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Asesinato del hincha. El 23 de septiembre Wilmer Chacón, alias Canalla, junto a dos amigos, apuñaló y asesinó en una estación de TransMilenio a Carlos Medellín de 19 años. Gracias al video el homicida fue capturado seis días después.

SEGURIDAD

Los videos, ¿arma contra el crimen en Colombia?

Colombia entró en la moda de la vigilancia electrónica mediante cámaras, pero aún falta mucho camino por andar.

5 de octubre de 2013

El pasado 23 de septiembre, las pantallas de televisión colombianas fueron inundadas por las imágenes de un joven que, en compañía de otros tres, apuñala a un muchacho que muere a causa de la herida por el simple hecho de tener una camiseta de fútbol diferente a la de sus agresores.

Con la grabación, captada por una cámara de la estación de TransMilenio donde sucedieron los hechos, a la Policía le tomó escasos seis días capturar al autor, Wilmer Chacón, alias Canalla. Y este, al ver su crimen registrado en video, no tuvo más opción que aceptar los cargos y pagará 25 años de cárcel.

Este no es sino uno entre una multitud de casos recientes en los que la vigilancia mediante cámaras de video permite esclarecer delitos y capturar rápidamente a sus autores. Una tendencia que, de reforzarse, puede convertirse, como ha ocurrido en otras latitudes, en un gran aliado de la seguridad ciudadana, tanto para prevenir el delito como para castigarlo.

Días antes, el 19 de septiembre, se conocieron imágenes de un desmovilizado de la guerrilla en el sur de Bogotá cuando se acerca sigiloso y le dispara dos veces en la cabeza a un comerciante que hablaba desprevenido por teléfono. El asesinato quedó grabado segundo a segundo y el homicida fue arrestado a los pocos minutos.  

El caso quizá más publicitado tuvo lugar el 21 de junio, cerca del Parque de la 93, en Bogotá. Esa noche fue asesinado,en medio de un paseo millonario, el agente de la DEA James Watson. Las imágenes del estadounidense herido mortalmente, escapando del taxi en donde estaba siendo asaltado fueron noticia internacional. Y gracias a ellas, la Policía arrestó a los cinco integrantes de la banda, que fueron pedidos en extradición por Estados Unidos.

Si bien en Colombia estos ejemplos son relativamente recientes, muestran que, poco a poco, el país se está poniendo al paso de una tendencia que ha cobrado gran importancia en Estados Unidos, Europa y otros lugares del mundo.  

El ‘gran hermano’
Londres es conocida como la ciudad más vigilada por video del mundo. A raíz de la explosión en 1993 de un carro bomba instalado por el IRA, las autoridades lanzaron un agresivo plan para blindar la capital inglesa por medio de cámaras de vigilancia, conocido como ring of steel (anillo de acero), que ha contribuido a evitar atentados, capturar culpables y hasta inculpar policías por excesivo uso de la fuerza, entre muchos otros resultados. Hoy la capital británica tiene cerca de 40.000 cámaras de video, una por cada 200 habitantes. 

El sistema ha sido usado también para disturbios, como el ocurrido en diciembre de 2009, cuando miles de estudiantes y personas causaron caos en las calles de Londres  y Mánchester por aumentos en las matrículas. Las imágenes de 180 revoltosos que protagonizaron actos vandálicos fueron publicadas en las páginas de la Policía y distribuidas por redes sociales. 

Algo similar intentó la Policía de Bogotá, al difundir un afiche con las imágenes de 47 personas señaladas de participar en actos vandálicos en la capital en apoyo al paro nacional agrario, hace un mes. Sin embargo, la semana pasada un juez ordenó retirar esos carteles, al aceptar una tutela de uno de los jóvenes que allí se registraban, quien alegó no haber participado en los desórdenes. 

Gracias al sistema, que se extendió a todo el país (tiene hoy 4,2 millones de cámaras), las autoridades estiman que se ha logrado reducir entre el 20 y el 30 por ciento los delitos comunes y ha mejorado la percepción de seguridad. 

El ejemplo cundió. Madrid cuenta con casi 3.500 cámaras. Manhattan, en el corazón de Nueva York, tiene 4.000. Ciudad de México ha instalado 8.000. En mayo pasado, Boston, que tiene una amplia red de vigilancia electrónica, estimada en más de 2.000 cámaras, puso dramáticamente de presente su utilidad. 

Durante la célebre maratón que se corre en la ciudad cada año, una bomba explotó dejando numerosas víctimas. Mediante videos del lugar del atentado, la Policía logró identificar, con ayuda  de la ciudadanía, a los autores y tres días más tarde los capturó. 

En algunos casos, las intenciones de vigilancia reviven el fantasma del Gran Hermano de la novela 1984, de George Orwell, . Según The New York Times, a finales del año pasado las autoridades de la ciudad de Urumqi, en China, en la que viven 1,6 millones de personas, planeaban instalar nada menos que 60.000 cámaras de seguridad. La ciudad es la capital de la provincia de Xinjiang, cuyos habitantes, los uigures, son musulmanes y han protagonizado toda clase de rebeliones contra el poder comunista chino.

