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| Foto: Daniel Reina

POLÍTICA

Se chispoteó Vargas Lleras

El llamado a la rebelión de Germán Vargas contra la reforma tributaria acabó siendo una falsa alarma. ¿Qué fue lo que pasó?

29 de octubre de 2016

El vicepresidente Germán Vargas siempre se ha distinguido por no tener pelos en la lengua. El jueves pasado, durante la entrega de viviendas en el sur de Bogotá, dijo con vibrato de indignación: “Todos los colombianos que se han beneficiado de este programa salgan a decirle al Congreso de la República que les ponga atención a los normas que van a acabar con la política de vivienda en Colombia”. Como eso sonó como una incitación a la rebelión contra una de las propuestas de la reforma tributaria de su propio gobierno, el grito de independencia dio para muchas interpretaciones.

La primera de ellas fue que se trataba de una estrategia para justificar su salida del gobierno con base en un portazo populista que le serviría para oficializar su candidatura para 2018. Y es que una cosa es opinar, otra criticar y otra muy distinta sublevarse. Y esta última, la más grave, fue la que quedó en el ambiente. Como era de esperarse, todos sus opositores le cayeron. Roy Barreras dijo: “Invito al Congreso a ir pensando en nombre para reemplazarlo”. Claudia López, por su parte, exclamó con más volumen que el propio Vargas: “La verdad va siendo hora de que el vicepresidente renuncie y se dedique a hacer campaña”. Luego en uno de sus mensajes de Facebook lo llamó “el Underwood criollo”, haciendo referencia a la serie House of Cards.

Rápidamente quedó claro que el vicepresidente no se iba para ninguna parte. Después de un jalón de orejas del presidente, tanto en privado como en público a través de un trino, recogió velas y se calmaron las aguas. En ningún momento pensó en renunciar, pero se le “voló la piedra” cuando sintió que la reforma tributaria le estaba dando una estocada al sector de la vivienda social, que ha sido uno de sus programas bandera en el gobierno Santos.

A pesar de la embarrada y el posterior acto de contrición por su salida de tono, Vargas insistió con vehemencia en su preocupación. Según él, después de haber entregado 115.000 casas gratis, está en marcha un proceso de licitación de 250.000 viviendas adicionales y el objetivo final son 450.000. Agrega que el solo mensaje del nuevo impuesto pone en peligro todo el programa. Afirma que el margen de rentabilidad de la vivienda social ha sido de 7 por ciento y que si se le elimina la exención bajaría a 2. En esas circunstancias, asegura él, ninguna firma importante se presentaría para participar en ese negocio.

Camacol y varios constructores que tienen un interés económico en el asunto le dan la razón al vicepresidente. Sin embargo, en estos días en que no hay un solo sector que no brinque por los nuevos impuestos, es difícil diferenciar a las quejas legítimas de las exageraciones. En todo caso, se ha sabido que la ministra de Vivienda estaba presente en el consejo de ministros cuando se discutió el proyecto; que en las dos reformas tributarias anteriores se había respetado el criterio del gremio y del vicepresidente, y que el presidente le habría dicho a Vargas que iba a mirar el asunto y a resolverlo. No se sabe exactamente en qué términos.

Lo que hay en el trasfondo de todo ese episodio no es otra cosa que un capítulo más de una fuerte pugna que ha existido de tiempo atrás entre el ministro de Hacienda y el vicepresidente. El primero tiene como prioridad, dada la difícil situación fiscal del país, reducir el gasto. El segundo, llevar adelante sus programas para maximizar los resultados de su gestión y presentarlos como base de su candidatura. El tire y afloje es parte del pulso político, pues desde sus respectivos ángulos los dos tienen objetivos diametralmente opuestos. Casi todos los ministros tienen los mismos conflictos con el de Hacienda, pero ninguno tiene la jerarquía para declararle la guerra como el vicepresidente.

Vargas Lleras piensa retirarse en febrero para darle comienzo en firme a su aspiración presidencial. No obstante sus duros encontrones con Cárdenas, sus relaciones con el presidente han sido buenas y cada uno es consciente de lo que el otro le ha aportado. A pesar de su temperamento explosivo y su tono altanero, el vice ha sido un soldado leal y no se ve una despedida de su jefe con un portazo. Y eso no es solo por una actitud cándida por respeto. Es también por interés. Ante la nueva realidad política por el triunfo del No en el plebiscito, con el uribismo a la cabeza, ahora más que nunca su candidatura requiere de una muy buena relación con el ocupante de la Casa de Nariño.