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Horacio Poveda.

INFORME ESPECIAL CORONAVIRUS

De 1 a 1.000 muertos: Horacio, el colombiano que perdió la batalla en NY

A un mar de distancia, su familia tuvo que despedirlo en medio de la más absoluta soledad. Estuvo 14 días en una clínica de la Gran Manzana sin tener contacto con nadie. “Mi tío cruzó las fronteras en busca de un sueño. Y creo que verdaderamente lo cumplió”.

9 de junio de 2020

Mi tío cruzó las fronteras en busca de un sueño. Y creo que verdaderamente lo cumplió. Trabajó como ninguno por la comunidad latina en Nueva York, la ciudad en la que dedicó buena parte de su vida a la labor social y la ciudad a la que llegó la pandemia que se lo llevó a otro mundo. 

Filántropo por naturaleza, se comprometió con la comunidad de inmigrantes en la gran manzana y siempre estuvo presente para cualquier persona. Dio más de lo que tuvo, colaboró a cada instante y comprendió la vida como la entrega absoluta al prójimo. Reunía recursos para cirugías de niños enfermos del corazón en Honduras, El Salvador, Colombia, entre otros países. Acciones maravillosas nubladas por el coronavirus. Mi tío Horacio pertenecía al Club de Rotarios de Jackson Heights y América Viva, organizaciones sin ánimo de lucro. Una vez mi tío me llamó y me dijo algo que hoy recuerdo: hay que ayudar a los demás cuando uno tiene, porque cuando uno tiene, le sobra; cuando no tiene, le falta. Eso me marcó para siempre. 

Por su visión del mundo, basada en la construcción del ser, decía constantemente que la covid-19 era una guerra biológica. En esa guerra, mi tío tenía una debilidad. Había sufrido de una dura deficiencia renal, pero habían pasado siete años desde esa crisis. Estaba en su mejor momento. Las cosas fluían y los malestares habían disminuido a pesar de someterse a diálisis a diario. 

En la mañana del 16 de marzo, mi tío Horacio presentó síntomas del nuevo coronavirus. Se encontraba con tos y fiebre. Tres días después tuvo que ser remitido a un hospital. Fue  aislado como paciente de alto riesgo. Permaneció 14 días en el lugar, 8 de ellos en la unidad de cuidados intensivos a la espera de avances positivos.  

Cuando Horacio se encontraba con síntomas, mi hermano y su sobrino, quien lo acompañó un par de meses en Estados Unidos, debía regresar a Colombia. Viajó con la incertidumbre de su diagnóstico y el de su tío, que a la postre arrojó positivo para Horacio y un familiar en Bogotá. Su esposa Consuelo contagiada y demás familiares, debieron asumir la cuarentena y brindar apoyo a kilómetros de distancia a la espera de buenas noticias. 

Después de la lucha continua contra la covid-19, el 2 de abril Horacio perdió la batalla. Su despedida no pudo ser como sus familiares y amigos hubiesen querido. Nadie pudo verlo. El único aliento fueron las llamadas y los mensajes mientras su familia asimilaba la dolorosa partida sin regreso de un hombre que culminó su labor en la tierra, pero cuyo legado no morirá. Al final, lo que queda para todos es que tuvo una vida fructífera, plena. 

El mejor recuerdo que tengo de él fue otra conversación telefónica. Yo estaba enfermo y él me marcó al celular. Me explicó la importancia de la vida, la importancia de luchar, de no dejarse vencer por los problemas. Me mostró que había que seguir, sin importar las circunstancias. Todas las mañanas me levanto y lo pienso.