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Simón Gaviria es de nuevo el jefe único del Partido Liberal. | Foto: Guillermo Torres

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Simón Gaviria, un delfín todopoderoso

Así sale el hijo de César Gaviria de la Convención Liberal en la que volvió a ser aclamado jefe único del partido.

1 de diciembre de 2013

Luego de haber aclamado a Simón Gaviria como jefe único del liberalismo al término de la Convención Nacional del Partido, en los pasillos del Hotel Hilton de Cartagena hacía carrera un comentario: “Simón acaba de conseguir su ministerio”.

Esa fue la conclusión que algunos parlamentarios le dieron a la Convención. Porque, como ya estaba cantado, de allí saldría coronado –por segunda vez- el hijo del expresidente César Gaviria como líder de las tropas liberales para la campaña política del 2014. Tendrá como reto sacar más de dos millones de votos para convertirse en el partido mayoritario, y para ponerlos a disposición de la reelección del presidente Juan Manuel Santos.

Y esa condición lo pone en posición de privilegio en el primer anillo de la reelección de Santos, y con todas las condiciones de representar el partido del trapo rojo en la primera fila de un segundo gobierno, en caso de que el mandatario consiga la reelección.

La posibilidad de ser ministro en un segundo gobierno de Santos no le ha sido indiferente a Gaviria. Y fue quizás una de las razones que lo motivaron para abstenerse de dar el salto de la Cámara de Representantes al Senado, y para asegurarlo, tenía que conseguir su propia reelección en la jefatura del Partido Liberal.

Para ello organizó una convención en la que los actuales parlamentarios de la colectividad eran los que mayor representación tenían entre los delegados. Ellos en su mayoría aspiran a ser reelegidos en sus curules. Y Simón tuvo que llegar a acuerdos con los dirigentes liberales para conseguir su aclamación.

Quizás el más controvertido fue el que tuvo que hacer con Horacio Serpa para entregarle el primer renglón de la lista de candidatos al Senado, condición que el exgobernador de Santander había reclamado para poner a disposición sus votos a la causa liberal. Con ese acuerdo, Simón tuvo que sacrificar a su amigo Juan Manuel Galán, quien también aspiraba a comandar las tropas como representante de la renovación liberal. Serpa contaba con el respaldo de la mayoría de parlamentarios, de cuyo respaldo dependía la reelección de Simón. Por eso Galán había insinuado que Gaviria había sido víctima de un “chantaje” del liberalismo de las viejas prácticas, y por eso se ausentó de la Convención.

Pero quizá, también pesó la ambición electoral del liberalismo. Y en la conciencia, Serpa, quien la última vez que se midió en las urnas, para la Gobernación de Santander en 2007, obtuvo más de 400.000 votos, podía garantizar un mayor éxito que Galán, quien en el 2010, como cabeza liberal, obtuvo algo más de 80.000 votos.

Tras resolver esta controversia, Gaviria volvió a poner a disposición el liberalismo a Juan Manuel Santos. No sólo lo proclamó como el candidato presidencial por el partido, sino que afirmó que en el liberalismo están los verdaderos amigos del mandatario. Un respaldo sin ambigüedades, como calificó Gaviria, aunque no exento de una condición: que Santos “refresque y reasuma su compromiso con la plataforma política liberal”.

Una petición que seguramente Santos le retribuirá a Gaviria, quien se ha convertido en uno de sus principales aliados en el Gobierno.

No en vano Simón Gaviria no sólo fue quien promovió el apoyo de los liberales a Santos para la segunda vuelta del 2010, sino que fue el primero en levantar la voz para pedirle que se lanzara a la reelección, pese a que el liberalismo fue el principal opositor de esta figura.

Con estos antecedentes, Gaviria se perfila como uno de los hombres de un eventual segundo gobierno. Y también como una de las figuras mejor posicionadas dentro del liberalismo hacia el futuro. Simón Gaviria pasó en diez años de ser político independiente de la mano de Enrique Peñalosa, apoyando la segunda reelección de Álvaro Uribe, a presidente de la Cámara de Representantes por el Partido Liberal y luego a jefe máximo de uno de los partidos tradicionales. Su futuro está en el poder Ejecutivo, y dentro del liberalismo, como un presidenciable para las elecciones del 2018.

Por eso, más allá de la reelección, Gaviria consiguió un nuevo ascenso en su carrera política.