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Un trabajo arduo, sin bombos ni platillos

Lunes 20. En una columna distribuida a los medios del mundo, el Secretario General de las Naciones Unidas, Kofi Annan, responde a la controversia por el papel de su organización en Irak.

Kofi A. Annan*
19 de junio de 2005

Hace un año, en su resolución 1546, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas fijó el calendario que se esperaba que cumpliera Irak, con la asistencia de las Naciones Unidas y la comunidad internacional. La conferencia de Bruselas es una oportunidad de dar seguridades al pueblo iraquí de que la comunidad internacional está a su lado en los valerosos esfuerzos que realiza para reconstruir su país y de que reconoce cuántos avances se han logrado ante desafíos de tan enormes proporciones.

En enero pasado se celebraron elecciones en la forma prevista. Tres meses más tarde la Asamblea Nacional de Transición dio su aprobación al Gobierno de Transición. Los partidos dominantes han iniciado negociaciones inclusivas, en las que la forma de llegar a un entendimiento con los árabes sunitas es uno de los temas principales. Un gran número de grupos y partidos sunitas vienen trabajando actualmente para asegurarse de que sus voces sean plenamente escuchadas en el proceso de redacción de la nueva constitución y de que participarán plenamente en el referendo para aprobarla y en las elecciones programadas para diciembre.

De hecho, [justamente la semana pasada] se llegó a un acuerdo para ampliar el comité encargado de redactar la constitución, con el propósito de asegurar la participación plena de la comunidad árabe sunita. Ese acuerdo, que las Naciones Unidas contribuyeron a facilitar, debería alentar a todos los iraquíes a seguir adelante con la redacción de la constitución a fin de que pueda estar terminada para la fecha prevista del 15 de agosto.

A medida que ese proceso avance, habrá sin duda retrasos frustrantes y difíciles reveses. Pero no perdamos de vista el hecho de que, hoy día y en todo irak, los iraquíes están debatiendo casi todos los aspectos de su futuro político.

Un amplio sector de la población iraquí ha venido instando encarecidamente a las Naciones Unidas a que ayuden al país a mantener el impulso, como lo hicimos en las elecciones de enero. Han buscado nuestro apoyo para la elaboración de la constitución, la preparación del referendo de octubre y las elecciones de diciembre, y para coordinar la asistencia de los donantes para la transición política, al igual que para la reconstrucción y el desarrollo.

Nuestra respuesta ha sido pronta y decidida. Hemos creado en Bagdad un mecanismo de coordinación de los donantes, hemos desplegado una Dependencia de Apoyo Constitucional y hemos establecido una relación activa y de colaboración con el Comité Constitucional de la Asamblea. Actualmente, más de 800 funcionarios de las Naciones Unidas -contratados a nivel local y a nivel internacional e incluido el personal de seguridad- prestan servicios en el Irak como parte de la Misión de Asistencia de las Naciones Unidas.

En una época ávida del mensaje mediático, la figuración se considera a menudo la prueba del éxito. Con todo, ese criterio no es necesariamente válido en el Irak. Incluso cuando, como ocurrió con el acuerdo de la semana pasada, los resultados de nuestros esfuerzos estén fácilmente a la vista de todos, la tarea propiamente tal debe realizarse silenciosamente y lejos de las cámaras.

La eficacia de la asistencia de las Naciones Unidas dependerá en gran medida de los propios iraquíes. Sólo ellos pueden redactar una constitución que sea inclusiva y justa. Las Naciones Unidas no pueden redactarla por ellos ni piensan hacerlo. Y tampoco es necesario que lo hagamos, porque los Iraquíes son más que capaces de hacerlo por su propia cuenta. Aunque aceptarán consejos, ellos mismos decidirán qué consejos vale la pena seguir.

Tan importante como las disposiciones constitucionales concretas es el entendimiento básico entre las diversas comunidades del Irak. Mi Representante Especial, Sr. Ashraf Qazi, viene alentando y facilitando la delicada tarea de acercamiento político entre todas las comunidades iraquíes, a fin de promover una transición que sea verdaderamente inclusiva. Su labor se realiza igualmente y por necesidad lejos de la mirada de los medios de comunicación, ya que se esfuerza por establecer la confianza y el entendimiento entre los diversos grupos del electorado, que serán la clave del éxito de la transición prevista en la resolución 1546 (2004) del Consejo de Seguridad.

Hay, desde luego, grupos que desean exacerbar las tensiones comunales e impedir el surgimiento de un Irak democrático, pluralista y estable. Tratan de aprovechar las graves dificultades a que se enfrenta el común de la población y de explotar la ira y el resentimiento populares para avivar el odio y la violencia. Su trabajo se ve en las calles del Irak todos los días.

No creo que las medidas de seguridad puedan ofrecer por sí solas una respuesta adecuada a la situación. Para que esas medidas den resultado, deben ser parte de una estrategia de amplia base e inclusiva que abarque la transición política, el desarrollo, los derechos humanos y la creación de instituciones, de modo que todas las comunidades del Irak vean que van as salir ganando en el nuevo Irak. Esas iniciativas deben ir respaldadas por medidas para hacer frente al sufrido pasado del Irak, un pasado que todavía incita a la venganza y que, de no ser encarado, será la ruina de las generaciones futuras. Si esta es una tarea difícil para cualquier sociedad en transición, los es mucho más cuando hay de por medio peligros como los que se viven hoy día en algunas regiones del Irak.

En ayuda de la transición, las Naciones Unidas trabajan, tanto dentro como fuera del país, para apoyar la coordinación de los donantes, desarrollar la capacidad de los ministerios iraquíes y de las organizaciones de la sociedad civil del país y prestar servicios básicos. La reconstrucción de escuelas, plantas de tratamiento de agua y de desechos, centrales eléctricas y líneas de transmisión, la asistencia alimentaria para los niños, la remoción de minas y la ayuda a cientos de miles de refugiados y desplazados internos que regresan a sus hogares, todas esas actividades tienen lugar cada día en el Irak bajo la dirección de las Naciones Unidas.

El pueblo iraquí continúa atravesando por una transición penosa y difícil y tiene por delante un camino largo y duro. Las Naciones Unidas tienen el privilegio y la determinación de caminar a su lado. Al hacerlo, estamos sirviendo no sólo al pueblo del Irak, si no a los pueblos de todas las naciones, que comparten el interés vital de que en el corazón del Oriente Medio surja un Irak democrático, pacífico y estable.

* Secretario General de las Naciones Unidas.