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Bogotá

El triunfo de Claudia es una entrada a la modernidad, al cosmopolitismo. Bogotá se adelantó a todas las demás capitales de América. A la ciudad le bastó tan sólo una generación, ¡veinte añitos! para equipararse con ciudades como Berlín.

Alonso Sánchez Baute, Alonso Sánchez Baute
29 de octubre de 2019

Me basta una palabra para adjetivar lo que era Bogotá cuando llegué a vivir aquí hace cuarenta años: oscura. Las calles estaban poco iluminadas, los parques permanecían enmontados e inseguros, a los árboles en los andenes los cubría una fina capa gris de polvo y smog y la Caracas era un desorden por donde los buses transitaban con racimos humanos colgados de sus puertas. La ciudad no era amigable y contagiaba de ese espíritu a su gente. En todas partes se respiraba homofobia.

Todavía a mediados de los noventa las autoridades atropellaban los derechos ciudadanos, tal cual sucedía en las discotecas gais, cuando cada noche llegaba el policía de turno a cobrar su mordida. Por interés y conveniencia mantenían el imaginario de que lo gay era un degeneramiento y se aprovechaban y lucraban abiertamente de lo que no era ilegal.

A pesar de los prejuicios de unos cuantos, durante los siguientes años se lograron cambios significativos. Lucho Garzón trajo a la Alcaldía vientos de respeto y tolerancia. Cuando las encuestas afirmaban que un muy alto número de bogotanos temía tener de vecino a un homosexual, dos lesbianas ocuparon la alcaldía local de Chapinero: Angélica Lozano y Blanca Durán. La política pública LGBTI lleva más de veinte años luchando por los derechos y la visibilización de esta comunidad.

Pero todavía hay quienes insisten en “quemarse” en sus propios prejuicios. Uno de ellos, que hablaba y trinaba como un energúmeno, era el autodenominado “concejal de la familia” que acaba de perder su escaño. Otros prefieren enquistarse en la oscuridad de viejos tiempos, rumiando la intolerancia por conveniencia política o por interés económico.

Sin embargo, como dijo hace poco Greta Thunberg, “El mundo se está despertando y se viene el cambio, les guste o no”. El triunfo de Claudia es una entrada a la modernidad, al cosmopolitismo. Bogotá se adelantó a todas las demás capitales de América. A la ciudad le bastó tan sólo una generación, ¡veinte añitos! para equipararse con ciudades como Berlín.

Durante el mandato de Klaus Wowereit como alcalde, Berlín pasó de ser una ciudad gris marcada por el estrés de las obligaciones laborales a ser alegre, culta, divertida, llena de teatros y cabarets que han rescatado la Berlín de los años treinta, juvenil, dinámica y muy atractiva para los negocios.

“Berlín es pobre, pero sexy”, dijo alguna vez Wowi, como lo llaman cariñosamente por su gran carisma. Quizá por eso es la ciudad soñada, la casa común de ventanas alegres, de buen gusto, acogedora, hospitalaria y amistosa, tal cual se mostró Claudia en su discurso de celebración al señalar: “Hoy es el día de las niñas, de los jóvenes y de las familias hechas a pulso (…) Vamos a unir a Bogotá, a hacer un gobierno para todos”.

Fue un discurso inspiracional, incluyente y muy progresista en el que tuvieron cabida de forma amistosa los nombres de sus contendores y en el que habló de trasparencia, justicia social, medio ambiente, desarrollo sostenible, educación pública gratuita y lucha por la paz y la reconciliación. Todo esto supone que serán su plan de gobierno y su propio sello. ¡Hay esperanza!

Cuando aspiraba a la alcaldía de Berlín, Wowi dijo en plena campaña: «Queridos y queridas camaradas, sí, soy homosexual. Y así está bien”. Es cierto: ser homosexual está bien. Es hora de que el país pase la página oscura, es hora de que pase de la tolerancia a la aceptación y de ella a la indiferencia, que es a lo que hay que aspirar: que ningún titular de prensa tenga que decir si alguien es lesbiana o gay y que lo que importe de la gente sean, ante todo, su capacidad de trabajo y su humanidad.

PD: En Argentina por primera vez se va a posesionar un presidente que no está casado. Su familia la constituyen un hijo drag queen y un perro. Hay que acostumbrarse: #TodasLasFamiliasSonFamilia.

 

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