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El gobierno le entregó la finca Carimagua a Ecopetrol para cultivar caña y sorgo dulce con destino a producir etanol.

PUNTO DE VISTA

Carimagua, otra misión inútil

Sin escuchar a la comisión de expertos que conformó para que le dijeran qué hacer con la finca, el gobierno la entregó a Ecopetrol. La congresista Cecilia López se pregunta: ¿Qué será lo que le pasa al Ministro Arias que no sabe cómo deshacerse de sus responsabilidades con los desplazados, con quienes el Estado colombiano, del cual él es parte, tiene una profunda deuda?

Cecilia López Montaño
8 de julio de 2008

No se sabe bien para qué el Gobierno convoca misiones de expertos cuando, por lo visto hasta ahora, nunca se siguen sus recomendaciones.
 
Pasó con la famosa misión fiscal que pidió hace muchos meses que se redujera el déficit del Gobierno Central, que no se dieran subsidios, y todo fue ignorado. Algo similar sucedería con el grupo que el ministro de Agricultura nombró para que le dieran soluciones a Carimagua en medio del famoso debate. Ahora resulta que el Ministro salió con una solución supuestamente salomónica: entregarle el predio a Ecopetrol para que produzca biocombustibles.

El país se acaba de enterar de la decisión de la Junta Directiva de Ecopetrol que aprobó la semana anterior un convenio propuesto por el Ministro Arias para que se le entregue Carimagua en concesión, a la empresa estatal, por 50 años. El objeto será desarrollar un proyecto agroindustrial de caña y sorgo dulce con destino a producir etanol y la empresa se compromete a vincular al negocio a las familias desplazadas, ya sea como socios o como trabajadores.
 
El Ministro tendrá que responder muchas dudas que quedan sobre el tapete. La primera, para qué armaron una misión si de todas maneras no iban a seguir sus recomendaciones. Uno de sus miembros, Juan Carlos Echeverri, demostró su sorpresa al ver que se le entrega a una empresa petrolera semejante proyecto que nada tiene qué ver con la naturaleza de sus funciones y que desconoce por completo el complejo manejo de desplazados.

El problema de fondo es que de nuevo los desplazados, para quienes eran originalmente estas tierras, vuelven a quedar en el aire. ¿Qué será lo que le pasa a este Ministro que no sabe cómo deshacerse de sus responsabilidades con estos campesinos con quienes el Estado colombiano, del cual él es parte, tiene una profunda deuda?
 
No sabe cómo escabullirse del mandato de la Corte Constitucional que obliga al gobierno a darles una respuesta contundente. No le valió el debate en el Congreso y la presión de muchos sectores que terminó obligándolo a un reversazo de su idea inicial. Pero vuelve y juega. Nada queda claro en el famoso convenio sobre la posibilidad de que los desplazados tengan derecho al usufructo de la tierra, como había recomendado la comisión de expertos; vuelvan a lo que saben, a explotar la tierra y a beneficiarse de ello para reponerles en parte todo lo que han perdido. La insolidaridad de Arias con los campesinos pobres ya raya en el colmo del cinismo.

Más aún, parece que el Ministro viviera en otro planeta. El mundo entero reconoce que hay una peligrosa crisis alimentaria y Colombia no es una excepción. El hecho de que nadie le cobre a este funcionario la contribución de su sector a la inflación actual no implica que no tenga una profunda responsabilidad sobre esta situación: reducción de áreas sembradas en alimentos; falta de productividad por malas políticas; subsidios a quienes no toca cuando no toca y muchos errores más.
 
Ya no es una voz la que dice esto sino varias. Resulta, que la única recomendación clara de los expertos mundiales es que se tienen que producir más alimentos, especialmente con los pequeños productores que son los responsables de este tipo de cultivos en muchos países como Colombia. La otra recomendación es frenar los estímulos a la producción de biocombustibles cuando compiten precisamente con la mayor oferta de alimentos que requiere el mundo. Pero no señor. El Ministro hace todo lo posible por ir en contravía.

Es fundamental que el país sepa de una vez si esa tierra va también para Ecopetrol y, como dice la revista Semana ¿le van a hacer nuevamente, conejo a los desplazados? Es tan absurda la solución que es posible que haya gato encerrado. Esa parte del país tiene crudos pesados que necesitan mezclarse con biocombustibles para ser rentable su explotación.
 
¿No será que detrás de esto está la idea de ceder o vender Carimagua a una empresa petrolera? Y así, el negocio sería redondo y los desplazados en la inopia. ¿No es esto lo que siempre ha querido el ministro Arias?
 
En fin, ahora que hay una nueva misión, esta vez de Reforma Institucional, que se preparen para perder el tiempo.