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columna del lector

Dar la cara

Miércoles 27. "Los cargos de responsabilidad política exigen dar la cara, mirar a los ojos al ciudadano, dar explicaciones". Desafortunadamente algunos prefieren esconderse, opina el analista Rafael Rincón.

Rafael Rincón*
24 de julio de 2005

Rosario Arévalo, consejera del medio ambiente en España, ha dimitido después que un incendio acabó con los bosques de Guadalajara y dejo un saldo de once personas muertas. Manifestó ella que todo lo hizo bien, pero que las muertes le conmueven.

José Dirceu, mano derecha de Luiz Inácio 'Lula' Da Silva en Brasil, renunció después que el Congreso se enteró de su aquiescencia en el pago de bonificaciones a parlamentarios para mantener las mayorías a favor del gobierno.

Edith Cecilia Urrego, ex gerente de las Empresas Públicas de Medellín, renunció cuando se dio cuenta que sus explicaciones no eran suficientes para recuperar la confianza perdida en la contratación de una lujosa vajilla.

Sin embargo, hay otros funcionarios que desarrollan el arte de esconderse, de guardar silencio, de salir de vacaciones o licencia mientras la ciudad, el departamento o el país esperan sus declaraciones públicas.

Cuando el ex ministro de defensa Jorge Alberto Uribe fue vetado por sus subalternos y censurado por los congresistas, guardó silencio cómplice con los autores de la muerte de tres sindicalistas en Arauca, deterioró las relaciones con Venezuela, no respondió ni por los hechos de Cajamarca, ni por los de Guaitarilla, culpó a los soldados y a la población por la toma de Iscuandé, no se inmutó con los múltiples casos de corrupción. Ni la Procuraduría, ni la Fiscalía lo investigaron. Esperó que los hechos se enfriaran para renunciar, para salir limpio, para que la gente no se diera cuenta que se tenía que ir. No respondió ni a su misión, ni a su país. El presidente Uribe lo protegió. No hubo respuesta pública.

La responsabilidad política es la obligación de los servidores públicos con cargos de dirección de responder por sus actos y los de sus subalternos. Implica soportar la crítica, los cuestionamientos de los ciudadanos y contiene la posibilidad de renunciar al cargo por las yerros propios o ajenos. Los servidores públicos de dirección no sólo deben ser honrados, sino parecerlo, como la mujer del César.

La responsabilidad política no depende de los resultados de las investigaciones penales, disciplinarias o políticas. Poner la cara sirve para renovar la confianza. Por el contrario, pasar agachado frente a los errores es aceptar vivir bajo sospecha. Es iluso creer que solo se responde ante Dios, o esperar que la historia la que nos absuelva.

Es increíble, por ejemplo, que la vía a la costa permanezca obstruida once días por un talud de tierra que puede ser removido en tres días y nadie de la cara, nadie responda políticamente. No hubo Ministro ni viceministro, no hubo Invías, no hubo secretaría de infraestructura que dieran explicaciones. Todos callados, todos con su silencio parecen inculpar a la naturaleza.

Se necesitan servidores públicos de dirección que rindan cuentas, que den explicaciones a la ciudadanía. Lo que está ocurriendo es la formación de funcionarios que aprenden a eludir su responsabilidad sin hacer ruido cuando el público los quiere oír. Inclusive se jactan de poseer la reprochable habilidad de "caer parados", y a eso le llaman estar curtidos o tener cancha.

Quienes tienen responsabilidad política no pueden guardar silencio o salir a decir que están mal asesorados, o que la culpa es de los contratistas o de los subalternos, o que le dejan el caso a las autoridades competentes para que sean ellas quienes definan.

Los cargos de responsabilidad política exigen dar la cara, mirar a los ojos al ciudadano, dar explicaciones. Infortunadamente parece que el éxito de algunos radica en saber caminar de puntillas cuando el público los quiere escuchar.

* Observatorio de derechos y conflicto urbano