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El tratado de paz

Martes 25. Desde hace 10 años, los indígenas paeces del sur del Tolima no registran un solo muerto por el conflicto armado

Olga Lucía Garzón*
12 de febrero de 2006

La anhelada paz, ese tesoro que los colombianos buscan con afán, tiene una experiencia modelo en Gaitania, Tolima, cerca a Marquetalia. Allí, desde hace 10 años, los habitantes mueren en sus camas y no por las balas del conflicto armado. Protagonizan la historia indígenas Paeces, y guerrilleros de las Farc quienes, gracias a un pacto de paz firmado en 1995, han conseguido convivir y resolver sus problemas sin matarse unos a otros. Esta contundente experiencia conduce a una pregunta obligada: ¿cómo es esto posible? Las cosas no siempre fueron color de rosa. Desde 1960, los indígenas de la región comenzaron a ser acosados por una banda de 48 hombres al mando de quien era descrito por el gobierno como el "bandolero" Manuel Marulanda Vélez, alias 'Tirofijo'. La desesperación de los raizales los condujo a colaborar con el Ejército como guías, incluso después de la Operación Marquetalia en 1964, que buscaba capturar o aniquilar al grupo de bandidos. Virgilio López, quien ha sido cuatro veces gobernador Paez, dijo a SEMANA que la sed de venganza era tan grande, que los indígenas dejaron de cultivar y se dedicaron solamente a "cazar guerrilla". Por su parte, las Farc, comandadas en la zona por alias 'Jerónimo Galeano', respondieron a la actitud de los Paeces con varios asesinatos. Tuvieron que pasar 30 años y cientos de muertos para que López se diera cuenta de que "la venganza no nos devolvía los muertos". Por eso resolvió detener la guerra. Los primeros encuentros entre Paeces y Farc se dieron en la clandestinidad, pues la comunidad seguía muy dolida con la guerrilla. Pasaron cuatro años más de violencia y desconfianza antes de que la gente comprendiera que la paz es mejor que la guerra. Por fin, el 20 de mayo de 1995, se firmó el pacto de cese al fuego y llegó la calma. Entre los nueve puntos que se acordaron se destaca que ningún indígena puede portar armas ni colaborar con grupos ilegales, Ejército o Policía, porque perderá los derechos y las garantías que ofrece el pacto. Al año de la primera firma, en julio de 1996, se volvieron a reunir la comunidad Paez y las Farc para refrendar y celebrar el pacto. Como garantes del proceso que comenzaba estuvieron varios obispos de la Iglesia católica, la Cruz Roja Internacional y la Organización Nacional Indígena. Del lado de las Farc, se informó que el pacto era avalado por Manuel Marulanda Vélez, quien supuestamente mandó una carta. El pacto no ha estado exento de tropiezos. El más grave se produjo seis meses después, cuando varios indígenas asesinaron a 'Gonzalo', un guerrillero que cruzaba por su territorio. Con miedo, Virgilio López buscó a Jerónimo, quien le dijo que no habría retaliación y que "Gonzalo sería el último muerto del conflicto". Y después de Jerónimo han llegado a la zona otros comandantes guerrilleros, que tratan de minimizar la importancia del acuerdo y quieren imponer sus leyes a sangre y fuego. Pero los Paeces se han mantenido firmes y han hecho respetar el pacto. El coronel Cipriano Peña Chivatá, jefe del Estado Mayor de la Sexta Brigada con jurisdicción en la zona, dice que aunque no conoce muy bien el acuerdo, "respeta ese esfuerzo y considera que están en todo su derecho a protegerse y proteger a sus miembros de la manera que lo consideren mejor" y resalta que los indígenas respetan las operaciones de ellos en la zona. El pacto, sin embargo, es muy controvertible. Para muchos, este tipo de acuerdos es una forma de darle legitimidad a un grupo por fuera de la ley, al que pone en pie de igualdad con las fuerzas armadas. Pero sus defensores son enfáticos: "Más allá de las críticas, el pacto entre Paeces y Farc en Gaitania es real, funciona y es el único vigente en Colombia", dice César Culma, presidente del Consejo Regional Indígena del Tolima (Crit). Culma lo ve como un aliciente para la esperanza de acabar con la violencia, pese a que aún esperan que el Estado tenga una mayor presencia. Elías Quilcué, actual gobernador del resguardo, dice con satisfacción que han logrado la paz y la libertad para caminar por su territorio sin temor a la muerte, algo que pocas personas pueden decir en los campos de Colombia. * Corresponsal de SEMANA en Tolima