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Radiografía de la violencia que nos mata

Un estudio del Observatorio Nacional de Salud muestra los factores que alejan a Colombia de los países desarrollados a causa de la violencia.

18 de abril de 2015

Desde que en 1962 se publicó La Violencia en Colombia, un intento pionero de explicar las causas de ese fenómeno, se han publicado ensayos, cientos de textos, artículos y estudios que no han logrado un diagnóstico de consenso sobre por qué los colombianos se matan entre sí. Ni siquiera la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas, creada en el marco de las negociaciones entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las Farc, pudo ponerse de acuerdo.

Sociólogos, antropólogos, historiadores, politólogos y economistas han dado una gran variedad de hipótesis sobre la violencia homicida. Unos afirman que el desangre se debe a causas subjetivas, como el ánimo de enriquecerse rápidamente, el narcotráfico o la guerrilla. Otros afirman que este fenómeno se debe a causas objetivas, como la pobreza, la exclusión económica y política, o la incapacidad del Estado para imponer su autoridad. Sin embargo, de todos los ríos de tinta que han corrido desde 1962, muy pocos han decidido abordar la violencia homicida como un problema de salud pública. Guardando las proporciones, ha pasado lo mismo que en la lucha contra las drogas, que durante décadas ha sido enfrentada con medidas militares, policivas, judiciales y coercitivas, pero ahora, frente a su fracaso, se entendió que es un problema de salud pública y mental.

Es por eso que el estudio que publicará la próxima semana el Observatorio Nacional de Salud (ONS) sobre violencia homicida en Colombia resulta tan atractivo. Por primera vez un grupo interdisciplinario conformado por médicos, salubristas, epidemiólogos, economistas, psicólogos, antropólogos, sociólogos, ingenieros y estadistas se dio a la tarea de explicar de manera sistemática la violencia homicida y sus efectos para el país. Para ellos, “la violencia debe ser comprendida como un iceberg de tal forma que la parte visible es más pequeña que aquella que subyace a las causas múltiples y complejas del problema”, dice el informe.

¿Cuál es el enfoque de este grupo de investigadores? La historia comenzó hace más de un año, cuando el Instituto Nacional de Salud creó el ONS, encargado de analizar las causas por las cuales los colombianos se enferman o mueren, y producir información para la toma de decisiones políticas. En su primer informe quedó claro que la violencia homicida es la segunda causa de muerte, solo superada por las enfermedades del corazón. Hace seis meses el equipo decidió recopilar toda la información médica, forense, técnica y estadística disponible, además de hacer un completo barrido de todo lo que se ha escrito sobre el homicidio y la violencia en Colombia en los últimos 50 años. De este análisis surgieron elementos que corroboran que la violencia tiene causas objetivas y subjetivas, pero que también obedece a otro tipo de dinámicas.

Los investigadores del Observatorio se enfocaron en las cifras de homicidios y muertes violentas ocurridas entre 1998 y 2012. En ese periodo, el homicidio creció hasta 2002, cuando llegó a su tasa más alta y se convirtió en la principal causa de muerte de los colombianos. Después, con la entrada del Plan Colombia, la política de Seguridad Democrática y las inversiones del Estado, entre otras, empezó a descender, para crecer de nuevo en 2009, y comenzar luego una rápida caída que aún se mantiene. Pese a su reducción, Colombia sigue teniendo una de las tasas de homicidios más altas de América Latina.

Para los investigadores, la violencia homicida no es generalizada ni se da de forma aleatoria en todo el país, sino que se ha concentrado en algunas regiones. Sorprende que la mitad de los 331.470 homicidios que se registraron entre 1998 y 2012 ocurrieron en 27 municipios, mientras que el 80 % se concentra en 203 de los 1.123 municipios del país. (Ver infografía).

Al hacer esa geografía del homicidio se encontró que, entre 1998 y 2012, el grueso de los homicidios se concentró en cuatro regiones: Amazonia-Orinoquia, Antioquia-Valle, Cesar-Norte de Santander y sur de Cauca-norte de Nariño. “Si usted es hombre, entre 15 y 39 años, y vive en Antioquia y Valle, tiene 50 veces más posibilidad de morir de forma violenta que en el resto del país”, dijo Carlos Andrés Castañeda, director del Observatorio.

