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Uno de los líderes comunales que alertó de una confusa operación militar que culminó con la muerte de un indígena en zona rural Jamundí, hoy denuncia amenazas en su contra. SEMANA habló con Eduardo Cotasio Gaviria.

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"Hago responsable al Batallón Pichincha de lo que me pase a mí o mi familia"

Uno de los líderes comunales que alertó de una confusa operación militar que habría culminado con la muerte de un indígena en zona rural Jamundí, hoy denuncia amenazas en su contra. SEMANA habló con Eduardo Cotasio Gaviria.

18 de noviembre de 2019

El pasado 5 de septiembre, a las 5:45 de la mañana, unidades del batallón de infantería Pichincha Número 8, de la Tercera Brigada del Ejército con sede en Cali, llegaron al corregimiento Villa Colombia en zona rural de Jamundí, Valle. Sobre lo que ocurrió allí hay dos versiones: el ejército asegura que en el lugar hubo intercambio de disparos y que al darles aviso de ello sus hombres llegaron y encontraron una persona muerta. La comunidad, por su parte, señala que la fuerza pública fue la responsable de la muerte de un joven indígena y de las lesiones a otro que resultó herido.

La víctima fatal de ese confuso hecho fue identificada como Ómar Guasaquillo, de 20 años de edad. El otro joven herido fue trasladado al hospital de Jamundí donde recibió atención médica debido a heridas en una de sus manos.

Entre las pruebas que al parecer tendría el Ejército para señalar a la víctima de pertenecer a una organización criminal, aparece una fotografía tomada en el sitio de los hechos y donde se observa un uniforme camuflado, un radio teléfono amarillo y un arma de fuego tipo changón.

Sin embargo, vecinos del sector de Villa Colombia insisten en que se trató de una ejecuciín extrajudicial y esa imagen es un montaje. "Por eso decidimos hacer un cordón humanitario y no permitir que nadie ingrese al sitio de los hechos, hasta que lo haga la Fiscalía; pero ya los llamamos y dijeron que no venían por razones de seguridad”, manifestó un vecino el día de los hechos.

En el mismo sentido ha levantado la voz Eduardo Cotasio Gaviria quien desde entonces ha hecho lo posible para que las autoridades esclarezcan lo ocurrido y para que se determine con exactitud cuál fue el rol de Ejército en la muerte Guasaquilló. Pero ahora Cotasio está siendo objeto de intimidaciones.  

SEMANA.: ¿Por qué denunció al Ejército ante la Fiscalía el viernes pasado?

Eduardo Cotasio Gaviria.: Porque desde que empecé a buscar respuestas y responsables por el asesinato del compañero Ómar Guasaquillo, a manos del Ejército en Jamundí, empecé a sentirme inseguro. 

SEMANA.: ¿Lo han amenazado?

E.C.G.: Sí, el jueves de la semana pasada. Al correo de mi hijastra llegó una carta, redactada el 11 de noviembre, en la que me amenazan de muerte si no dejaba de ser líder comunitario. "El plazo mínimo acordado son 35 días, si no cumple lo indicado procederemos de manera eficaz para cortar el tema de raíz, se entiende el afán de defender la comunidad pero prevalece más su vida si es inteligente", dice un fragmento del documento.

La última amenaza que recibió Eduardo Cotasio Gaviria, llegó al correo de su hijastra. Aunque en el documento no se lee su nombre de pila, si lo identifican como James, el apodo con el que lo conoce la comunidad. 

SEMANA.: ¿Tiene algún indicio de quién puede estar detrás de la amenaza?

E.C.G.: Yo nunca me he metido con nadie. Ni siquiera he hecho denuncias contra los grupos alzados en armas. Lo que yo he hecho ha sido contra el Estado por el asesinato que cometieron y el atropello al que sometieron a la comunidad ese día que ocurrió el hecho. 

SEMANA.: ¿Cuál es su versión de lo que pasó?

E.C.G.: El 5 de septiembre una unidad del batallón de infantería Pichincha Número 8, adscrito a la Tercera Brigada del Ejército con sede en Cali, desarrolló una operación militar en el corregimiento de Villa Colombia en Jamundí. Cuando la comunidad acudió a la zona, se encontró con el cadáver del indígena Ómar Guasaquillo, tendido boca arriba en medio de la carretera, y a mi cuñado Diego Alexis Vega con el brazo derecho semidestrozado, saliendo de entre la maraña porque logró huir con vida de la balacera.

SEMANA.: ¿Usted estaba en la zona?

E.C.G.: Hago parte de la guardia campesina que hace control de territorio y constantes patrullajes en la zona por los problemas de seguridad que enfrentamos. Yo estaba en el pueblo cuando todo ocurrió. De inmediato me informan y comencé a mover a toda la comunidad para ir al sitió y encararlos. Ni mi amigo, ni mi cuñado son miembros de grupos armados. 

SEMANA.: ¿Hubo alguna intimidación ese día?

E.C.G.: Sí, durante la disputa verbal, uno de ellos me empujó y me dijo que si quería lo mismo. Desde entonces, vengo denunciando por todos los medios y diciendo que el responsable es el Ejército. 

SEMANA.: ¿Qué dijo ante la Fiscalía?

