajo la 'Ley Rico' no sólo lo acusan de exportar más de 500 toneladas de cocaína a Estados Unidos, sino que lo señalan de "emplear la violencia y la brutalidad para lograr sus metas, incluyendo el asesinato de sus rivales, de individuos que se negaban a pagar la cocaína y de socios que él creía que trabajaban como informantes". Pero Montoya está dispuesto a confesar sus delitos con el ánimo de arreglar de una vez por todas sus líos con la justicia estadounidense.

"Ya su situación es insostenible", le dijo a SEMANA una fuente cercana a 'Don Diego'. "Si otros capos como William Rodríguez, su padre Miguel y su tío Gilberto pudieron negociar,¿ por qué él no?". Al fin y al cabo, Diego Montoya conoce como nadie a los Rodríguez Orejuela. A su lado conoció las entrañas del cartel de Cali y después de la caída de sus jefes, se convirtió en el amo y señor de los negocios sucios de la droga en el norte del Valle. Al mejor estilo del cartel, llegó a constituir un poder paralelo, una sociedad secreta con infiltraciones en los poderes político, policial y judicial. Hace dos años, SEMANA fue testigo de cómo Montoya tenía infiltrado al DAS y le pasaban información reservada, para evitar su captura. La información confidencial se la daban a Carlos Robayo, alias 'Guacamayo', hombre de confianza de 'Don Diego', quien posteriormente fue extraditado y hoy colabora con la justicia norteamericana.

Quizá toda esta información fue la que le sirvió al capo para escaparse varias veces de las manos de la Policía. Primero, de una lujosa residencia del barrio Ciudad Jardín, en el sur de Cali. En un segundo intento se escapó de una finca en el lago Calima, en donde sufrió un accidente que lo dejó por un tiempo inválido. Luego fracasó de nuevo un operativo en el municipio Alcalá, en el norte del Valle. Y por poco cae en manos de la Dijín en un intenso operativo el 29 de diciembre de 2004 en una finca de Puerto Boyacá, en el Magdalena Medio, en donde fueron capturados su hermano Juan Carlos Montoya y su sobrino Carlos Felipe Toro Sánchez.

Ambos fueron extraditados y hoy su hermano también está colaborando con la justicia estadounidense. "El hombre cae porque cae", han dicho en reiteradas oportunidades las autoridades. Pero 'Don Diego' ha utilizado varias estrategias para esconderse. Se ha internado en el Cañón de Garrapatas, en el norte del Valle. Y luego en las selvas del Magdalena Medio, protegido por los paramilitares Víctor Rafael Triana, alias 'Botalón', y Carlos Hernán Hernández, alias 'El Pájaro'. Ahora se rumora que está en Venezuela o que andaba escondido en la zona de Jamundí cuando los hombres de la Dijín fueron sorprendidos por las balas del Batallón de Alta Montaña.

Sin embargo, Montoya parece estar dispuesto a librar una batalla a muerte, pero jurídica. Se siente acorralado. Sabe que sus más cercanos colaboradores, extraditados, están hablando en Estados Unidos. Y peor aun, ya no sólo tendrá que defenderse de las acusaciones de las cortes federales, sino que deberá demostrar que no es el autor intelectual de la masacre de Jamundí.