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Dolor de patria

El presidente Petro está creando las condiciones para devolver a Colombia 30 años en materia de seguridad.

Francisco Santos
4 de marzo de 2023

No pude terminar de ver los videos de los policías asesinados por delincuentes cocaleros disfrazados de organización social. No me cabe duda de que lo hicieron porque sabían que se podían salir con la suya, pues ese ha sido el mensaje que el presidente Gustavo Petro le ha mandado, y le sigue mandando, a toda la sociedad colombiana. Los delincuentes escuchan.

Esos videos, la desfachatez de los asesinos, todos son culpables, por lo menos de complicidad, y la indefensión de los policías me rompieron el alma. Me imaginé a las familias de todos los policías de Colombia viendo este horror. Ni hablar de las esposas o los padres de los policías asesinados. Pero también pensé en los millones de colombianos que se sienten totalmente indefensos frente a la delincuencia.

¿Es eso lo que Petro quiere que Colombia sienta? La verdad parece un propósito muy calculado: acabar nuestras instituciones de policía y militares. Lo primero fue el descabezamiento de más de 50 generales entrenados en la lucha contra las organizaciones criminales más peligrosas del continente. Fogueados en muchas batallas, expertos en inteligencia y la lucha antinarcóticos y que, como le reconoció Petro a Bukele en su intercambio de trinos, lograron rebajar de manera importante el índice de homicidios en Bogotá y en Colombia.

Pero lo que está sembrando de manera acelerada es que tanto los policías como los militares decidan no arriesgar más su pellejo por el resto de ciudadanos. Yo, si fuera policía o militar, no lo haría. Me cruzaría de brazos, les haría pistola con los dedos de los pies al presidente y a su ministro, y que los ciudadanos se defiendan como puedan. ¿Qué militar o qué policía va a arriesgar su vida o su integridad física si su comandante superior, el presidente, no los respalda? ¿Va a arriesgarse un policía que escucha que a los peores delincuentes les dan rebajas de penas por algo que nadie entiende y que se llama paz total?

¿Qué puede pensar un policía o un militar que escucha a su comandante en jefe decir que el petróleo es peor que la coca cuando ha visto a sus compañeros morir en campos minados para proteger los cultivos? ¿O escuchar a los jefes de la Farc decir que ellos son las verdaderas víctimas del conflicto mientras su jefe, el presidente, guarda silencio cómplice? 

Muchos de los jóvenes de hoy no vivieron en los noventa o los primeros años del 2000. Cuando no podíamos salir de las ciudades, cuando los paramilitares y la guerrilla mandaban en cerca de dos terceras partes del país. Cuando teníamos 66 homicidios por 100.000 habitantes y más de 3.000 secuestros al año. No vivieron cuando pudimos volver a tomar las carreteras gracias al sacrificio de los policías y militares de Colombia.

El colombiano sentía tanto agradecimiento que en las carreteras paraban a darles agua o a felicitarlos. El alivio, el rescate de esa libertad de movilidad, tuvo tal efecto de confianza de los ciudadanos en su futuro, que en menos de un año se logró añadir 1 por ciento al crecimiento económico. No, los jóvenes de hoy no saben lo que era tener la ciudad por cárcel, como dijo el exministro de Defensa de entonces, Rodrigo Lloreda.

Un ejército victorioso y la mejor policía de América Latina en 2010, poco a poco, fueron siendo víctimas de esa narrativa de la izquierda que las convertían en asesinos y represores. Los equipararon a los terroristas de las Farc en la negociación de paz. Y, la verdad, nadie fue capaz de crear una contranarrativa que les devolviera la dignidad a nuestros hombres y mujeres en armas. 

Hoy tenemos unas Fuerzas Armadas en total descalabro, en total desánimo, sin moral y sin ganas de dar la pelea. Eso se sentía desde antes y por eso cuando la marcha anterior no se sabía dónde iba a terminar, traté de que terminara en el Monumento a los Caídos para por lo menos mandar un pequeño mensaje de apoyo.

Ahora se necesita un gran mensaje de respaldo de los ciudadanos que creemos, respetamos y amamos nuestras Fuerzas Militares y de Policía. Es el momento de que sientan que no están solos, que la sociedad colombiana, la inmensa mayoría, está con ellos. Lo peor que nos puede pasar es que en esa soledad, y la crisis ya se siente con los retiros que se están dando, se desvertebre lo que con tanta dificultad construimos.

Si no actuamos ya, en un vacío de seguridad como el que se ve venir, lo que nos puede pasar como país es que resurja un paramilitarismo que cumpla la misión de defender al ciudadano. El desplome de una fuerza pública, que es lo que está pasando, solo beneficia a los delincuentes, que hoy copan más terreno, crecen sus negocios ilegales y le juegan a una paz solo con el objetivo de crecer como organización delincuencial.

Se vienen tiempos tremendamente violentos para Colombia. No me extrañaría volver a sentir el temor del terrorismo en las grandes ciudades o el asesinato selectivo de figuras políticas que incomodan a los grupos ilegales o incluso a los aliados del Gobierno. Ya lo vivimos en los ochenta con el asesinato de Guillermo Cano, de Luis Carlos Galán o de Álvaro Gómez unos años después.

El presidente Petro está creando las condiciones para devolver a Colombia 30 años en materia de seguridad. Y eso solo va a legitimar el discurso de Bukele y esa mano dura que, si se da esa situación de inseguridad en Colombia, va a tener mucho respaldo.Qué tragedia la que veo venir. Cómo me duele mi patria.

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