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Metropolítica

El área metropolitana enfrentará desafíos enormes y megaproyectos que obligan a los líderes empresariales, sociales, pero especialmente, a los públicos a tener una visión renovada y a ejercer una nueva política.

Semana.Com
18 de abril de 2016

Las áreas metropolitanas son una realidad vibrante en el siglo XXI, pueden convertirse en los grandes motores de una transformación económica, social y ambiental. En Colombia y particularmente en la Sabana de Bogotá, se requiere una nueva política que integre, genere consensos e impulse acciones prácticas que mejoren la calidad de vida de sus millones de habitantes.

En la última semana los habitantes de Bogotá y Cundinamarca observamos otro nuevo rifirrafe entre el alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa y el gobernador de Cundinamarca, Jorge Rey. El tema central de este debate fue el tren de cercanías y la posición de cada uno en torno a la movilidad de los miles de cundinamarqueses que ingresan a trabajar a Bogotá y que luego regresan a los municipios en la noche a pernoctar.

Lo que sucedió en los últimos años, debido a las políticas improvisadas de vivienda y densificación del exalcade Petro, fue un crecimiento vertiginoso de vivienda en los municipios del área metropolitana. Mientras que en Bogotá se iniciaron en promedio  11.000 viviendas VIS entre el 2012 y el 2014, en Soacha se iniciaron en promedio 13.000, Además  de un incremento significativo de vivienda social en Mosquera, Madrid y Facatativá y de estratos altos en Chía, Cajicá y La Calera. El área metropolitana crece de forma no planeada, es una fenómeno de conurbanización dinámico que afecta la vida de millones de habitantes.

La otra situación que profundizó la expansión regional fue el desplazamiento de una importante base industrial de Bogotá hacia los municipios de Mosquera , Funza, Facatativá y Tocancipá, con la consecuente pérdida de empleos y tributación en la capital de la república.  Hoy Tocancipá se ha convertido en un municipio industrial y ha logrado avances importantes en sus servicios sociales. Sin embargo,  en muchos casos las empresas no encuentra la mano de obra calificada y necesaria y han tenido que impulsar acelerados procesos de formación o traer a sus nuevos empleados de Bogotá, incrementado el número de personas y viajes entre la capital y la sábana.

Esta interacción diaria ya tiene consecuencias directas en la movilidad de Bogotá. A finales del 2013, el sistema Transmilenio colapsó cuando 80 mil personas nuevas comenzaron a usar el sistema desde Soacha. Las estaciones y la troncal no estaban preparadas para la magnitud de usuarios, aún hoy, la Estación de San Mateo es un martirio diario para quienes vienen de Soacha hacia el centro de Bogotá. La entrada de la Autopista Norte en la mañana puede significarle a una persona que venga en automóvil de Chía, una hora y media solo para llegar a los Héroes. Y ni que decir de la congestión que se genera cada mañana en el Portal de la Calle 80, a donde llegan no solo los habitantes de Engativá, sino todo los buses intermunicipales que vienen del occidente de la Sabana de Bogotá.

Las disputas entre Bogotá y Cundinamarca han sido diversas a lo largo de la historia reciente; temas como la provisión de agua,  el relleno sanitario, los peajes a las entradas y las salidas de la capital son muestra de ello. Recientemente, se han centrado principalmente en la movilidad y los sistemas de transporte, no obstante lo de fondo es una falta de visión conjunta sobre el crecimiento y la vocación económica y productiva de la región.

El área metropolitana enfrentará desafíos enormes y megaproyectos que obligan a los líderes empresariales, sociales, pero especialmente, a los públicos a tener una visión renovada y a ejercer una nueva política, una metropolítica.  La Constitución Política establece la posibilidad de crear áreas metropolitanas, pero para el caso de Bogotá y los municipios aledaños, esa figura ha sido imposible de concretar. Las leyes no construyen región, los proyectos prácticos sí. Es en esa dirección en la que se debería avanzar. Si en la próxima década, se logrará avanzar en por lo menos tres proyectos regionales estratégicos, sería otra la realidad del área metropolitana. El primero de ellos, un sistema de transporte multimodal regional que incluya a Transmilenio, el Metro, el Tren de Cercanías y los Metrocables. El segundo, la descontaminación del Río Bogotá y su desarrollo como el centro de crecimiento de la futura ciudad metropolitana y finalmente, la protección y provisión del agua; con la correspondiente salvaguarda de los Cerros Orientales y los páramos circundantes como Chingaza y Sumapaz.

Existen iniciativas de corto plazo que requieren la concurrencia de compromiso político y decisiones fundamentales para la Sabana de Bogotá; la segunda fase del Aeropuerto El Dorado entre Madrid y Facatativá.  Lo mismo, que proyectos planteados por el Alcalde Enrique Peñalosa como la construcción de la estación inicial del Metro en Mosquera o la integración del Parque del Embalse de San Rafael con un Metro Cable entre La Calera y Bogotá. Por otro lado, Cundinamarca reclama soluciones reales a la provisión del servicio de agua potable a varios municipios. Hacer realidad estas iniciativas requiere disposición, diálogo y concertación pero en especial, decisión de construir conjuntamente y sin dilaciones.

¿Será que una de las salidas para lograr avanzar en construir una región más fuerte y dinámica pasa por tener una circunscripción electoral especial para el área metropolitana? No entiende uno porque los bogotanos no pueden votar por el gobernador de su departamento, ¿será que si se les permite, cuándo voten comenzarán a pensar más en el destino de su región? Mientras esas discusiones y decisiones se dan, lo que corresponde al Gobernador Rey  y al Alcalde Peñalosa es tener un diálogo y generar los consensos necesarios para avanzar en soluciones de movilidad para el área metropolitana. Porque no hacer del transporte público sostenible y digno el que nos haga pensar metropolitano.

*Concejal de Bogotá

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