E.C.G.: Estoy convencido de que estas denuncias son las que provocan las amenazas del Estado. En ella dejé constancia de lo que viene pasando con Ejército. Hago responsable al Batallón Pichincha de lo que me pase a mi o mi familia. Ellos fueron los que hicieron la operación en la que murió Ómar y dejaron herido a mi cuñado. 

Algo no cuadra en el presunto falso positivo en Jamundí

En ese territorio en donde la ilegalidad se mezcla entre campesinos e indígenas, fue que el pasado jueves 5 de septiembre una unidad del batallón de infantería Pichincha Número 8, adscrito a la Tercera Brigada del Ejército, desarrolló una operación militar cuestionada por la comunidad porque le habría costado la vida uno de sus miembros.

SEMANA.: ¿Qué le dijeron?

E.C.G.: Que el documento estaba muy bien redactado que no parecía de un grupo al margen de la ley. 

SEMANA.: Con la denuncia hecha, ¿qué sigue? 

E.C.G.: Me faltó ir a la Procuraduría pero me toca ir a Cali. El problema es que está muy retirado, el regreso sería tarde y me parece que es riesgoso.  

SEMANA.: Pero, ¿hay ruta de protección?

E.C.G.: Me dijeron que había un plan de protección. Sin embargo, eso acá no funciona. Yo vivo lejos de Jamundí y la policía por acá no va a subir. 

SEMANA.: Cómo así, ¿en qué consiste?

E.C.G.: Pues si uno vive en el pueblo le mandan uno o dos policías para que estén pendientes. En mi caso, como vivo en zona rural y montañosa, ellos no vienen. Es decir, estoy desamparado. Tengo el apoyo de la comunidad, pero si me muevo de la zona el Estado me puede hacer algo. 

SEMANA.: ¿Ha pensado en desplazarse?

E.C.G.: Mi trabajo depende del campo, yo no tengo otro ingreso. Si me voy para Jamundí tengo que pagar, arriendo, la alimentación es mas costosa y pagar muchas cosas más. Yo no tengo para eso. 

SEMANA.: ¿Qué otras amenazas ha recibido?

E.C.G.: Un día después de las elecciones pasó algo muy sospechoso. Yo estaba pasando por el Coliseo y se me acercaron dos personas de civil que estaban armadas. Me dijeron que me bajara del carro que eran de la Siíjn de Cali y que los tenía que acompañar. No especificaron la razón. Yo llamé a una amiga y le conté lo que estaba pasando. Ahí ellos me dijeron, que bueno que entonces los acompañara a la estación de policía. Allá me preguntaron quién era, que hacía y de donde era. Había más de 20 personas cuando me bajaron del carro, ¿por qué yo? A uno todo eso le da temor. En la estación no los conocían. Ellos llegaron pidieron unos computadores para ver antecedentes. Hasta los Policías se veían extrañados con la situación. 

SEMANA.: ¿Han ocurrido más situaciones como esa?

E.C.G.: A los ocho días, fui a recoger a mi esposa a Jamundí y nos comenzaron a perseguir cuando cruzamos el puente de río Claro. Una vez llegamos nos encontramos con dos tipos. Uno vestía camisa blanca, pantalón beige y casco. El otro, que estaba por ahí parado con camisa y pantalón azul, se subió de parrillero tan pronto nos vio y nos siguieron pegados al carro. Si aceleraba, ellos aceleraban y si bajaba la velocidad, ellos también. Eso no es normal. Por eso, llegando al cruce de Las Piñas decidí esperar para continuar en caravana, ellos siguieron. 

SEMANA.: ¿Teme por su vida?

E.C.G.: Sí, a pesar de lo que pasó, nada que asumen el error y por el contrario amenazan como criminales. El día que me llegue a pasar algo, ellos son los únicos responsables. También les digo que ojalá nunca les lleguen a tocar a nadie de sus familias o amigos, solo así entenderán lo duro que es esto y el afán que uno siente de reclamar y pedir justicia.

Tras la confusa muerte de Ómar Guasaquillo, el pasado 5 de septiembre, la Tercera Brigada del Ejército Nacional emitió el siguiente comunicado:

1. En horas de la mañana, unidades militares reportaron que, hacia las 5:30 horas, se había registrado un intercambio de disparos en la vereda Las Pilas, corregimiento de Villa Colombia, municipio de Jamundí.

2. Se informa, una vez cesa esta situación, que existe una persona muerta. Inmediatamente, y en cumplimiento de la obligación de primer respondiente, la tropa solicitó la presencia de policía judicial para que realizara los actos urgentes de conformidad con lo previsto en el Código de Procedimiento penal.

3. Mientras llegaba la Policía Judicial y según información de quienes se encontraban en el área, algunas personas salieron al sitio donde se presentaron los hechos. Miembros de la población tomaron por la fuerza a un soldado, a quien al parecer le quitaron el arma de dotación, lo amarraron y lo golpearon en el rostro. Con mediación de Defensoría del Pueblo, tanto el uniformado como su arma fueron entregados al Ejército.

4. Teniendo en cuenta nuestra política de transparencia, los actos urgentes los adelanta el CTI de la Fiscalía General de la Nación y el Comandante del Ejército ordenó el desplazamiento inmediato de una comisión de la Inspección de la Institución, con el fin de verificar los hechos ocurridos y adelantar las acciones que en derecho correspondan.