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| Foto: EFE

PROCESO DE PAZ

La Habana, al borde de un ataque de nervios

El anuncio de Timochenko y los afanes de Santos pueden llevar al proceso de paz a su encrucijada más seria.

Álvaro Sierra, editor jefe de SEMANA
26 de septiembre de 2013

Un día después de que el presidente Santos les dijera a las FARC desde la ONU que les llegó la hora de las decisiones, su máximo comandante, Timoleón Jiménez, le respondió en una carta abierta con fuertes críticas a la forma como el gobierno viene manejando la negociación y con un anuncio que, de cumplirse, podría llevar a la crisis más grave del proceso de La Habana.

Lo que anunció Timochenko en su misiva, titulada “Tanta retórica hace daño, Santos”, es potencialmente explosivo: “Ante tan grande ofensiva discursiva y mediática y lo que sucede en la Mesa, con el exclusivo propósito de que el país y el mundo conozcan en verdad lo que ocurre, he decidido autorizar a nuestros voceros en La Habana la elaboración de un informe al pueblo colombiano”.

Si este informe, como parece sugerirlo la carta, versa sobre las conversaciones y los acuerdos en la Mesa significaría una ruptura del pacto de confidencialidad que hicieron las partes como una de las condiciones básicas para adelantar el proceso de negociación.

La respuesta oficial no se hizo esperar. Humberto de la Calle les dijo a las FARC que las de la “retórica” son ellas y no el gobierno y que su reacción a lo dicho por el Presidente ante la Asamblea General de la ONU es “francamente incomprensible”.

El jefe negociador del gobierno recordó que la confidencialidad fue pactada por ambas partes, dijo que “no puede haber ni aceptamos amenazas de ninguna clase” y reafirmó que su delegación estará en La Habana el próximo martes 3 de octubre para continuar las conversaciones en un clima “de seriedad y de celeridad”.

Lo que no está claro es qué conducta asumiría el gobierno si las FARC, como han anunciado, hacen público un informe que rompa la confidencialidad acordada, algo que, pese a la catarata de declaraciones diarias de la guerrilla desde que empezó la fase de negociación, no ha ocurrido hasta ahora.

Este cruce de declaraciones es indicativo del difícil y tenso momento por el que pasa el proceso en La Habana, que cumplió ya un año desde que se hizo público.

Las FARC se endurecen…


Por una parte, la carta de Timochenko va mucho más allá de ese anuncio. Por su tono y su contenido recuerda el discurso de Iván Márquez en la inauguración de los diálogos, en Oslo, Noruega, en octubre del año pasado.

Timochenko vuelve sobre los argumentos que su segundo expuso entonces. Reitera que para poner fin al conflicto armado “deben removerse todas esas causas reales de la confrontación”, entre las cuales menciona el bipartidismo, la violencia (“azuzada por familias como los Santos”), las políticas económicas, la militarización, la guerra sucia, e insiste en que “los modelos económico y de democracia, verdaderas causas de la confrontación social y armada, necesariamente deben ser modificados”.

Reafirma que el gobierno tiene una lectura restringida de la agenda. Califica como “imposiciones unilaterales” el Marco Jurídico para la Paz y el proyecto de ley del referendo para refrendar los acuerdos. Alega que el gobierno ha tenido una actitud intransigente en las conversaciones y que “presiona con el cuento de que el tiempo y la paciencia de los colombianos se agotan”.

“Lo que se acorta en realidad es el tiempo para definir su candidatura a la reelección, y es evidente su afán en exhibir al país un acuerdo de paz. Pero ni siquiera por ello asume una posición que facilite la concertación”, le dice el jefe guerrillero al Presidente.

Y termina con una conclusión que, en estas circunstancias, suena ominosa: “cada gesto nuestro de reconciliación significa debilidad”.

… Y noviembre cada vez más cerca

Pero el problema no son solo las FARC ni su anuncio, sin duda provocador, de hacer un informe público sobre lo que pasa en la Mesa.

El presidente Santos ha tocado fondo en las encuestas. Según la más reciente, Colombia Opina, que confirma la dramática caída en su popularidad de sondeos previos, solo un 19 % de los encuestados estaría dispuesto a reelegirlo. Santos, además, por razones electorales, está preso del plazo –probablemente poco realista– que se autoimpuso de contar con un acuerdo final para noviembre (cuando por ley debe anunciar si va por la reelección o no) o diciembre de este año.

En estas circunstancias es evidente que el presidente necesita mostrar un acuerdo para tratar de salvar sus posibilidades de reelección. La paz se está volviendo el único salvavidas que le queda. De allí, en parte, la presentación al Congreso del proyecto de ley que permitiría hacer referendos que coincidan con la fecha de las elecciones. Al hacerlo, de hecho, le pone al acuerdo un plazo perentorio, pues para un referéndum en marzo o mayo de 2013, el acuerdo final debería estar listo a más tardar en enero o febrero entrantes. De ahí las encendidas protestas que generó en las FARC.

Una confluencia peligrosa

¿La debilidad percibida de Santos, que lleva al Presidente a presionar por rápidos acuerdos, está haciendo que las FARC endurezcan sus posiciones en la Mesa o busquen alargar las conversaciones hasta que aclare el panorama electoral? La falta de avances claros en las últimas rondas y este enfrentamiento público entre las partes, así lo sugieren.

La confluencia de ambos factores puede ser funesta para el proceso de paz. Tanto los afanes presidenciales como la parsimonia o la prepotencia de las FARC ante la debilidad de Santos pueden echar por la borda lo conseguido hasta ahora. Nada más riesgoso –y, a veces, hasta tentador–, en un proceso de este tipo, que caer en las trampas que la coyuntura política les tiende a las partes.

El proceso tiene un déficit creciente de confianza y respaldo en una opinión pública escéptica, en el mejor de los casos, y hostil a la guerrilla. El margen de maniobra de las FARC para ‘estirar la cuerda’ es muy limitado y sus negociadores no deberían asumir que la movilización social o el desgaste presidencial se lo amplían. Pero el exceso de presión por parte del gobierno y la falta de coherencia entre lo que anuncia en Cuba y lo que decide en Colombia en algunos temas también introducen perturbaciones.

Por lo pronto, el cielo en La Habana luce cubierto. No solo en los micrófonos las partes son cada vez más incisivas. Como van las cosas, amenazan con llevar a las conversaciones de La Habana a su encrucijada más seria desde que empezaron.