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El coronavirus ¿árbitro inexorable?

La gente del común identifica, justa o injustamente a los que han ejercido el poder, por un hecho o una acción. Ahora el coronavirus parece ser el árbitro.

Juliana Londoño, Juliana Londoño
25 de junio de 2020

La historia del mundo y de las naciones se ha hecho generalmente siguiendo los periodos en el que los profetas, jefes militares, faraones, césares, reyes y presidentes, han ejercido el poder.

Sea injusto o no, se los identifica con frecuencia sólo por una obra, un hecho o una acción, que muchas veces no corresponden a todos los aspectos buenos o malos de su administración. Colombia no es una excepción. 

Por ejemplo, si se habla de José Hilario López, se lo relaciona con la abolición de la esclavitud.

A Rafael Núñez, con la constitución de 1886.

Cuando se menciona a José Manuel Marroquín, se lo identifica con la pérdida de Panamá y la Guerra de los Mil Días.

Si se habla de Enrique Olaya Herrera, viene a la mente el conflicto con el Perú, a raíz de la toma de Leticia en 1932.

A Tomás Cipriano de Mosquera se lo recuerda por el sistema federal y la constitución de Rionegro.

Al Rafael Reyes, como autor de la reconstrucción del país, después de la Guerra de los Mil Días.  

A Alfonso López Pumarejo con las reformas sociales y sindicales que introdujo.

A Marco Fidel Suárez, por el tratado con los Estados Unidos, mediante el cual se restablecieron las relaciones entre los dos países.

A Laureano Gómez, se lo identifica con la violencia política que sufrió el país desde 1948.

A Rojas Pinilla con  las obras públicas y el alto a la violencia partidista.

A Guillermo León Valencia por su vocación hidalga, sus cacerías y sus relaciones sociales magnificadas.

A Alberto Lleras, por su condición civilista y democrática.

A Carlos Lleras Restrepo por la modernización de la economía nacional.

A Belisario Betancur, con la toma del Palacio de Justicia y la tragedia de Armero.

A Virgilio Barco, por su lucha contra la sangrienta ofensiva de los carteles de la droga.

A César Gaviria por la constitución de 1991.

A Ernesto Samper por los vínculos de su campaña con los dineros del narcotráfico.

A Andrés Pastrana por las frustradas negociaciones con las FARC y la renovación del ejército.

A Álvaro Uribe por la lucha frontal contra la guerrilla.

A Juan Manuel Santos por el discutido acuerdo con las FARC.

En estos momentos las campañas presidenciales y la suerte de los futuros candidatos en el mundo, dependerá en buena parte del manejo de los actuales mandatarios del problema del coronavirus.

A muchos norteamericanos no les importará si Trump habló con el líder de Corea del Norte o mató al general iraní.  Ni los brasileños recordarán el síndrome imperial de Bolsonaro, sino la “gripiña” como calificó la endemia. Para no hablar del socialismo de Pérez Obrador hundido por los abrazos y saludos multitudinarios al inicio de la crisis.

Maduro por su parte, oculta y minimiza los datos de la enfermedad, porque sabe que a pesar de las amenazas norteamericanas, prevalecerá si logra, en medio del caos y del desastre que su país afronta, convencer a la gente que Venezuela es una especie de Nueva Zelandia caribeña.

Por lo menos hasta este momento, a Iván Duque lo asociarán en el futuro con  el manejo del coronavirus. El resto de acciones, malas o buenas se irán paulatinamente diluyendo y en este marco, podría marcarse la futura campaña presidencial.

¡Qué cosas las que depara el destino!

(*) Decano de la facultad de estudios internacionales, políticos y urbanos de la universidad del Rosario

 

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