El caso criollo
Pese a que en Colombia las cámaras empiezan a arrojar resultados contra la delincuencia, su instalación ha avanzado con lentitud y de manera desigual. 

Por una parte, aunque la Policía aplica desde hace algunos años lo que denomina ‘sistema de data vigilancia’, el número de cámaras instaladas es más que modesto comparado con el de otros países. En total, en 139 ciudades colombianas existen apenas 4.380 cámaras de vigilancia; es decir, lo mismo que en el solo Manhattan. En Bogotá, que tiene una población similar a la de Londres, no hay sino 382. 

En 2005, el Fondo de Vigilancia y Seguridad firmó varios convenios por 82.000 millones de pesos para aumentarlas a 1.900. Sin embargo, las que se compraron resultaron incompatibles con el sistema existente y no han podido ser utilizadas.

Medellín, donde las autoridades aportan para comprar cámaras para la Policía, es la que más tiene, con 790. Barranquilla, con 241 cámaras; Bucaramanga, con 132; Cartagena, con 120 y Cúcuta, con 52, son junto a la capital las ciudades que cuentan con el mayor número de cámaras de vigilancia oficiales. Cifras que dejan claro que la proporción de cámaras por habitante en las ciudades colombianas es una fracción de la de otros lugares del mundo.

Por otra parte, la inmensa mayoría de las cámaras es instalada por negocios o personas privadas. Aunque no hay un censo, se calcula que las cámaras particulares, solo en Bogotá, podrían ser más de 60.000. Estas son una herramienta muy útil para las autoridades. 

Por ejemplo, las que tenían instaladas algunos restaurantes y edificios cerca del lugar donde ocurrió el paseo millonario que acabó con la muerte del agente de la DEA fueron clave para la investigación policial. Una pieza fundamental en la investigación de la fuga del narcotraficante Alexánder Guerrero, el pasado 17 de septiembre, es un video del centro médico en el que se ve al grupo de hombres armados con fusiles de asalto que lo rescataron en un espectacular operativo, en el que quedó herido un guardián del Inpec que lo escoltaba en una cita odontológica. 

Pese al reducido número de cámaras, los resultados están a la vista. En la capital, en lo que va corrido de este año, gracias a los videos de la Policía se han capturado 339 personas en flagrancia, y otras 230 en Medellín. 

Una muestra de su utilidad es que en 49 casos las cámaras han sido clave para esclarecer accidentes de tránsito. Uno de ellos ocurrió el pasado 17 de julio en Bogotá, cuando quedó grabado un conductor borracho que atropelló a un hombre que iba caminando por un andén con su pequeña hija en los brazos. Gracias al video al conductor fue capturado, aunque luego quedó libre. 

Debido a la falta de cámaras propias, la Policía realiza alianzas con diversos estamentos como las empresas de vigilancia, el sector bancario y empresarial, con el fin de tener acceso a los videos de esas cámaras privadas. 

De acuerdo con estadísticas de la Policía, esos sistemas de vigilancia han desempeñado durante este año un papel clave en reducciones del 8 por ciento en los homicidios, 6 por ciento en hurto a personas, 15 por ciento en robo a comercio, 27 por ciento en robo a residencias y 17 por ciento en robo de vehículos en todo el país. Si se emprendieran programas ambiciosos de instalación de cámaras de vigilancia de las autoridades en las ciudades colombianas, el impacto sobre el crimen sería, sin duda, mucho mayor.

La estrategia de vigilancia electrónica de la Policía no se limita a las cámaras de video instaladas en lugares públicos. Hay 476 patrullas en las 13 policías metropolitanas que cuentan con cámaras de video para reconocimiento de plazas, que permiten verificar desde autos hurtados hasta antecedentes de los propietarios. Además, diez pequeñas unidades aéreas, similares a un helicóptero de aeromodelismo, se usan para grabar desde el aire y monitorear espectáculos como conciertos y eventos deportivos.

Aunque no faltan polémicas sobre esta vigilancia omnipresente de la vida cotidiana, es un hecho que las cámaras se han convertido en uno de los grandes aliados de las autoridades en buena parte del mundo y que su empleo cuenta con el apoyo de una parte significativa de la población, que ve en ellas un instrumento útil no solo para capturar delincuentes sino un elemento disuasivo para la comisión de delitos. 

Colombia y sus ciudades están muy lejos de Londres o Nueva York en materia de vigilancia electrónica, pero, con los niveles de inseguridad y la preocupación creciente de la ciudadanía por este tema, las autoridades están en mora de poner en marcha programas ambiciosos que aumenten el número de cámaras en sitios públicos. 

La captura de un personaje como Canalla, el asesino del joven hincha, es el mejor argumento en favor de que las cámaras pueden ser más útiles para prevenir el crimen que aumentar penas y más baratas para castigarlo que contratar más jueces y fiscales.