En contraste, en ese periodo gran parte de la costa Atlántica, Nariño, la sabana cundiboyacense y los Llanos Orientales fueron las que presentaron las tasas más bajas de homicidios. Otro de los resultados preocupantes es que el grupo más afectado por la violencia homicida son los hombres entre 15 y 39 años, residentes en los estratos bajos de las áreas urbanas y cuya educación no sobrepasa la básica primaria.

Uno de los elementos más interesantes de la investigación del ONS es que no solo establece cuáles son las zonas más y menos violentas del país sino cómo evolucionó el homicidio en ellas entre 1998 y 2012. En la zona Antioquia-Valle del Cauca, en 1998, el alto número de homicidios estaba concentrado en el centro y el oriente antioqueño y el Eje Cafetero incluyendo el sur del Chocó, pero para 2012 la violencia homicida se desplazó a Urabá, occidente del Tolima y todo el Valle del Cauca.

El caso más dramático de la evolución de la violencia homicida es el de la zona Amazonia-Orinoquia. En 1998 las altas tasas de muertes violentas se concentraban en el departamento de Caquetá, en 2009 se habían expandido al sur del Meta, Guaviare, Vichada, Casanare, Arauca, Guainía, Vaupés y Putumayo. Pero en 2012 se volvieron a concretar en Caquetá y partes muy puntuales de Meta y Guaviare.

Como un aspecto positivo, el estudio revela que en las cinco zonas donde se concentró la violencia se redujo la tasa de homicidios. Entre 1998 y 2012 en la Amazonia-Orinoquia se pasó de 126 por cada 100.000 habitantes a 47, una reducción de 62 %. Lo mismo sucedió con el eje Antioquia-Valle del Cauca, que pasó de 129 a 67, o sea una baja de 47 %. La única que sufrió un aumento fue la del sur de Cauca-norte de Nariño que pasó de 56 a 60 por cada 100.000 habitantes.

Igualmente, el estudio ratifica lo dicho por otros investigadores en cuanto a que el incremento de la violencia está directamente relacionado con las disputas territoriales entre las guerrillas, los paramilitares y las bacrim y la presencia de cultivos ilícitos y la minería ilegal. Los cultivos de coca pueden aumentar la tasa de mortalidad por violencia hasta un 82 %.

Frente a la larga discusión sobre si la violencia en el país se debe a causas objetivas o subjetivas, el Observatorio encontró que no se puede dar una explicación generalizada, sino que “se debe hacer municipio por municipio. Incluso un programa de seguridad que ha sido exitoso en un municipio difícilmente puede convertirse en una política para todos”, dijo el director del Observatorio.

Por ejemplo la pobreza, que ha sido mostrada como una causa de la violencia, no lo es. Lo mismo sucedió con la desigualdad. Algo similar ocurrió con el nivel educativo. De la población asesinada de 20 a 39 años de la que se tenía información educativa, el 43,5 % registró nivel educativo de básica primaria, el 25 % básica secundaria y el 22,3 básica media. No obstante, en el caso del desempleo departamental se registró que por cada punto de desempleo la probabilidad de muerte por homicidio aumenta un 19 %.

El informe arroja varias conclusiones: primero, que el homicidio y la muerte violenta tienen un alto impacto en la vida y la salud de los colombianos y generan una fuerte presión al sistema de salud. Lo segundo, que es un fenómeno que tiene un impacto importante en la calidad de vida, la salud mental y la expectativa de vida de las personas, especialmente entre los hombres. Si no existiera, los colombianos podrían ganar uno o dos años de vida. Lo tercero, que es un problema que tiene graves consecuencias económicas, pues le está causando una pérdida al país de entre 0,6 y 2 puntos del PIB. Y lo último, y de pronto lo más importante, es que es una causa de muerte que se puede prevenir, pero paradójicamente no es la salud la que lo puede resolver, pero sí puede aportar importantes elementos para que la sociedad y el Estado desarrollen políticas focales para mitigar este flagelo.

“Si no hubiera esas tasas de violencia homicida tan altas, o si se pudieran reducir a los niveles que tienen muchos países de la región, Colombia tendría un perfil de enfermedad y muerte muy similar a los de países desarrollados, en donde las personas enferman y mueren de enfermedades cerebrovasculares, del corazón o cáncer, y no de bala. Ese es el reto por resolver y donde la salud tiene mucho qué decir y aportar”, dice Castañeda.