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Gloria Bolívar, una de las pocas damnificadas de CDO presenció la implosión de la estructura. | Foto: Archivo Particular

MEDELLÍN

La dura prueba de ver a Space convertido en polvo

Gloria Bolívar es una de las pocas damnificadas de CDO que quiso estar allá para ver el momento en el que su apartamento se derrumbaba.

23 de septiembre de 2014

Los 116 decibeles de ruido que marcó la explosión hicieron que la lámpara que estaba puesta sobre el andén estallara. Justo al lado, tapándose la boca y de paso unas cuantas lágrimas, estaba Gloria Bolívar, silenciosa, en medio de un nudo de cables de micrófonos y de cámaras.

El estruendo la perturbó, incluso más de lo que habría imaginado. Un gigante nubarrón se precipitó sobre ella y entonces no tuvo más que correr, al lado de un tumulto de periodistas que aún no se percataban de su presencia.

Millones de micropartículas no tóxicas se esparcieron por el aire y trajeron consigo un olor parecido al de la cal mezclada con óxido. Durante ese momento, la atmósfera alrededor de Space era 400 % más densa y contaminada que en situaciones normales, según las mediciones del Área Metropolitana.

Cualquiera que hubiera estado allí se habría impresionado de ver caer pelusitas blancas sobre la ropa y el pelo, como si estuviera nevando.  
      
Que Gloria estuviera ahí parada, frente a una implosión que dejó sobre el predio 10.000 metros cúbicos de residuos y escombros, no tenía que tener necesariamente un significado.

—¿Por qué esta aquí, doña Gloria? —le preguntaron.
—La verdad, no sé —respondió.
—¿Qué significa esta implosión para las víctimas?
—Significa pensar que se perdió, que no hay quién responda, que no hay quién diga nada, que no hay culpables. Aquí lo que se tiene que aclarar es el papel de las curadurías cuando reciben plata debajo de la mesa, qué más puede decir uno —dijo.

El procedimiento de demolición de Space se ejecutó tal como se había planeado. El ruido generado por 200 kilos de indugel rompió vidrios en unidades vecinas como Rincón de la luz, Altos del Poblado y Olivares. Salvo un carro que resultó averiado por alguna piedra, no hubo nada que lamentar, según lo dijo Carlos Gil, director del Departamento Administrativo de Gestión de Riesgo y Desastres (Dgrd). Todos los daños serán esta misma tarde reparados.

El alcalde de Medellín, Aníbal Gaviria, estuvo allí para decir, entre otras cosas, que la constructora CDO deberá asumir los gastos en los que incurrió el municipio, asunto que ya fue autorizado por la Superintendencia de Sociedades.

Nada menos que 1.500 millones de pesos le costó al erario la implosión de Space, que ya había sido ordenada por una inspección de Policía. CDO se opuso hasta último momento al procedimiento, aduciendo que aquello atentaba contra su patrimonio. Pero primero estaba la vida y evitar un riesgo inminente, dijo el alcalde.

—¿Qué sintió cuando vio caer el edificio? —le preguntaron a Gloria.
—¿Tu qué crees? Yo no sé, como decía mi abuela, la procesión va por dentro —contestó. 

Gloria ahora vive en un apartamento en la Loma del Indio, uno con vigas grandes y robustas, porque eso fue lo primero en que se fijó el día que llegó allá con su trasteo.

—Donde estoy me siento segura. Porque es un edificio que ya examinó el Dgrd. No como Space, que tenía columnas como forradas con icopor—dijo.

Desde mañana los escombros de Space, donde Gloria tenía un apartamento en la torre 1, irán a parar a un botadero en el municipio de Barbosa. Y tal vez en el futuro, si hay decisión de la Alcaldía y del Concejo, allí se podría construir un parque de la ética, según dijo Diego Restrepo, gerente de Vivienda Segura. Ética, así suene a toda una paradoja.