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Convocatoria

Estos son los ganadores

Un jurado compuesto por Eduardo Arias, Catalina Gómez, Olga Lucía Lozano y representantes de la Fundación Carolina eligió los mejores Macondos.

12 de junio de 2007

Durante un mes, Semana.com invitó a sus usuarios a escribir o ilustrar su propio Macondo. En una iniciativa compartida con la Universidad Tecnológica de Bolívar, y dada la coincidencia del aniversario No. 25 de esta revista y los 80 años de vida de Gabriel García Márquez, el objetivo era premiar los dos mejores trabajos y otorgar el mismo número de becas para asistir al curso de verano “Travesía por la Geografía Garciamarquiana”, organizado por esta institución educativa en asocio con la Fundación Carolina.

Los ganadores, quienes fueron seleccionados por Eduardo Arias (editor cultural de Revista Semana), Catalina Gómez (Redactora Cultural de Semana), Olga Lucía Lozano (Editora de Nuevos Medios de Publicaciones Semana) y algunos representantes de la Fundación Carolina; fueron finalmente los trabajos: “Mi Macondo Soñado” de Augusto Rafael Garrido Arévalo y “Era entonces un Macondo Remoto y Lúgubre...” de Juan Carlos Morris. Representantes de la Universidad se comunicarán con estos autores para hacer efectivo el premio.

A continuación reproducimos los dos trabajos seleccionados.

Era entonces un Macondo remoto y lúgubre…
Por: Juan Carlos Morris

Durante los días llovía inclementemente; durante las noches la niebla opacaba el fulgor de la luna. Unos se estremecen ante los trastornos del tiempo y a otros los corroe la rabia y la desazón de no contar todavía con Laura, o Fermina, o Remedios, o la bella durmiente, para hacer un frente común ante el frío y la muerte. Hay quienes viven en un Macondo contemporáneo, urbano, sórdido, hostil, rodeado de hermosos cerros pero desbordado por vanas ilusiones y desengaños prematuros. El entorno es diferente al del Caribe en abril, y la imperiosidad de la siesta a las dos de la tarde es reemplazada por la congestión de las calles y la amenaza de tormenta y, aún así, continúa siendo el Macondo en el que la utopía de las segundas oportunidades en la tierra se mantiene aparentemente vedada. En el horizonte, sin embargo, despunta un miércoles que promete ser radiante, y los zarpazos desgarradores de la evidencia de la mortalidad se convierten en nuevos alientos para entender, como Florentino, como Onésimo Sánchez, como el Arcadio que grita vivas al partido liberal, que es la vida, y no la muerte, la que no tiene límites. Es el Macondo del amor constante, más allá de la muerte. Es el Macondo del ir y venir del carajo, para toda la vida. En el que se pierde la paciencia, pero no el humor. En el que los cachacos, que solemos hacer cosas horribles, desafiamos impetuosos nuestro persistente destino para creer, en un amanecer de miércoles, que no es demasiado tarde para la otra utopía; que todavía quedan segundas y terceras oportunidades para dejar de atragantarnos con la felicidad posible. Es el Macondo de los anchos sueños antes de un nuevo despertar, en el que llueve mucho, desde principios del siglo XVI, pero siempre escampa.

Mi Macondo soñado
Por: Augusto Rafael Garrido Arévalo

Esta vez el pelotón de fusilamiento no apuntaba hacia mí, tampoco hacia mi familia ni hacia mis copartidarios, las armas no estaban cargadas, no había gritos ofensivos, esta vez volvió a mí el recuerdo del hielo y de los gitanos pero con la certeza de que en mi vejez podría ser una anécdota más para contar a mis nietos, y es que hoy llegó a su fin la guerra sin sentido que años atrás me había hecho estar frente a este mismo pelotón de fusilamiento, que por cosas de la vida o por la torrencial lluvia de flores amarillas me permitió escapar. Estoy frente a ellos, de nuevo, pero el corazón no se me llena de odio y solo hasta hoy los he visto como lo que son., como mis hermanos de patria, que al igual que yo silenciaremos para siempre nuestras armas y con ellas nuestros rencores y diferencias, para construir un Macondo sin soledad.

Hoy se silencian las armas pero se da vida a una nueva voz, la voz de la verdad, que se hará sentir en todos los rincones del nuevo Macondo, del Macondo sin soledad, del mismo que no advertirá su fin tras la revelación de unos pergaminos con la verdad de su pasado, sino que por el contrario verá con ellos, como signo indeleble, el surgir de una época de progreso y libertad. Con esta voz empieza hoy mi Macondo soñado, sin la condena de la soledad pero sobre todo sin la condena a desaparecer por el torbellino de la guerra fraticida que nos desangraba.