Home

Nación

Artículo

JUICIO POR COBARDIA

Un teniente condenado por abandonar a su tropa frente al M-19 se defiende

17 de marzo de 1986

El caso del teniente del Ejército Humberto Calderón es insólito en la historia de la lucha contraguerrillera en Colombia, que se ha distinguido siempre por su inflexibilidad: lo normal es que soldados y guerrilleros, cuando se encuentran, se fajen a tiros hasta el fin. El teniente Calderón, en un juicio que en círculos militares se ha considerado "exagerado" y "para sentar un precedente", según supo SEMANA, fue condenado a once años de cárcel por cobardía, desobediencia y abandono de sus tropas en combate, de acuerdo con el artículo 217 del Código Penal Militar. Ya antes, en octubre del año pasado, un Tribunal de Honor lo había expulsado del Ejército por los mismos motivos.
Los hechos por los que se juzgó al teniente ocurrieron en el mes de septiembre, cuando el M-19 emboscó a su patrulla de contraguerrilla en el Cañón de la Virgen, en los límites del Tolima y el Valle, dejando un saldo de trece militares muertos y llevándose presos a otros cuatro. El teniente se explica alegando la situación desesperada en que se hallaba su tropa: "Una contraguerrilla desharrapada y hambrienta", a la que no le quedaban más que 200 cartuchos, frente a un enemigo muy superior en número y armamento. Su padre, Ignacio Calderón dice a SEMANA que al oficial se lo está usando como chivo expiatorio por imprudencias y errores cometidos a un nivel superior. "El único problema de mi hijo fue haber quedado vivo. Si lo hubieran matado le habrían dado una condecoración póstuma. Como quedó vivo, lo acusan de cobardía". Y su abogado, Leonel Olivar Bonilla, ex magistrado del Tribunal Penal Militar, afirma: "Los dos delitos que se le atribuyen al oficial no los cometió. No desobedeció órdenes porque se desplazó al Cañón de la Virgen, el lugar de la emboscada, que le había sido indicado por sus superiores por radio. Y la cobardía --no hacer frente al enemigo, rehuir el combate-- tampoco existió, porque como consta en declaraciones de su tropa, el teniente sí hizo frente".
Calderón llevaba ocho años en el Ejército, de los cuales cinco en la contraguerrilla. Cuando su unidad fue emboscada --antes de la madrugada, mientras pernoctaban en la casa de un campesino-- llevaba 55 días de patrullaje en la montaña, cerca del doble del tiempo habitual para tales misiones. Los soldados estaban desmoralizados, enfermos, con forúnculos, y desde hacía varios días, a causa del mal tiempo, no recibían reaprovisionamiento en víveres por helicóptero. La guerrilla del M-19 los sorprendió dormidos. Iluminándose con bengalas, los atacantes barrieron a la tropa con ametralladoras punto 50 y punto 62, y lanzando cohetes rockets. Eran más de cien hombres contra 38 de la patrulla militar. Después de responder al fuego, y con sus hombres diezmados --trece muertos y trece heridos-- el teniente Calderón decidió que lo mejor que se podía hacer era abandonar la casa e ir en busca de refuerzos, cosa que hizo acompañado por ocho soldados. Los refuerzos, sin embargo, no pudieron hallarlos sino al cabo de ocho horas de marcha. Los atacantes del M-19, entretanto, suspendieron el fuego, dieron primeros auxilios a los militares heridos y se llevaron prisioneros a dos cabos y dos soldados.
El teniente Calderón, preso en Ibagué, declara que no puede aceptar que se le condene por desobediencia y cobardía, cuando dice: "Fui al holocausto, fui a morir teniendo que enfrentar a mi grupo de contraguerrilla harapienta y mal comida a unos bandoleros que nos triplicaban en número y dotados con mejor armamento". Y su abogado, por su parte, señala: "Yo respeto el criterio del Tribunal, pero no lo comparto. Por lo tanto interpuse apelación ante el Tribunal Superior Militar y espero un nuevo fallo".--