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Los paras en el congreso. ¿Una política de paz o hacer política con la paz?

El senador uribista Rafael Pardo cuestiona en su columna el propósito de la invitación a los jefes de la autodefensa al Congreso el próximo 28 de julio. ¿Qué papel cumple dentro del proceso de negociación? ¿Será otros show para compensar el anterior de la visita del comandante del Eln Francisco Galán? Vea además un especial sobre el proceso de paz con las AUC.

Rafael Pardo Rueda*
25 de julio de 2004

La visita de los jefes de la autodefensa al Congreso el próximo 28 de julio ha sido, en sí misma, un debate. Que sí vienen dicen unos, que no dicen otros. Lo que hay que preguntarse es para qué es esta presentación? ¿Qué papel cumple dentro del proceso de negociaciones? ¿Qué esperan los responsables de la negociación ante la sociedad, o sea el gobierno, de esta visita?

Al parecer la visita fue motivada en un show anterior, que fue la traída por el gobierno del guerrillero del ELN Francisco Galán, a hablar en un foro sobre erradicación de minas antipersonales. Fue un show pues este gesto, sin antecedentes, no tenía propósito distinto que mostrar buena voluntad del gobierno, pero no había ni fondo ni justificación para otorgar este gesto. Ni el discurso de Galán, que pidió todo lo contrario a lo que gobierno ha planteado para negociar (amnistía general y liberación de presos), ni la fotografiada charla con Pacho Santos, que en esta ocasión es vicepresidente de la República, tenían propósito. Ni siquiera se pensó en el contrasentido de traer a un jefe del grupo que más colombianos ha dejado mutilados por las minas quiebrapatas a un foro para erradicarlas. Galán no expresó en este foro ni arrepentimiento por los miles de compatriotas mutilados por su grupo, ni siquiera indicó si acaso pensarían eventualmente en el futuro en dejar esta inhumana y atroz práctica. Todo se redujo a mostrar que el gobierno de Uribe sí tenía voluntad de hablar con la guerrilla. Más que obedecer esta vista a una política de paz fue más un uso político de la paz.

Ahora viene el turno de los paras de Ralito. No se pueden quedar atrás. Si Galán va al Congreso, sin haber adquirido compromiso alguno, sin estar su grupo en ningún tipo de acuerdo, pues ellos, que sí tienen compromisos, pues ¿por qué no van a tener este escenario? El gobierno que autorizó la visita de Galán mal puede no permitir la de Mancuso y compañía.

Naturalmente los invitados, por la Cámara de Representantes, expondrán sus ideas sobre cómo debe hacerse la negociación y qué esperan del Congreso y del gobierno acerca de esta. Se les ha dado el papayazo y lo van a aprovechar. Pero tienen que ser conscientes de que se pueden tirar la credibilidad, la legitimidad, hoy ya bastante escasa, del proceso de negociación.

Más que determinar en este escrito para qué sería esta presencia, que en realidad no lo sé, ni el gobierno lo ha explicado, lo que se podría adelantar es para qué no puede ser esta insólita presencia. Lo que debe entenderse es que las leyes relacionadas con el proceso de negociación no pueden ser negociadas entre el Congreso y los actores armados. El gobierno ha dicho en todos los tonos que no va a negociar con los grupos armados las leyes, por ejemplo la de Verdad, Justicia y Reparación, antes llamada de Alternatividad, y mal puede entonces abrir, con la autorización de esta visita, un espacio para que el poder legislativo la negocie. El parlamento no puede negociar una ley con grupos armados, y entender la presencia de los paras en el recinto del Congreso como una forma de negociar esta ley sería nocivo, le haría daño a éste y también a la legitimidad del proceso de paz. Tampoco puede ser la presentación de los jefes paras una forma velada o directa de intimidación a quienes deben decidir las leyes, y está en ellos, y en el gobierno que los ha autorizado, garantizar que no se trata de una presión al legislativo. Tampoco puede ser para echar un rollo sin posibilidad de debatir, de controvertir y de cuestionar. Que esto no se vuelva en contra del proceso está en manos de la comisión de paz de la Cámara que ha cursado la invitación y que debe manejar con discreción el asunto. Para oír discursos sin debate, y menos de grupos armados, no está el Congreso.

Pero para los colombianos, para los que creen que el parlamento es un escenario legítimo de democracia, esta visita debe responder a algo más que a un efecto de comparación ELN-AUC. Los jefes de las AUC pueden expresar sus ideas desde Ralito, ya lo han hecho, pueden tener televisión desde allá. Pero hacerlo desde el edificio del Congreso es distinto, tiene inmensa trascendencia y debe tener significación especial. La presencia de grupos ilegales en su recinto no puede ser una moneda tan devaluada que no merezca ni un solo cometario del gobierno sobre el sentido de esta visita. No puede ser solamente un escenario más para satisfacer egos. Tampoco puede responsabilizarse al poder legislativo del sentido de esta visita. Es cierto que la Cámara fue la que invitó, pero fue el gobierno quien autorizó. Este grupo, AUC, está en una negociación política con el gobierno y es este, el gobierno, quien tiene la responsabilidad de representar a la sociedad en esta negociación. Si esta visita no tiene sentido dentro del proceso de negociación, el gobierno ha podido no permitirla. Si es que sí lo tiene, el gobierno debe decir cuál es el propósito Se debe demostrar que se quiere desarrollar una política de paz y no de hacer pequeña política con el tema de paz. Esto, la visita sin propósitos conocidos hasta ahora, sin opinión del gobierno sobre el para qué se hace, puede salir muy mal y el efecto puede ser irreversible. No todo esfuerzo por la paz necesariamente lleva a la paz, y un proceso tan débil necesita más inteligencia que voluntad, más legitimidad que controversia, más consensos que desafíos. Esperaremos al miércoles.

*Senador de la República