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El narcotraficante Hernando Gómez Bustamante, alias 'Rasguño', le entregó su Ferrari modelo 91 a la Dijín antes de ser extraditado.

JUDICIAL

¡Chisgononón: se vende precioso Ferrari sin ningún ‘Rasguño’!

El anuncio de la Dirección Nacional de Estupefacientes de sacar al mercado el automóvil entregado por el narco extraditado a Estados Unidos, pone sobre el tapete los extravagantes bienes de la mafia que, en muchos casos, terminan devorados por el olvido.

9 de agosto de 2007

Los vehículos y los lujos han sido para los capos del narcotráfico, por excelencia, una de las maneras de mostrar su poderío. Un carro costoso, exclusivo y cargado de pequeños detalles que incrementan su valor resulta atractivo para cualquier curioso, excitante para algunas mujeres y motivo de envidia para otros ‘narcos’ que no lo tengan. En la historia de Colombia, son comunes los capos que han ostentado tener al menos un lujosísimo automóvil, así resulte inútil y delate el oficio del dueño cuando sale a la calle en él. Esta semana, se conoció que Hernando Gómez Bustamante, alias ‘Rasguño’, le entregó a la Dijín un espectacular carro antes de ser extraditado hacia Estados Unidos.

Se trata de un Ferrari modelo 91, una de las joyas más preciadas del capo. El vehículo, a pesar de tener más de 15 años, registra en su tacómetro un recorrido de apenas 858 kilómetros. ‘Rasguño’ no lo sacó por las calles por temor a que lo delatara. Es decir, lo tenía exclusivamente para darle la vuelta por la carretera de alguna de sus haciendas.

Sin duda, un desperdicio porque cualquiera se hubiera encantado de montar en aquel espléndido carro deportivo negro brillante. Nadie querría perderse la experiencia de conducir una nave con la fuerza y la velocidad que puede ofrecer su motor de 12 cilindros, 380 caballos y una cilindrada de 4.000 centímetros cúbicos.

Es un encarte

Semejante suntuosidad, a pesar de lo llamativa, resulta ser un problema. El carro ya está en poder de la Dirección Nacional de Estupefacientes, que procura que dentro de un mes pueda subastarse. Mientras tanto, lo guardarán en un parqueadero para garantizar su seguridad.

Debido al cuidado que merece, muchos dicen que es más un lío que un placer tenerlo. “Es un encarte”, reconoce con sinceridad el director de Estupefacientes, Carlos Albornoz.

Aquel lujo no puede más que ser propio de un mafioso. ¿Quién compra un carro que hoy puede valer 400 millones de pesos para dejarlo guardado? Además de que salir en él podría evidenciar la proveniencia del dinero, los carros deportivos no son muy aconsejables para las calles del país.

Jorge Cortés es un estudioso de los vehículos. Él sabe muy bien que las vías colombianas no son las más apropiadas para coches tan suntuosos que fueron inventados para vías amplias, rectas y desocupadas, donde el acelerador pueda tocar fondo sin obstáculos en el camino.

“Esos carros sirven para darse un paseo corto por la zona rosa de alguna ciudad o en las pocas carreteras bien pavimentadas si están solas. Los afecta mucho el pare y arranque de un trancón o un semáforo. Se les daña el clutch”.

Por eso, Albornoz dice que al Ferrari de ‘Rasguño’ le espera “un futuro incierto” y podría ocurrir que nunca se venda. Además, quien quiera pagar por él, debe someterse a hacerle un completo mantenimiento y a lidiar dificultades para conseguir repuestos y a un mecánico experto que le meta la mano.

“Es un problema tenerlo -dice Cortés-. Hay que hacerle un buen mantenimiento porque el carro estuvo quieto mucho tiempo y posiblemente haya que cambiarle muchas partes. Fuera de que los repuestos son difíciles de conseguir, no hay quién se le mida fácil a trabajarle. Habrá alguno que se le apunte, pero en cualquier momento quedará obstaculizado o porque no conoce algo, o porque es difícil conseguir las piezas”.

La Ferrari no tiene sede en Colombia. Carros como el de ‘Rasguño’ sólo hay dos en el país. El de él y otro que tampoco se ve mucho en las calles. Y vehículos similares podría haber al menos otros cuatro, pero entre marcas las partes son bien distintas.

Aquella exclusividad da cuenta del lujo que representa tener ese Ferrari. Y aunque su dueño no lo pudo disfrutar y no haya mucho candidato para su compra, el tema da para mucho.

