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Néstor Humberto Martínez, el nuevo fiscal general de la Nación. | Foto: Archivo SEMANA

ELECCIÓN

De superministro a superfiscal

Néstor Humberto Martínez ha estado en todo, tanto en el sector público como en el privado. Ahora llega a una compleja entidad donde podría tener conflictos de interés.

11 de julio de 2016

En medio de un extenso debate, Néstor Humberto Martínez Neira fue elegido nuevo fiscal general de la Nación. Reemplazará a Eduardo Montealegre, quien terminó su período en marzo pasado.

Néstor Humberto se impuso al exministro de Justicia Yesid Reyes y a la exdirectora jurídica del proceso de Paz Mónica Cifuentes. Su elección no estuvo exenta de discusión. Sus críticos le cuestionaban el hecho de ser uno de los abogados con más relaciones en el mundo del poder en Colombia, lo cual podría exponerlo a posibles conflictos de interés que pueda tener al ejercer el segundo cargo más poderoso del país. Otros, por el contrario, sostienen que estos nexos le dan un conocimiento más profundo del país, algo que pocos tienen.

Néstor Humberto Martínez ha estado en todo, tanto en el sector público como en el privado. Comenzó su carrera como jefe de la división de Asuntos Legales de la Superintendencia de Sociedades unos años después de graduarse de la Universidad Javeriana. Luego fue director de la Cámara de Comercio, superintendente Bancario, miembro de la Junta del Banco de la República, subgerente legal del Banco Interamericano, ministro de Justicia, embajador de Colombia en Francia, ministro del Interior y superministro de la Presidencia.

En esa larga trayectoria de más de 30 años en el Estado, tiene la particularidad de haber trabajado con prácticamente todos los presidentes de Colombia y de tener relaciones con cada uno, aunque algunos de ellos se odien.

En el sector privado su experiencia es reconocida y respetada. Fundó uno de los bufetes de abogados más exitosos del país, ha asesorado a grandes grupos económicos y llevado destacados negocios de fusiones, emisiones de acciones, ventas y adquisiciones. Por su bufete han pasado la organización Ardila Lülle, la organización Sarmiento Angulo, el Grupo Gilinski, entre otros.

Frente a los temores por el estrecho vínculo con el poder económico, sus defensores argumentan que el posible conflicto de interés que podría tener como fiscal no será porque su oficina no tramita casos penales, sino de derecho privado o administrativo, lo cual no tendría relación directa con las funciones de la Fiscalía, que se encarga de la investigación y acusación de delitos.

Sin embargo, en el mundo contemporáneo en los últimos años se ha visto que es tan grande el poder de los conglomerados económicos, que en el desarrollo de sus actividades comerciales algunas veces rozan o incurren en lo penal. El mundo de los negocios es una jungla llena de trampas y peligros que pocas personas pueden descifrar. La experiencia de Néstor Humberto sin duda alguna podría ser útil.

Un ejemplo de esto es el caso de Interbolsa, en el cual empresarios acabaron en la cárcel por manipulación del mercado de valores y otros delitos de cuello blanco. En este sentido, será muy útil un fiscal fogueado en derecho económico y financiero.

Otra ventaja que va a tener Martínez es que es un conciliador en un país polarizado. Uno de los mayores problemas que Colombia tiene en la actualidad es que está dividido en dos bandos radicales e irreconciliables alrededor del proceso de paz. A esto se suma que el uribismo se considera víctima de una persecución judicial que ha intensificado esa pugnacidad. El nombre de Martínez, por ahora, tranquiliza a los dos bandos.

A algunos todavía les llama la atención la aspiración de Néstor Humberto Martínez a la Fiscalía, pues hace menos de un año fusionó su firma de abogados, Martínez Neira y asociados, con DLA Piper, una de las grandes jugadoras internacionales del derecho. Ahora cuando estará al frente del segundo cargo más importante del país, esa fusión que apuntaba a la consolidación de un megabufete superior al que ya existía, se podría afectar.

Sin el fundador y líder a la cabeza, con la prudencia que seguramente va a tener para evitar conflictos de intereses, tendrán que poner en práctica algunas restricciones que en otra forma no tendrían. Se da por descontado que su hijo, Camilo Martínez, asumirá las riendas del bufete.

Lo anterior ha llevado a algunos a preguntarse: ¿Qué motiva a una persona que podría llevar una vida cómoda y rentable como el abogado más influyente del país a someterse al estrés de la Fiscalía, a un mayor ritmo de trabajo y a los enemigos que produce este cargo? Teniendo en cuenta que acaba de cumplir 60 años y que ha ocupado prácticamente todos los cargos públicos posibles menos uno, algunos no descartan que dentro de cuatro años quiera buscar el único que no ha tenido: la Presidencia de la República.