“Llegó un agente que apodaban el ‘Oso’... Me dijo: ‘Conmigo hasta los mudos hablan. Te voy a dar una violada que no se te va a olvidar’”. De esta manera Rosa Julia Leyva, una mujer mexicana, recuerda el comienzo de su calvario cuando se vio involucrada en una investigación por el porte ilegal de drogas.
Según su testimonio, un grupo de conocidos de su tierra de origen, el estado de Guerrero, la convenció de que viajaran juntos hacia Tijuana. En el aeropuerto ella les recibió una bolsa sin saber que contenía heroína. Once años duró en la cárcel. Sin saber leer, firmó la aceptación de los cargos.
“Creo que acabé aceptando lo que ese juez y ese criminólogo dijeron: ‘A mí qué me importa si te engañaron, si fuiste víctima de mil y una cosas, a mí lo que me importa es que tú la traías encima, y para mí, eso es lo que importa en mi sentencia’. Y yo pensé, ¿qué es lo que trajo a Rosa Julia Leyva a la cárcel? Me trajo la ignorancia, el aislamiento social-cultural, me trajo el hambre, me trajeron mil y una cosas”.
Ahora Martínez vende artesanías junto con su hermana en ciudad de México y busca superar el trauma que le dejaron los años en el penal.