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"En todo el mundo se siente miedo"

SEMANA habló con Ronald Heifetz, consultor de la Universidad de Harvard y gurú del tema del liderazgo, con ocasión de su próxima visita a Colombia.

16 de febrero de 2003

El hecho de ser medico, músico, director de orquesta, junto con sus estudios en varias otras áreas le ha servido a Ronald Heifetz para tener una visión distinta sobre los problemas económicos y sociales, y para convertirse en un consejero político y empresarial ampliamente reconocido. Fundador y director del Centro para el Liderazgo Público de la Universidad de Harvard, y profesor de la misma durante 15 años, Heifetz ha publicado dos libros en torno al tema de liderazgo que han sido traducidos a 15 idiomas y ha asesorado dirigentes políticos y empresariales en todo el mundo. Este jueves estará en Cali como invitado principal en el encuentro de Liderazgo Colectivo, organizado por la Cámara de Comercio de la ciudad con el apoyo de Gold Service. SEMANA lo entrevistó.

SEMANA: ¿Qué le recomendaría a los líderes de un país con tantos problemas, como es Colombia?

Ronald Heifetz: Sería inapropiado para un ciudadano de Estados Unidos hablar en detalle de las necesidades concretas de liderazgo en otro país. Dicho esto, hay que reconocer que la colombiana es una situación muy compleja con raíces históricas, agravada por la política interna norteamericana que vuelve ilegales las drogas. Por mucho tiempo he sostenido que Estados Unidos debería legalizar la producción de las drogas y controlar el uso, como lo hace con otros medicamentos. Dar ese paso desinflaría el mercado de las drogas y cambiaría la dinámica de la criminalidad que rodea la producción y venta de narcóticos. Sin embargo, esta visión sólo la comparte una minoría en Estados Unidos y tenemos que aceptar el hecho de que es poco probable que la política norteamericana cambie en por lo menos cinco o 10 años.

SEMANA: ¿Cómo poner freno a la violencia, entonces?

R.H.: Pienso, en relación con Colombia, que ningún país se puede gobernar a sí mismo sin un Estado que tenga el monopolio del poder militar y policial. No puede funcionar con múltiples grupos armados de derecha o izquierda. Por eso es absolutamente crítico que haya en Colombia una única fuerza armada bajo el control de los civiles.

SEMANA: La pregunta es cómo lograrlo?

R.H.: Me parece que Pastrana intentó la ruta de la negociación y le dio a ella una oportunidad honesta y valerosa. Ahora bien, es necesario fortalecer las fuerzas legítimas del Estado, para que le den una ventaja militar indiscutible que a su vez le daría un mayor poder de negociación frente a los grupos armados. En últimas el conflicto se puede resolver por la vía negociada, pero pienso que el Estado requerirá de una sobrada ventaja militar para que las guerrillas estén obligadas a sentarse a negociar y a entrar en el proceso político.

SEMANA: Recuperar la ventaja militar, en últimas?

R.H.: Sí, pero no basta. La autoridad no puede basarse únicamente en una fuerza militar y policial centralizada. Tiene que basarse en la legitimidad del Estado a los ojos de la gente. Por eso es tan importante fortalecer el Ejército y la Policía como lo es robustecer la democracia y la sociedad civil.

SEMANA: ¿Y cómo logra esto último?

R.H.: A través de una serie de iniciativas públicas, sociales y empresariales. Lo de fondo son los cambios culturales. Esto pasa por la política y la economía a nivel local. Estos cambios no se pueden instrumentar desde el palacio presidencial. La clave está en distribuir las responsabilidades, y movilizar a la gente para que se haga más responsable de sus comunidades locales, de sus barrios y sus familias. Necesitamos liderazgos locales más fuertes.

SEMANA: ¿Cómo ordenar todas esas iniciativas?

R.H.: Hay que trabajar sobre todo en las contradicciones internas que hay dentro de la sociedad colombiana. No soy la persona apropiada para dar el diagnóstico exacto de esas tensiones centrales. Pero sin duda existen entre ricos y pobres, entre los valores de una sociedad mayoritariamente cristiana y las inequidades sociales. La contradicción de ser una de las naciones mejor educadas en Latinoamérica y tener tanta pobreza. Cuando el Presidente logre la paz con la guerrilla y la eliminación de todos los grupos armados, mejorará el ambiente, pero no se resolverán todos los problemas de Colombia. Porque hasta cierto punto la existencia de la guerrilla y los paramilitares es también síntoma de tensiones que seguirán latentes y deberán enfrentarse.

SEMANA: Después del atentando de El Nogal ha vuelto el temor al terrorismo. ¿Qué respuesta puede haber ante esta amenaza?

R.H.: En todo el mundo la gente está atemorizada. Es un desafío que tiene dos frentes. El primero es estar dispuesto a pagar su costo y el segundo trabajar sobre las causas subyacentes.

SEMANA: ¿Cómo es eso?

R.H.: Es como criar un hijo que se porta mal. Cuando un hermano le pega a otro, hay que enseñarle que los golpes están prohibidos. Si está sentido por algo, que busque otra manera de expresarlo. De manera que hay que trazar la frontera y decir que el terrorismo no es una forma legítima de expresar inconformidad. Es un gran reto para la comunidad mundial que ha tolerado el terrorismo y lo ha justificado en la pobreza. Pero ninguna causa es suficiente para justificarlo, y por eso hay que combatirlo con herramientas legales y militares. Pero ese es sólo el primer paso.

SEMANA: ¿Y el segundo?

R.H.: Lo segundo es abordar las causas subyacentes, la pena que tenía el niño, para volver al ejemplo del hermano agresor. Hay que castigarlo por eso pero también preguntarse qué lo mueve a agredir, y qué hay que cambiar para corregir la situación.

SEMANA: ¿Cómo se expresa esto a nivel político?

R.H.: No creo que hasta ahora, al menos en mi país, nuestro presidente haya abordado estas causas subyacentes del terrorismo. Tampoco ha retado a los ciudadanos de Estados Unidos para que empiecen a sentirse responsables de las maneras como nos proyectamos en la comunidad global, generando rabia y hostilidad. La gente en el mundo nos debería ver como un país generoso, y si nos ven así es porque no lo estamos siendo.

SEMANA: ¿En qué fallan?

R.H.: Actuamos como Microsoft, que le quiere imponer su sistema operativo a todo el mundo. El mundo islámico siente resentimiento frente a la arrogancia del mundo cristiano. De la misma manera mucha gente se siente resentida por la forma como Estados Unidos proyecta hacia el exterior su política económica.

SEMANA: Estas reflexiones conducen a un liderazgo muy particular?

R.H.: Desafortunadamente la tendencia de las personas con altas posiciones de autoridad es a mirar únicamente los síntomas de las tensiones sociales, el comportamiento exterior. Trabajar las causas interiores requiere de más cambio cultural, y de compartir las responsabilidades en la sociedad, y eso es peligroso políticamente. De los peligros del liderazgo, precisamente, voy a hablar en Colombia esta semana.

SEMANA: ¿Cuáles son esos peligros?

R.H.: Trabajar en los cambios culturales subyacentes es peligroso para la gente y para la autoridad. Porque reta a cada uno a asumir su cuota de responsabilidad cuando no quiere, pues siempre es más cómodo trasladar el peso del problema a los hombros de la autoridad o del presidente de turno.