
Opinión
El diablo haciendo hostias
Va siendo hora de que la oposición entienda ‘por dónde van los tiros’ y actúe con mayor contundencia.
Escucho decir a gentes que solo se ocupan de la política cuando se sienten amenazadas, que nuestro caudillo sigue un derrotero claro: como las condiciones de seguridad se continúan deteriorando, llegará un momento en que aducirá esas circunstancias para dictar un decreto de conmoción interior suspendiendo los comicios del año entrante hasta cuando las circunstancias hagan posible su realización. O sea ―es lo que concluyen― nunca.
Esta tesis carece de asidero. Los periodos de los funcionarios elegidos por el voto popular no pueden ser prorrogados. Si se leen con cuidado las normas que regulan los estados de excepción, se advertirá que las medidas extraordinarias que puede adoptar el presidente están precisamente definidas. Entre ellas, no se encuentra ninguna que le permita suspender la vigencia de reglas constitucionales. Llueva, truene o relampaguee, Petro termina su mandato el 7 de agosto a la hora 24 (lo cual le da margen para sabotear la ceremonia de posesión de su sucesor al mejor estilo de Trump y Bolsonaro).
Para que la supuesta estrategia petrista se haga realidad, se requiere un golpe de Estado. O sea, de la decisión de quienes gozan del poder suficiente para imponer su voluntad de desconocer la legalidad imperante e instaurar una nueva. Naturalmente, se requiere que las Fuerzas Armadas tomen la decisión de respaldar al usurpador, no de defender la Constitución. Con rigor histórico, Eduardo Pizarro Leongómez ha demostrado la fidelidad de la fuerza pública a las instituciones. Sin embargo, nadie puede vaticinar con certeza qué ocurriría en ese trágico escenario.
Algunos replicarán, con razón, que en el año 1991 nos embarcamos en un proceso electoral (la séptima papeleta), que intentaba reformar la Carta vigente usando medios que ella prohibía, y que terminamos con una nueva. La Constitución actual, juzgada desde la óptica de la anterior, es inconstitucional, pero es el origen de una nueva legalidad. No se escandalicen: las revoluciones a veces tienen éxito. Solo que mientras el proceso del año 91 provino de un amplio acuerdo nacional, Petro, jinete del Apocalipsis, cabalga sobre una estrategia de pugnacidad y confrontación.
Estamos frente a un revolucionario. Cree que en su condición de presidente es el representante único del pueblo, haciendo caso omiso de que el Congreso goza de un poder de representación tan legítimo como el suyo, aunque mucho más incluyente; considera que “el pueblo” son ciertos segmentos de la población, no la totalidad de los ciudadanos; quisiera que el poder Judicial y los órganos de control fueran subordinados del presidente; y, por último, ambiciona estatizar la economía borrando a los empresarios privados, salvo los que operan en el ‘rebusque’. Este es su sueño. Como no lo ha podido realizar, apuesta a que sea realizado por un heredero suyo, sean cuales fueren los medios, legales o no, para lograrlo. Frustrar sus propósitos, con estricto respeto al marco jurídico, es la tarea que corresponde a los diversos sectores de oposición. Tanto como devolverle al país la esperanza. ¡La trayectoria de Colombia no es la colección de desastres, que desde el Gobierno se presenta con obstinación!
El presidente tiene un plan A y otro B. El primero, naturalmente, consiste en un alzamiento popular que derogue las instituciones e instaure unas nuevas.
El plan A tiene un conjunto de pasos:
1) Avanzar en la tarea de desprestigiar a la Registraduría, a pesar de que esta ha demostrado plena capacidad para realizar las elecciones con eficiencia, transparencia y pulcritud. Ya lo intentó, sin argumentos ni pruebas, cuando en 2018 perdió la presidencia ante Iván Duque por 2.3 millones de votos, una brecha del 14%. 2) Tratar de reducir y retardar el suministro de los fondos requeridos por la Registraduría para adelantar los comicios. 3) Desarrollar en el electorado una campaña adversa a los Estados Unidos. Por este motivo buscó, y tuvo éxito, en que le retiraran la visa. 4) Magnificar el previsible fracaso de la constituyente de origen popular que ya ha empezado promover. Sabe que esa convocatoria requiere una ley aprobada por mayorías parlamentarias, que no tiene, y que la elección de los constituyentes exige un evento electoral “que no podrá coincidir con otro”, algo casi imposible de realizar antes del fin de su mandato. 5) Insultar a sus rivales todavía con mayor virulencia. No olvidemos el sartal de agravios que dedicó a Miguel Uribe Turbay en las semanas previas a su asesinato.
En el cumplimiento de estos objetivos, Petro, olímpicamente, viola la norma que prohíbe a los servidores públicos “participar en actividades de las organizaciones o movimientos políticos”.
El plan B es obvio: ‘Ponerle el dulce a mordiscos’ a un futuro Gobierno que no controle. En tal caso, se combinarán “todas las formas de lucha”: movilizaciones sociales, huelgas, bloqueos, asonadas contra la fuerza pública y rechazo absoluto a cualquier conato de ajuste fiscal. En fin, podríamos regresar al “Estallido Social de 2021″.
Ha llegado el momento a los sectores de la oposición de enfocar mejor sus propuestas; de desnudar las enormes falencias del Gobierno; de denunciar las bases autoritarias, populistas y machistas del petrismo. Y, como Petro goza de impunidad para desarrollar tareas proselitistas, hay que denunciar a quienes le facilitan sus actuaciones ilegales.
He pensado, además, que los sectores de oposición bien harían, cuando se haya depurado un tanto la contienda electoral, en suscribir y divulgar un manifiesto de objetivos mínimos y de respeto recíproco en la contienda. Les serviría para ser más eficientes en su tarea proselitista y para facilitar la convergencia en segunda vuelta. Si uno solo de ellos llega a esa fase, necesitará, ‘como pan para el desayuno’, el apoyo de sus antiguos rivales.
Briznas poéticas. Por azar, llega a mí este poema de Helcías Martán Góngora, y es como si mi padre no hubiera muerto, y le escuchara de nuevo leerlo para ambos en la orilla de un pueblo de pescadores que ya no existe.
Las algas marineras y los peces testigos son de que escribí en la arena tu bien amado nombre muchas veces.
Testigos, las palmeras litorales, porque en sus verdes troncos melodiosos grabó mi amor tus claras iniciales.
Testigos son la Luna y los luceros que me enseñaron a esculpir tu nombre sobre la proa azul de los veleros…