Dentro de la Dirección de Estupefacientes alguien ya hizo una propuesta para una propaganda como las que se vienen difundiendo en los medios para prevenir el narcotráfico.

En la radio se emiten cuñas que dicen que “quien anda con ‘narcos’ se llena de dolor”. El mensaje suele venir precedido por historias de hijos que preguntan por sus padres y esposas que saben que su cónyuge jamás volverá por estar enredado con actividades ilícitas. Entonces un funcionario propuso un mensaje que adujera a que un capo tuvo un carro lujoso y jamás pudo disfrutarlo.

Museo de suntuosidades

Y parece que nadie más quiere subirse en un carro como éste. Por lo menos, así lo demuestra la experiencia con otros coches muy lujosos que pertenecían a narcotraficantes.

Eso sucedió con un Rolls Royce que tenía Gonzalo Rodríguez Gacha, alias ‘el Mexicano’. El lujoso vehículo había sido hecho a su medida y fue incautado en Bogotá. Hoy está pudriéndose en Paloquemao, en un parqueadero del DAS.

Incluso, para que eso no vuelva a ocurrir, se contempla la posibilidad de que los bienes incautados al narcotráfico que no se vendan sean puestos en un museo. Esa fue la propuesta que el saliente director del DAS, Andrés Peñate, le hizo a Albornoz.

Sería una idea novedosa que, seguro, traerá más beneficios que dejar bienes perdiéndose por el desgaste que trae el tiempo. La suntuosidad de los bienes de los mafiosos atrae a muchos curiosos y puede contar, en cierta manera, la historia que en Colombia escribe el narcotráfico por medio de la vanidad y la extravagancia a que los lleva la riqueza.

Anécdotas de bienes ostentosos hay muchas. Otros capos han usado los carros de lujo para mostrar sus garras. Jorge Luis Ochoa había importado un Porsche y lo incautaron mientras lo manejaba en una vía en el Valle. Precisamente, la magistral apariencia del vehículo delató a su propietario, que, de paso, fue capturado.

Ese mismo capo también había sido detectado en España junto con Gilberto Rodríguez porque tenían una docena de carros lujosos entre Mercedes y BMW.

Y no podía faltar Pablo Escobar. El periodista Juan José Hoyos inmortalizó su extravagancia en una crónica titulada ‘Un fin de semana con Pablo Escobar’. La historia ocurrió en la hacienda Nápoles, donde el capo tenía una colección de carros.

“Cuando visitamos el garaje donde los guardaba vi también varios autos deportivos cubiertos con lonas y unas 50 ó 60 motos nuevas”, reza en el texto del entonces reportero de El Tiempo. Años más tarde, los ‘Pepes’ destruyeron la colección.

Así, la historia de los suntuosos bienes de los ‘narcos’ muestra que sus pertenencias están cargadas de sangre, droga, vanidad y destrucción. Generalmente, esto ocurre por dos causas. Primero, porque algunas propiedades son tan costosas, que pocos podrían pagar por ellas. Y los pocos que pueden hacerlo sienten en el fondo algún temor de adquirir un bien untado de actividades ilícitas que luego los perjudique.

“Siendo sincero, si alguien quiere comprar un bien usado, le puede ir mejor comprándoselo a la Dirección de Estupefacientes. De acá, las pertenencias de los ‘narcos’ salen limpias, sin problemas legales. En cambio, quien se aventura a comprarlo en la calle, podría cargar con un pasado que no se ha resuelto de manera legal”, explica Albornoz.

Pero mientras llega la confianza, está la idea de crear el museo. Sería maravilloso ver objetos que nunca más se verán si no fuera allí. Por ejemplo, los grifos de oro de la casa de ‘el Mexicano’ en Bogotá. O aunque sea una imagen de la réplica de la Casa Blanca que ‘Chepe’ Santa Cruz mandó a hacer en Cali cuando le negaron la visa hacia Estados Unidos.

También sería muy taquillero algo parecido al ajedrez de oro que los Ochoa le regalaron al matrimonio de una reina de belleza con uno de sus amigos. O las obras que el maestro Obregón le regaló a Miguel Rodríguez autografiadas. O por lo menos las fotografías del caballo que ‘Rasguño’ compró por un millón de dólares y que nunca pudo disfrutar porque se murió a la semana siguiente.

Esas extravagancias no se ven todos los días. Sólo podrían tenerlas quienes quieren marcar su poder ante otros capos.