Home

Nación

Artículo

Antonio García se dedicó día y noche en Medellín a hablar con personas de todos los sectores, empresarios y políticos, alcaldes y congresistas, periodistas y líderes comunitarios

Paz

El lado político de Antonio García

El segundo al mando del ELN estuvo en Medellín. Se le vio menos radical, pero no se comprometió a fondo a destruir las minas antipersona.

22 de abril de 2006

Esta vez Antonio García vino a escuchar. El martes pasado descendió del helicóptero en una colina del corregimiento de San Cristóbal, en Medellín, a unos pocos metros de la Casa de Paz, donde se desarrollan los diálogos exploratorios de Paz. García, con un poco más de canas, oliendo ligeramente a loción fina y enfundado en una chaqueta café de Yves Saint Laurent, se dedicó día y noche a hablar con personas de todos los sectores. Empresarios y políticos, alcaldes y congresistas, periodistas y líderes comunitarios. El consenso general es que esta vez, el segundo hombre del ELN se mostró más abierto que nunca. El Antonio García arrogante y de línea dura, el comandante militar, le ha dado paso a uno mucho más diplomático y sereno.

La primera vez que los colombianos vieron el rostro de García fue en 1991, cuando los diálogos de Caracas y Tlaxcala. Nunca antes un miembro del Comando Central del ELN se había enfrentado al gobierno en una mesa de diálogo y a la opinión pública. Desde esos remotos días se dio a conocer como un hombre inflexible y con una retórica acartonada sobre la lucha de clases y la revolución. Era claro que García no había ido a México a negociar. Para entonces, era quizá el cuarto hombre del ELN, después del cura Manuel Pérez, de Gabino y de Pablo Beltrán.

Su verdadero nombre, según las autoridades, es Erlington de Jesús Chamorro. Nació en Putumayo hace casi 50 años, en el seno de una familia gaitanista. Desde joven se perfiló como líder estudiantil y un hombre inclinado a las ciencias puras y el arte. Además de apasionado por la electrónica, es un gran dibujante y, al parecer, poeta. Aunque quería estudiar física en Bogotá, finalmente se matriculó en la Universidad Industrial de Santander en ingeniería. Desde el primer día empezó a buscar contactos con el ELN. Dos años después los encontró y empezó su vida clandestina. A principios de los años 80, cuando esta guerrilla empezó a reunificarse, Antonio García fue elegido en el Comando Central, quizá como su miembro más joven. En toda su organización era considerado un combatiente ideal: bueno en lo político y bueno en lo militar. Adicionalmente, un guerrillero dotado de mística y el espíritu de sacrificio que se requiere para dejar la comodidad urbana y convertirse en montaraz.

García tuvo en aquella época la responsabilidad de negociar con la Manessmann los primeros dos millones de dólares que recibiría esa organización para dejar construir el oleoducto Caño Limón-Coveñas. La negociación la hizo con un emisario de la multinacional alemana, el controvertido espía Werner Mauss y su esposa Micaela. Con ellos tejió una relación que se hizo más estrecha con los años.

Tiempo después, durante el gobierno de Andrés Pastrana, el país volvió a saber de García. Después de que se habían hecho avances en conversaciones con la sociedad civil en Maguncia, Alemania, García se reunió con el comisionado de Paz, Víctor G. Ricardo, en una cita que resultó un fracaso. Ambos eran personajes arrogantes y explosivos y mostraron su inflexibilidad. Luego vendrían momentos más tensos. En 2000, cuando los diálogos parecían estar avanzando, García se reunió con el comisionado de paz Camilo Gómez en Ginebra, Suiza, y allí responsabilizó al gobierno por el ataque que Carlos Castaño estaba desarrollando sobre la zona donde estaba la dirección de esa guerrilla, en el sur de Bolívar. En esa ocasión, las cámaras registraron a García corriendo por los pasillos de un hotel, esquivando a los familiares de los secuestrados del avión Fokker y de la iglesia La María. Tercamente, García se negó a hablar con ellos. Con todos estos episodios, se ganó la imagen de hombre fuerte del ELN, al punto que el presidente Álvaro Uribe lo llamó públicamente saboteador de los esfuerzos por la paz.

Para muchos conocedores de las entrañas del ELN, esta percepción es equivocada. Posiblemente García tenga un temperamento adusto, pero en todo caso representa las posiciones del Comando Central, pues es uno de sus miembros más antiguos, y quizá el que más confianza le brinda a toda la militancia.

Por eso su nuevo tono ha sido motivo de optimismo. Los gobernadores y los alcaldes que se reunieron con él lo vieron muy interesado en conocer sus experiencias de gobierno. Optimista por los avances de la izquierda democrática no sólo en Colombia, sino en todo en continente. También destacan a un García que habla de la democracia más que de la revolución.

Otro aspecto que se destaca es la cautela. El proceso con el ELN está en pañales y no exento de dificultades. Los temas de procedimiento tensionaron por momentos las relaciones entre el Comisionado y García, en las reuniones previas de Cuba. El uno pidiendo un cese de hostilidades para iniciar el diálogo. El otro, que todo el ELN tenga reconocimiento político. Por el momento, estos temas han quedado congelados. "Con Uribe o con el próximo Presidente de Colombia estamos dispuestos a negociar, no sabemos cuánto tiempo nos tome ponernos de acuerdo. Lo que sigue es diseñar el proceso", le dijo García a SEMANA.

Pero hay optimismo. El tono de García, su actitud receptiva y su nuevo perfil, más político y diplomático, dejaron la sensación de que esta vez la negociación podría ir en serio. Todo depende también de que el gobierno les infunda a los elenos la confianza que necesitan para dejar las armas, y decidirse a jugar en una democracia, imperfecta, pero democracia al fin. Y quizá el mejor signo de todos es que García vino, sobre todo, a escuchar.