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El efecto Maduro

No le será fácil a Petro desligarse de su pasado chavista en una coyuntura en la que la reelección de Nicolás Maduro encabece los titulares. La gente no traga entero

Alfonso Cuéllar, Alfonso Cuéllar
5 de mayo de 2018

En la política gringa lo bautizaron “sorpresa de octubre”. Es un acontecimiento que puede alterar la preferencia del electorado pocos días o semanas antes de los comicios, que se realizan el primer martes después del primero de noviembre. En 1980, se especuló mucho sobre la posible liberación de los rehenes estadounidenses en Teherán, un hecho que pudo haber salvado la

candidatura del presidente Jimmy Carter. Irán decidió esperar y Ronald Reagan arrasó en las urnas. El fin de semana antes de las elecciones de 2000, se conoció el arresto de George W. Bush por tomar borracho cuando conducía en 1976. Según Karl Rove, jefe de su campaña, esa noticia impactó negativamente el apoyo de los evangélicos en varios estados clave. No hubiera necesitado los votos electorales de Florida.

Trece días antes del 8 de noviembre de 2016, el director del FBI, James Comey, anunció la reapertura de la investigación contra Hillary Clinton por el uso indebido de material confidencial y secreto. Estudios posteriores demostrarían que la declaración de Comey fue trascendental en la derrota de Clinton. La razón es que, tanto en el caso de Bush como en el de Clinton, la noticia reforzó sus presuntos defectos para la opinión pública. Había dudas sobre si Bush era tan cristiano y respetuoso de la ley como se vendía a los votantes más creyentes. A Clinton se le cuestionaba su honestidad e integridad.

Para que el hecho tenga un impacto electoral debe observar dos condiciones: que sea mediático –en otras palabras, que sea de trascendencia nacional– y que acentúe percepciones ya establecidas.

Todo indica que en Colombia viviremos nuestra sorpresa de octubre en mayo: la reelección, el domingo 20, de Nicolás Maduro como presidente de Venezuela. La sorpresa no es la victoria cantada de Maduro, sino sus secuelas sobre nuestras elecciones siete días después. Y, en particular, la credibilidad de las encuestas.

En nuestro afán por prohibir, prohibir y prohibir, hace unos años se prohibió la publicación de estas una semana antes. Se justificó esa medida con el fin de evitar una manipulación del votante. Curiosamente, esa práctica no la aplican en Estados Unidos, ni en el Reino Unido ni en Francia.

Debido a esta censura en Colombia, las últimas encuestas que se conocerán serán trasnochadas, con un atraso de por los menos diez días (entre las entrevistas, recolección y análisis de datos y su divulgación).

El plebiscito es la prueba reina de que en la política cualquier cosa puede pasar en una semana. La última encuesta publicada, la de Datexco, le daba un 55 por ciento al Sí y 36 por ciento al No (las otras eran 67-32, 66-34). Ninguna pudo medir en su verdadera dimensión cómo recibirían los colombianos la firma anticipada del acuerdo de paz en Cartagena. Un acuerdo, el cual, supuestamente, necesitaba la bendición del pueblo para ser suscrito.

Ese lunes 26 de septiembre de 2016 millones de televidentes vieron a Juan Manuel Santos saludar efusivamente a Timochenko, Nicolás Maduro y Raúl Castro. El castrochavismo en vivo y en directo. Con esa imagen, confirmaban el mensaje terrorífico de los del No. Fue suficiente para voltear a algunos indecisos y motivar a otros a levantarse de la cama e ir a las urnas. Recuerden: la diferencia en el plebiscito fue de apenas 80.000 votos.

El 20 de mayo se repetirá la dosis de indignación. Va a generar conmoción y furia en Colombia el triunfo de Maduro. Será la noticia de la semana, Y Venezuela volverá a ser tema de campaña. Con excepción de Gustavo Petro, quien apoyó la convocatoria ilegítima de la Asamblea Constituyente el año pasado, todos los candidatos presidenciales son críticos del régimen venezolano. Incluso, Iván Duque ha denunciado a Maduro ante la Corte Penal Internacional.

Hay una correlación directa entre el aumento en cubrimiento mediático de la tragedia venezolana y la mayor preocupación de los colombianos de que repliquemos ese salto al vacío. Durante la crisis de los migrantes en enero, la preocupación por Venezuela y Colombia se acercó al 60 por ciento. En los últimos meses, el interés por el vecino ha mermado, lo que ha coincidido con un crecimiento de Petro en las encuestas. No le será fácil a Petro desligarse de su pasado chavista en una coyuntura en la que Nicolás Maduro encabece los titulares. La gente no traga entero. Podría, incluso, costarle su paso a la segunda vuelta. n

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